Recuerdos de Madrid de los años 1970 (I)
También se lee en El confidencia digital
Por Ramón Palmeral
Dentro de dos años, y si Dios quiere, cumpliremos mi
mujer y yo las Bodas de Oro (50 años de matrimonio). El lector de esta crónica
se preguntará cómo se llega a los 50 años de matrimonio con la misma. Pienso en
nuestro caso que la regla es muy simple: «Estamos enamorados» desde el primer
día que nos vimos en Sevilla. Y no fue el embrujo de la ciudad que, pudo ser,
sino que creemos que fue el Gran Poder que nos unió. No te puedes casar, en
ningún caso por conveniencia sociales, ni por otro sistema que no sea el amor.
Y eso se puede encontrar o no. En el enamoramiento no ves defectos en el otro,
sino virtudes y te parece siempre estupenda.
Nos casamos en Sevilla, en septiembre de
1972 hicimos un corto viaje de luna de miel, como se llamaba antes, no
fue a Cancún, ni a Bora Bora, ni a Tailandia, como se suele hacer hoy día, sino
a Madrid, siete días porque no había para más. La capital del reino tenía
un atractivo especial y además tenía el afortunado eslogan «De Madrid al
Cielo» todavía vivía Franco.
En la conocida estación de Cádiz de Sevilla montamos
en el tren de Renfe dirección Madrid, era un lunes a eso de la 9 de la
mañana. No sabíamos por qué, pero el tren iba abarrotado de gente hasta en los
pasillos, y sin asiento fuimos en el pestante hasta Córdoba. El pestante en los
vagones de ferrocarril estaba situado en la zona que se une con otro vagón. Mi
ya mujer se sentó encima de la única maleta (sin ruedas) que llevábamos. En
aquellos años no se vendían billetes numerados de vagón con asiento. A
partir de Córdoba nos pudimos sentar en un compartimento. Era un tren de
vagones interminable cada uno tenía diez compartimentos, los cuales
tenían dos asientos continuos uno frente al otro, y una ventanilla. En la parte
superior, sobre nuestras cabezas, se ponía el equipaje. No tenían bar. Al pasar
por La Mancha vimos kilómetros y kilómetros de viñas: manantiales de placer.
Recuerdo que la estación de Alcázar de San Juan paró media hora y me dio tiempo
a bajar para comprar unos bocadillos. El bar de la estación era muy grande y
estaba decorada con azulejos de escenas del Quijote. En cada parada se
subían vendedores ofreciéndonos los productos locales, fruta, dulces, navajas,
Lotería, o lo que fuera, era un como mercadillo ambulante en tránsito.
Los revisores no le decían nada, de vez en cuando pasaban picando billetes a
los nuevos viajeros, y si no llevabas billete, llamaba a la pareja de la
Guardia Civil de escolta de trenes y te hacían baja en la próxima parada.
Una mujer mayor decía sin parar: « ¿Dónde estás mis
cojones, donde estás mis cojones…?» Y luego supimos que se refería de los
cojines que llevaba ella, pensando que alguien se los había quitado. Nos
reímos todo lo que pudimos, éramos jóvenes, Como el tren paraba en
todas las estaciones llegamos casi de noche a la estación de Atocha, después de
casi 12 horas de viaje. Una vez bajados en el andén se nos acercó un hombre
alto y fuerte y nos preguntó si buscábamos pensión. Le dijimos que sí, y
sin más, el hombre nos cogió la maleta a pulso, que pesaba como un muerto, y
nos llevó, después de caminar por lo menos un kilómetro hasta un hostal X, no
muy lejos de un escalestrix, de los muchos que en aquel tiempo había por todo
Madrid. Por lo general, no se hacían reservas de hoteles, porque no se conocían
los teléfonos. Cada ciudad tenía su propia guía telefónica, y para llamar a
otra ciudad había que ir a Telefónica para pedir una conferencia.
