Marinos vascos en Terranova

La presencia de los pescadores
vascos en las costas de Terranova fue
prácticamente paralela al “redescubrimiento” de la zona por Cabot
(Caboto, por mejor decir), en 1498. El Padre
René Belanger (“Los Vascos
en el Estuario del San Lorenzo” 1971) ha documentado referencias al
“bacalao de las tierras nuevas” en fechas tan tempranas como 1506. Entre
1520 y 1525, un hecho curioso: Un manuscrito de la universidad de
Coimbra habla de una colonia portuguesa –posiblemente en el Cabo Bretón-
que a través de marinos vascos que pescan por la zona piden socorros
por haberse quedado sin embarcaciones. En cualquier caso, la cartografía
ya incluye “Tierra Nueva” de manera sistemática partir de 1520,
entremezclada, eso sí, con sugerentes leyendas como el País de Sagueney,
la Isla Brasil, o las islas de los Demonios (
Saint Pierre y Michelon,
enclave fracés en Terranova).
En 1535, cuando Cartier a cuenta
de la corona francesa penetra en el estuario de San Lorenzo y funda
Quebec, las pesquerías vascas a la zona ya están harto estructuradas.
Hasta el punto que los micmacs, los indios locales, utilizaban de forma
común palabras vascas… ¿Qué pintaban allí los vascos?
La
principal razón fue satisfacer la
demanda peninsular de bacalao, muy
apreciado en cuaresma por soportar la salazón y ser de los pocos
pescados comercializables en Castilla. Ciertamente, la presencia vasca
faenando en el Gran Sol es anterior, pero los vascos encontraron en las
“tierras nuevas” posibilidad de puertos y materia prima para montar
factorías de salazón y además… ballenas. La ballena (la ballena boreal,
ballena de Vizcaya, entre otras) ya era pieza codiciada desde tiempos
antiguos. Su grasa era especialmente demandada como sebo para vela,
aceite de precisión y medicinal de los hígados, en tanto las barbas
tenían mil aplicaciones. Las primeras capturas documentadas en el
Cantábrico se retrotraen al 760. A lo largo del XV se produce una
sobrepesca en el Cantábrico de la mano de vascos, gallegos, ingleses y
franceses. Esto llevará a los vascos a protagonizar toda una epopeya
siguiendo las concentraciones de reproducción que les lleva a señorear
el
San Lorenzo, Groenlandia, Islandia, así hasta el XVIII, en que
Inglaterra impondrá sus flotas. Puede decirse sin exagerar que los
vascos fueron los grandes especialistas en pescar ballenas hasta el
siglo XVIII.
Los vascos dispusieron de diversas ventajas que
explican su temprana presencia en Terranova. En primer lugar los barcos,
mientras ingleses y rocheleses construían naves de 100 toneladas a lo
más, los astilleros vascos, adoptando los avances introducidos por los
portugueses, producían ya en el siglo XV naos de entre 200 y 500, cuasi
galeones, más maniobrables que sus primas las altas carracas bálticas,
más rápidos y menos volubles a las tormentas. Eso supone rentabilizar
travesías de altura y embarcar grandes contingentes de pescadores; en el
siglo XVII, se contaran campañas a Terranova que movilizaban a 3.000
vascos cada año. La lista de arribada del Saint Esprit (200 toneladas),
de San Juan, datada en 1743 (ya en declive de la pesquería) refiere un
oficial, tres oficiales marineros, 47 marinos y 6 grumetes, 59 almas en
total, que se anotaron 200 barricas de aceite –“tres ballenas y media
(sic) de bahía grande, 1 cachalote y 2 ballenas sardas-, así como 80
quintales de barbas.
La pesca de la ballena fue determinante en
establecimiento, durante la primera mitad del XVI, de estaciones
temporales vascas a lo largo del golfo de San Lorenzo. Aún hoy la
toponimia nos traslada a aquellos remotos tiempos con asentamientos tal
que Isla Mingan, Isla de los Vascos, Portuchoa, Plasencia, Bahía de los
Españoles…. En su estudio, el padre Belanger recoge más de 30 puntos con
presencia vasca, que en un primer momento motivaba la instalación de
factorías para licuar la grasa y embarrilarla. Posteriormente, allá por
el 1630, los vascos atinan con un método para fundir la grasa en alta
mar, lo que a su vez amplia el rango de actuación de las pesquerías. El
nacionalismo vasco, por otra parte, ha invertido grandes sumas de dinero
en demostrar la penetración del euskera entre las comunidades
aborígenes locales (así como en Islandia), sin resultados excesivamente
desalentadores.

