La aventura del caballo de madera es una de las más
ingeniosas de Cervantes
Cada año cuando llega la Navidad me da por releer
El Quijote, que sin
haberlo hecho treinta veces como lo aseguraba Azorín, sí que lo he leído yo
unas cuantas. Hace unos días leí que el Quijote “influyo favorablemente en los
escritores de habla inglesa”, quienes hallaron en su lectura una mina de humor
y disparates y efectos especiales que, con el tiempo han pasado al cine.
Recordemos aquella construcción real del puente de la película
angloamericana sobre el Río Kwai (1957), que ha derivado hacia los
trucos virtuales de la tecnología digital, donde por ejemplo un coche volando
por los aires ya no es un coche auténtico sino un maqueta o un dibujo por
ordenador, tan real que, a sabiendas, de que nos están engañando nos lo
creemos.
Entre muchas de la aventuras del Quijote, además de la famosa de los molinos
de viento, hay otras como la del caballo de madera llamado
“Clavileño
el Aligero”, porque tenía en la frente una clavija que manipularla el
caballo se frenaba o volaba. Dicho caballo había sido fabricado por el sabio
Merlín, que se lo prestara a su amigo Pierre para raptar a la linda Magalona.
No sabemos cómo el gigante Malambruno aparece montado sobre “Clavileño” y sobre
la sepultura de la reina Maguncia que acaba de fallecer.
En un lugar de la Mancha que
Cervantes no nombra, donde
residían unos duques, y que, propongo, por ejemplo, que pudieran ser los
del Infantado de Guadalajara, porque en la historia real de la vida de
Cervantes sabemos que su tía María de Cervantes, quedó embarazada en 1537 de
Martín de Mendoza, clérigo arcediano o vicario hijo de los duques del
Infantado, que no se pudo casar con María y hubo de indemnizarla con 600.000
maravedíes, que le sacó el abuelo
Juan Cervantes que era
abogado en leyes, por incumplir una promesa de matrimonio. Vivían unos duques
que se entretenían con la plebe haciendo bromas.
Bien, ya tenemos identificados a los duques aburridos y ociosos en
Guadalajara, que a falta de cine, televisión
smartphones se dedicaban a montar bromas vivientes. Esta broma del
con el caballo de madera, aparece en los capítulos 39 al 41 de la II
parte de El Quijote, que voy a resumir. Según contaba la
duquesa
Trifaldi, también llamada Dolorita, porque Cervantes era así de
enredador con los nombres de sus personajes. Cuando apareció el gigante
Malambruno le hizo un encantamiento a las damas del palacio de los duques, en
ponerles, por brujería, barbas masculinas. Y como Don Quijote y Sancho eran
huéspedes en el palacio, la duquesa Trifaldi les propone a nuestros dos lelos,
que viajen sobre el caballo de madera al reino de Candaya, situado a 5.000
leguas, en los cielos, para deshacer el encantamiento de las barbas de las
damas.
La negativa de Sancho para montar en “Clavileño” es patente, asegurando que
él no era caballero, pero al final es obligado por su amo, y se montan los dos:
Don Quijote delante sobre una almohada en forma de silla de montar, y Sancho
Panza detrás en la grupa, montado a la jineta (dos pierna a un lado), que
Cervantes llamaba “a la mujeriega”. El extraordinario dibujo que ilustra
El Quijote que yo leo, es de la
imprenta de Barcelona Antonio Bergnes y Cía (1839-1840), y que aparece en
la portada de este artículo.
Una vez los dos lelos montados en el caballo de madera le vendaron los ojos,
y les hicieron creer en el engaño de que volaban por la “segunda región del
aire”. Sin haber despegado del suelo, unos criados les pusieron unas antorchas
encendidas cerca de los rostros, que por el calor pensaron que ya estaba cerca
del Sol, y además les chamuscaron las barbas. En la grupa del caballo
encendieron unos cohetes de pólvora que les habían puestos, y el caballo
“Clavileño” fue cuando salió volando de verdad, y cayeron estrepitosamente al
suelo. Cuando se quitaron las vendas de los ojos vieron que unos mozos estaban
desmallados en el suelo, y a que a las damas habían desaparecido. Y los
duques se rieron por la aventura. A partir de aquí empieza el gobierno de la
ínsula de Barataria concedida a Sancho.
Don Quijote y Sancho se creyeron los efectos especiales, por esto digo que
El Quijote fue antecesor y precursor de las ideas ingeniosas de los
efectos especiales del cine de hoy en día. Las ideas no nacen solas sino que
son continuación de otra primera, que a la vez nos podíamos retrotraer al
caballo de Troya, pues Cervantes cita en el capítulo 40-II a Héctor el troyano,
por lo que demuestra que había leído
La Ilíada de
Homero.
@mundiario