Después de dejar el equipaje y asearnos, nos fuimos andando de noche por
Madrid, por el Paseo del Prado lleno de árboles hasta la Plaza de Neptuno, por
allí había un bar muy elegante y cenamos con dos raciones de lacón con unos
vinos. Después subimos por la Carrera de San Jerónimo pasamos por la puerta de
un gran edificio con dos leones de bronce y unas columnas, que no sabíamos lo
que era. Continuamos caminando hasta la Puerta del Sol que estaba casi
solitaria con una gran farola en el centro, en una esquina había una pastelería
y nos comimos unos dulces. Después callejeando llegamos a Playa Mayor, y
en el bar taberna de Luis Candelas tomamos unos vinos, bajamos las escaleras,
no sabíamos dónde estábamos porque era la primera vez que habíamos ido a
Madrid. Madrid de noche nos pareció tranquilo, seguro y señorial por aquellos
edificios con fachadas modernistas. Estábamos perdidos, preguntado y
callejeando. Tuvimos que buscar un taxi para lograr llegar al hostal X, a
eso de las 2 de la madrugada. Como no teníamos llave del portal tuvimos que
llamar, con apuros, a la señora para que nos abriera. Por aquellos años todavía
había serenos nocturnos, pero por Atocha no lo vimos.

Al día siguiente, martes, fuimos a ver el Museo del
Prado, cuando llegamos de buena mañana había solo una pareja delante de
nosotros, entramos en el museo gratis, y estábamos solos nos fuimos directos a
«Las Meninas» de Velázquez, la pudimos contemplar sin japoneses, sin reyes y
sin nadie. Todo Velázquez para nosotros solo, y sentado en los bancos. Pero los
cuadros que más me impresionaron fueron «La rendición de Breda» y «La fragua de
Vulcano», no me podía imaginar cómo unos dioses mitológicos estaban desnudos en
una fragua con la cantidad de chispas que sueltan los hierros candentes. Luego
los Goya, Madrazos, Zurbaranes y un Rembrandt. En el bar restaurante del
museo comimos unos bocatas. Mi mujer no paraba de sentarse y
decirme «cuándo salíamos» y llegó un momento que mi mujer me tuvo que sacar
arrastrando. Salimos por la tarde, nos habíamos dado una paliza como si
fuera el último día de la creación.
Por hoy es suficiente, en el próximo artículo más
Madrid, de cuando estuvimos en el recién inaugurado Templo de Debod, Casa de
Campo, Cibeles, el Escorial y Valle de los Caídos, etc.
Ramón Palmeral
Alicante, 26 de agosto de 2020
Recuerdos de Madrid de
los años 1970 (II)
Ramón Palmeral
En el artículo anterior conté nuestro viaje en tren desde Sevilla a
Madrid en septiembre de 1972, un largo paseo por la noche madrileña por
Neptuno, Puerta del Sol, Plaza Mayor, Cuevas de Luis Candelas y regreso a las 2
de la madrugada al hostal dando tumbos los dos mi mujer y yo como si Madrid
fuera el cielo estrellado, luego, perdidos
tuvimos que tomar un taxi. Al día siguiente visitamos al Museo del
Prado, donde pasamos el día porque como pintor aficionado que soy, me gustaba
mucho ver a los grandes maestros que solo había listo en las enciclopedias.
Al tercer día ya estábamos cansados y no dejamos la cama del hostal por
lo menos hasta la diez de la mañana, era
tarde, pero los cuerpos de unos recién casados se tienen que recuperar…, además
era nuestra luna de miel y estábamos los dos solos. Bajamos a desayunar a un
bar en Atocha, unas tostadas con aceite de oliva virgen y unos pasteles con
café con leche, luego en un kiosco compré un mapa de Madrid, que todavía
conservamos, para no perdernos en nuestras nuevas aventuras y conocer cuáles
eran las paradas del metro. Nunca habíamos viajado en metro y desde luego que
fue una experiencia muy gratificante por la rapidez que nos desplazábamos por todo Madrid, y de esta
guisa no tener que usar taxis como unos guiris, porque la noche de la Cueva de
Luis Candelas hasta el hostal nos costó 50 pesetas, y si seguíamos así nos
íbamos a tener que volver a Sevilla andando. El metro nos gustaba mucho.