Las campañas empezaban con la llegada de las golondrinas, en marzo, y
terminaban en septiembre. No siempre de la mejor manera, tempestades,
arrecifes y sobre todo, guerras y corsarios, convertían la pesca de la
ballena en oficio de alto riesgo, muy reputado por los vascos (a
diferencia de otras marinerías, que lo tenían por desempeño de
desesperados), y pilar de verdaderas sagas, como los Araneder de San
Juan de Luz o los Soppite. Inicialmente los vascos (franceses y
españoles, mezclados, resulta muy difícil diferenciarlos), compartían
aguas con rocheleses, bretones y eventualmente, ingleses. Cabe decir que
durante el
XVI el San Lorenzo fue una zona de libre pesca, aunque la
hegemonía francesa terminó imponiendo monopolios y venta de derechos de
explotación que, progresivamente, motivaron la desaparición de la
presencia española de iure, que no de facto, los barcos eran de San Juan
o Hendaya y la marinería de Lekeitio o San Sebastián. La pesca de
ballenas tuvo por epicentro la desembocadura del Seguiney, en Tadussac,
aguas ricas en kril norteño. La sobreexplotación y la inestabilidad
política en la zona (pasó de ser un mar libre a ser monopolio de
Francia, de ahí a Inglaterra y vuelta a Francia, y de ahí a Inglaterra)
fue desincentivando la presencia vasca, que sin embargo, siguió cazando
en Islandia, Gran Sol, Groenlandia... En líneas generales, cabe
caracterizar el estuario como un inmenso frente de batalla en la
expansión americana de Francia e Inglaterra, con guerras cada poco,
deportaciones demográficas (la epopeya de los Acadianos) y una
inestabilidad general que no concluirá hasta el fin de la presencia
inglesa en Norteamérica.
*Otra colaboración alimentaria del
Sr. IA. Breve contexto de la pesca del bacalao y la ballena en Terranova
entre los siglos XVI y XVIII. La pongo en "estudios groenlandeses",
abandonadísima sección.
............................Otro texto..
............................................
En
las décadas de 1530 a 1570,
el negocio ballenero registró su etapa de mayor apogeo. La flota vasca
llegó a estar formada por una treintena de barcos, tripulados por más de
dos mil hombres, que capturaban unas cuatrocientas ballenas cada año.
No obstante, la tradición ballenera en el Cantábrico se remonta a
la Edad Media y fue un importante motor de las poblaciones costeras. La principal fuente de ganancia estaba en
la grasa del animal,
posteriormente convertida en aceite a la que se denominaba saín. Este
producto se empleaba en el alumbrado y ardía sin desprender humo ni dar
olor. Asimismo,
los huesos servían como material de construcción para la elaboración de muebles. La carne apenas se consumía en España, pero se salaba y se vendía a los franceses.
Vikingos, portugueses y vascos en Terranova
En
una fecha sin determinar, los pescadores cantábricos extendieron su
área de acción hacia el Atlántico, especialmente a Islandia, donde
fueron protagonistas de una salvaje matanza ya en el siglo XVII,
y a lo que hoy es la provincia canadiense de Terranova y Labrador. En
busca originalmente de bacalao, la Isla de Terranova se convirtió en un
objetivo preferente de los pescadores del cantábrico. Pero no se trataba
del primer contacto de los pobladores de esta región con europeos.
Alrededor del año 1001, «
las Sagas islandesas vikingas» ubican las expediciones del explorador
Leif Ericson en
Helluland, Markland y en lo que él llamó
Vinland
(«Tierra de pasturas»). Y las investigaciones arqueológicas, en efecto,
han confirmado la existencia de un asentamiento nórdico, «
L'Anse aux Meadows», en
Newfoundland, que fue declarado
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.
En cualquier caso esta presencia vikinga en América, que incluso los estudios genéticos han avalado, fue de carácter efímero, y
en ningún caso se produjeron asentamientos en territorio continental americano.
Así y todo, las incursiones vikingas pudieron ser sucedidas por las de
otros europeos, los marinos portugueses. Como si fuera una especie de
búsqueda del Santo Grial,
los navegantes portugueses acometieron varias décadas antes de Colón
la travesía hacia la Isla Bacalao (también llamada «Bachalaos»),
representada de forma difusa en los mapas del siglo XVI en las
proximidades de Terranova. Así, el portugués
Joao Vaz Corte Real habría alcanzado las proximidades de Terranova en 1472, e incluso se especula que bordeó
las orillas del río Hudson y del San Lorenzo