El primer viaje en metro fue a eso de las 11 h. en Atocha, en la línea 1 hasta
la plaza de España con trasbordo en Sol para tomar línea 2. La verdad es que
merecía la pena viajar bajo tierra a tanta velocidad, las estaciones estaban
muy limpias, era barato y viajaban todo tipo de personas y ejecutivos con sus
maletines de trabajo. En la plaza España pasamos gran parte de la mañana, nos
espantó sobradamente el monumento a Cervantes, teniendo detrás la torre de
Madrid (era el rascacielos más alto de España) y uno se quedaba mirándolo y se
decía «esto parece Nueva York». El monumento a Cervantes estaba rodeado de un
estanque de agua, y el príncipe de los ingenios se nos mostraba sentado como
una Cibeles, presidido por las figuras ecuestres de Don Quijote y Sancho Panza,
hablando de sus cosas, con dos alegorías laterales. Según el mapa se
había inaugurado el 13 de octubre de 1929, obra del arquitecto Rafael Martínez
Zapatero (el bueno) y del escultor sevillano Lorenzo Coullaut Valera. Nos
hicimos fotos, y no sé cuantas vueltas le dimos para ver bien a Miguel de
Cervantes majestuoso, altivo, en su trono mármol con un libro en la mano
derecha porque la izquierda, como sabes atento lector, la tenía inutilizada desde la memorable
batalla de Lepanto. Y no éramos solo nosotros los únicos visitantes absortos,
sino que había muchas parejas más, y palomas, eso sí palomas por todas partes
comiendo de la mano.

Desde la Plaza de
España caminos hasta los jardines de la plaza de Oriente, allí había unos
policías municipales de uniforme dando vueltas, detrás se alzaba el Teatro Real, que en el 36 fue
medio destruido porque a algún militar republicano que se le ocurrió, sí oyen
bien, se le ocurrió utilizarlo como polvorín durante la defensa de Madrid, y
medio edificio salió volando a los cielos velazqueños. Cruzamos la calle Bailén
con tráfico, aún no estaba construido el paso subterráneo para los vehículos.
La gran verja de hierro forjado del
Palacio Real estaba cerrada y no
pudimos entrar, desde fuera se veía el patio de armas. Según datos de la guía
de Madrid es el más grande del mundo incluso que el de Versalles o Buckingham o
el de Viena. Este palacio fue mandado construir
por orden del rey Felipe V, el primer Bordón tras la guerra de sucesión (tras
la muerte del rey Carlos II en 1700 sin dejar herederos) sobre el solar del
antiguo Real Alcázar y los jardines de Moro. Fue la residencia oficial de los
reyes de España. Alfonso XIII último
monarca en habitarlo hasta de que abandona España el proclamarse la II
República. Pues bien según leo en libros
de historia, al Palacio Real se le cambió el nombre por Palacio Nacional,
y se instaló, por un tiempo, Manuel
Azaña presidente y jefe del Estado de la República junto a si esposa Dolores
Rivas Cherif. Con el Palacio Real de Madrid pasó más o menos como con el
Palacio de Invierno de los zares de Rusia que tras la Revolución de febrero de 1917, durante un breve tiempo el
palacio fue la sede del Gobierno Provisional Ruso, liderado por el abogado y
revolucionario Alexander Kerensky, luego
los bolcheviques asaltaron el palacio en octubre, lo que se conoce como
revolución de octubre y se instaló Lenin líder del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia.
Me he desviado
mucho de mi viaje de luna de miel en Madrid de 1972, y para finalizar con el
Palacio Real, que también fue atacado en la guerra civil, he de decir que Franco
no lo utilizó porque su residencia fue el Palacio del Pardo. El rey Juan Carlos
I tampoco residió en el palacio, salvo algunas recepciones oficiales, porque residía en el Palacio de la Zarzuela
hasta ser invitado a machar de España por los socialistas-podemistas a Dubai,
hasta que se celebren juicios por lo que dice la prensa.
A pesar de que Manuel Azaña residía en el
Palacio Nacional, la aviación franquista nunca lo bombardeó, en cambio, la
aviación republicana sí bombardearon y destruyeron el Alcázar de Toledo
defendido por el general franquista Moscardó o el Santuario de la Virgen de la
Cabeza en Andújar (Jaén), defendido por el capitán Cortés de la Guardia Civil.
Desde el Palacio Real nos acercamos a la
catedral de la Almudena, en la entrada había una mujer en un puesto provisional
vendiendo rosarios, estampas y medalla del Cristo de Medinaceli, compramos uno de plata porque nos dijo la
mujer «Este Cristo de Madrid es muy
milagrero» y le hicimos caso porque la fe en lo divino no hay que perderla
nunca, por si acaso.
Después nos acercamos
caminando hasta el recién reconstruido, piedra
a piedra, del templo egipcio de Debod, regalado a España por
Egipto por su colaboración en salvar monumentos para poder construir la mega presa
de Asuán para regular las crecidas del Nilo.
El templo de Debod fue abierto al público e inaugurado el 18 de julio de 1972.
Tuvimos ocasión de entrar mi mujer y yo dentro y ver en directo las
decoraciones egipcias en las paredes, recuerdo que en suelo había unos tablones
de maderas para evitar ser pisado directamente con los zapatos sobre la piedra
original.
Desde el templo de Debod nos acercamos al
funicular y subimos en él, aunque mi mujer no estaba muy conforme, pero accedió
entre regañadientes para complacerme. En el funicular pasamos por encima del río
Manzanares, que llevaba un hilo de agua, desde arriba se veía panorámico el
Parque de Atracciones de la Casa de Campo,
foto que adjunto. En un bar restaurante que había en el Parque comimos unas
patatas bravas que picaban como escorpiones en la boca, unos calamares fritos y
unas cervezas bien frías y postre. Luego nos adentramos por de la Casa de Campo
para descansar a la sombra de los pinos.
Por la
tarde-noche fuimos paseando por la Gran Vía, la de los teatros y cines hasta
llegar a plaza de Callao donde entramos a ver una película española, regresar
en metro. Visita al Escorial y Valle de los Caídos, pero esto lo dejaremos para el próximo
capítulo.
Ramón Palmeral
Publicado en El Confidencial de Madrid 09-09-2020
Recuerdos de Madrid de
los años 70 (III)
Ramón Palmeral/ La voz del lector. El
Confidencial Digital
Plaza del Callao
Ya decidido a poner fin a este pequeño Spleen de Madrid (con
melancolía de la angustia vital por el
tiempo pasado), en esta última entrega de los recuerdos de nuestra luna de miel
de septiembre de 1972 en Madrid. En el
capítulo II nos quedamos en la plaza de Callao. Entramos el cine del mismo
nombre, era una gran sala de cine, y vimos
un estreno de una película española que, lamentándolo mucho para los cinéfilos,
no recuerdo su nombre, o quizás nosotros
tampoco estuvimos muy atentos a la película, porque eran los cines los únicos
lugares oscuros donde, en aquellos años,
uno se podía dar un morreo. Cuando salimos del cine todavía había luz del atardecer en la plaza
del Callao.
Nos acercamos a la hoy famosa cafetería «Rodilla» (antes era
más pequeña) compramos varios sándwiches con rellenos
variados que, por cierto, estaban muy ricos y tiernos. En 1972, la plaza del Callao tenía una fuente
en el centro como se puede ver en la foto de la portada de este artículo posando
mi mujer ante la mirada atenta e indiscreta de algún señor de provincias, un
señor con chaqueta, que no conocíamos de
nada. Tenía la fuente un refrescante chorro de agua de vida y un rumor musical,
y un brocal de granito que servía como
asiento para los peatones asediados por el calor. El tráfico descendía de la Gran Vía y había
una especie de rotonda. Actualmente, toda la plaza es peatonal, y ha perdido aquel
encanto de la fuente con ninfas. El
antiguo cine Callao es hoy día uno de
los pocos cines que ha resistido a la voraz dentadura de las recalificaciones de espectáculos y se ha
convertido en un multicines.
El nombre de la plaza del Callao, me sonaba de algo histórico,
pero en aquel tiempo no teníamos ni idea de dónde le venía el nombre. Ha sido ahora
cuando me he preocupado de leerlo en el chivato de Wikipedia. Y bualá más Eureka, he encontrado el
origen del nombre de esta emblemática plaza madrileña. Debe su nombre al llamado
combate del Callao de Perú del 2 de
mayo de 1866.
A pesar de que un 28 de julio de 1821, el general criollo José de San Martín proclamó la independencia oficial del Perú del Imperio Español. Tras
el bombardeo de Valparaíso (Chile) la escuadra española se dirigió al puerto
del Callao de Lima. Fue un enfrentamiento en aguas del puerto peruano entre una
escuadra de la Armada Española, al mando del almirante Castro Méndez Núñez y
las defensas del Callao, bajo mando del entonces Jefe Supremo de la República del Perú, Mariano Ignacio Prado, en
el transcurso de la guerra hispano sudamericana que los repelieron.
Puerta del Sol o Kilómetro
Cero
Seguidamente tomamos la peatonal y elegante calle de Preciados toda de
comercios, sin títeres, músicos ni pedigüeños y, al final, cerca de Sol, a la
derecha estaba El Corte Inglés llamado de Preciados, a todo lujo. Y cruzando de
transversal de la calle Tetuán desembocabas en la histórica Puerta del Sol o Kilómetro Cero de España. Una
gran losa de granito en el suelo, frente a la Dirección General de Seguridad
decía: «Origen de las carreteras radiales» de 1950. VI radiales o Nacionales tiene entonces la península.
La Dirección General de Seguridad fue antes Real Casa de Correos (doy sede el
gobierno autonómico de Madrid) y en ella
destaca una espadaña o torreta con el «Reloj de Gobernación», el que nos da
las 12 campanadas de fin de año, que fue construido y donado en el siglo XIX por el relojero José Rodríguez de
Losada, e inaugurado en 1866 por la reina Isabel II. La Puerta del Sol era sin
duda un lugar de visita turística obligada para todos aquellos que nos acercábamos
a Madrid, sin olvidar, por supuesto los bares y antiguos restaurantes típicos
de Carretas y Plaza Mayor, que te atrapaban por la nariz por el olor de sus
famosos orejas a la plancha, patatas bravas, cocidos madrileños, jamones, o los
famosos y únicos calamares a la romana,
dignos del mejor gourmet. Yo creo que el logotipo de los MacDonald son dos
calamares a la romana en forma de «M».
Allí, en la Puerta del Sol, continúa
la famosa administración Loterías y Apuestas del Estado de «Doña
Manolita» dando la suerte a sus muchos clientes. No compramos ningún décimo porque en aquellos
años de recién casados había muchos gastos como para ponernos a jugar como ludópatas (en aquellos años no se hacían cola).
Siempre he estado convencido de que la
Lotería en un timo legal, aunque en Navidad siempre suelo comprar algunos
décimos por la tradición y por compromisos. Cada tarde acabábamos entrando en cafetería La
Mallorquina de la Puerta del Sol a merendar sus ricos pasteles y tomando un
manchado, ya que mucha es la energía que consumen unos recién casados. En Sol estaba
robando madroños, en una parada de autobuses, el Oso y del Madroño que es del escultor Antonio Navarro Santafé
que representa las armas heráldicas de la villa y corte de cuando campaban osos
en la sierra de Guadarrama. Fue colocada el 10 de enero de 1967.
Por la Avenida de
Alcalá, había un paso subterráneo con tiendas, una de ella era una agencia de
viajes, contratamos una excursión para
el día siguiente para visitar El Escorial, Valle de los Caídos y Casita del
Príncipe con comida picnic. Luego tomamos
la línea 1 del metro y regresamos al hostal. El metro fue nuestro gran
descubrimiento para un transporte rápido, limpio y seguro.
El Escorial, Valle de
los Caídos y Casita del Príncipe
A la nueve de la mañana del día siguiente ya estamos haciendo
cola para subir en el autobús en la Avenida de Alcalá para iniciar nuestra
excursión, observamos que había muchas otras parejas jóvenes, lo que nos alegró.
La visita al monasterio Real
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y residencias reales, requiere una
mañana, pero cuando vas con guía tiene que ir a su veloz ritmo. Fue mandado construido en el siglo
XVI entre 1563 y 1584 por Felipe II, entre otras
razones, para conmemorar su victoria en la Batalla
de San Quintín (al norte de Francia), el 10 de agosto de 1557 (festividad de San
Lorenzo) contra los franceses, tras haber sido invadido en 1556 el reino español Reino de Nápoles por las tropas francesas del
duque de Guisa. Es un complejo que incluía visitas al palacio real,
dormitorios basílica y panteón de los
reyes. Nos llamó la atención es escusado de Felipe II, y la silla de mano en la
que lo llevaban porque padecía de gota. Este monasterio fue considera en el
siglo XVI como la Octava Maravilla del
Mundo, tanto por su tamaño y complejidad. En el recorrido turístico. Al
salir a la calle teníamos nuestras fotos colgadas en una cuerda para comprarlas,
voluntariamente. A pesar de que yo llevaba una cámara de fotos analógica, compramos
la foto como recuerdo que se muestra.

Visita al Valle de los
Caídos
Seguidamente nos acercaron en el autobús al Valle de los Caídos,
cerca de Guadarrama. En aquel tiempo del nacionalcatolicismo era una visita
obligada en todas las excursiones. En aquellos años eran visitas continuas. Subimos
hasta los 4 apóstoles por una escalera, era un privilegio verlos tan cerca y
colarlos. Las vistas desde el píe de la cruz de 150 metros eran extraordinarias.
Las esculturas son un cóctel químico de Juan de Ávalos. La basílica tallada bajo la roca
granítica es una hermosa obra de minería y cantería por presos políticos
republicanos. Por algunas partes del techo goteaba agua. Bajo la cúpula central
cuelga un gran Cristo crucificado en un tronco de madera de pino que, según las
explicaciones del guía, lo había cortado el propio Franco. Las dos sepulturas
visibles en el suelo eran las de Franco y la José Antonio Primo de Rivera
fundador de la Falange. No voy a hablar de la exhumación de Franco, por parte del gobierno socialcomunista,
en octubre de 2019, porque el lector lo tiene memoria reciente.

Por lo que me contaron los soldados nacionales supervivientes
de la guerra civil, que conocí, ellos estaban convencidos que la guerra era
contra el comunismo que se apoderó de media España, no contra el gobierno la República
que, en realidad estaba al dictado de Moscú, pero no altruista ni gratis, sino
pagándoles en oro. Hago un enlace con el oro de Moscú para que el lector lea, si le interesa. Con ese oro del
Banco de España (oro que no era propiedad del Gobierno de la República, sino de
todos los españoles), compraron armamento, tanques, y aviones rusos (700
aparatos), y los gasto de los niños enviados Rusia. Vinieron unos 900 pilotos rusos, y comisarios. Por eso decían que era "rojos", como el color de la bandera de la Unión Sovietica. Stalin asesinó a unos 25 millones de rusos y ucranianos.
Los presidentes del
gobierno responsables del robo del oro del Banco de España fueron Largo
Caballero y Juan Negrín (médico fisiológico, su primera mujer era la rusa María
Mijailova), bajo la supervisión
y presidencia de Manuel Azaña. Robo equivalente uno 20.000 millones de euros de hoy. La
República actuaba al dictado de Moscú, cuyo genocida Stalin y secretario
general del Comité Central de la Unión Soviética entre 1922 y 1952. Tanques y aviones que no tiraban
precisamente peladillas, y si no que se lo pregunten a los paisanos de la vicepresidenta
Carmen Calvo, en Cabra, que quiere otra Ley de Memoria Histórica ampliatoria a la de
Zapatero de 2007.
La Casita del Príncipe
Este un palacete es una monería neoclásica de finales del
siglo XVIII, que se encuentra en el interior del recinto del Palacio de El
Pardo, en el barrio madrileño. Fue erigido en 1794 para uso de Carlos IV, por
entonces príncipe de Asturias, por encargo de su padre, el rey Carlos III, y se
debe al arquitecto madrileño Juan de Villanueva. A mi mujer se hizo una foto en
el interior de una estancia, entrando la
luz por una ventana. Después todo el grupo excursionista cominos el picnic en
unos jardines, la bebida no estaba incluido en el paquete. Y regresamos a
Madrid centro, y a nuestro hostal en Atocha, y salimos para cenar. Fue un día
memorable para el recuerdo, menos mal que lo hicimos.
Conclusión
Podía seguir contando la visita de los jardines del Retiro y
al Botánico. Otra vez será.
Lo que sí recordaré
siempre es cuando estando haciendo un curso en
Madrid (curso de varios meses que al
lector no le interesa). Me cogió el magnicidio
por la ETA con un artefacto en el subsuelo del almirante Luis Carro Blanco (presidente del gobierno y figura de
confianza de Franco). Aquello fue muy gordo muy desconcertante. Nos movilizaron
a miles de funcionarios, por los puntos estratégicos de la provincia de Madrid
protegiendo a autoridades, energía, comunicaciones etc., Ocurrió la mañana del
20 de diciembre de 1973, «Operación Ogro». El asesinato provocó un hondo
impacto en la sociedad española de la época, ya que suponía el mayor ataque
contra el régimen. Esa mañana todos
mis compañeros teníamos las maletas hechas para tomar las merecidas vacacione de Navidad, que se perdieron, no
regresé a casa hasta febrero del 74. Esto es lo malo de hacerse viejo que sabe
uno demasiado como para que me engañen estos socialcomunista. Quien olvida su
historia está condenado a repetirla, com decía el poeta y filósofo
español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana.
Publicado en ElConfidencia de Madrid, 9 de septiembre de 2020