Haruki Murakami (村上 春樹 Murakami Haruki?) (
Kioto,
12 de enero de
1949) es un
escritor y
traductor japonés, autor de novelas y relatos. Sus obras han generado críticas positivas y numerosos premios, incluyendo los premios
Franz Kafka y el
Jerusalem entre otros.
La ficción de Murakami, a menudo criticada por la literatura
tradicional japonesa, es surrealista y se enfoca en conceptos como el
fatalismo. Es considerado una figura importante en la literatura
posmoderna.
The Guardian ha situado a Murakami "entre los mayores novelistas de la actualidad". Ha sido considerado candidato al
Premio Nobel de literatura en repetidas ocasiones, sin que hasta el momento haya obtenido el galardón.
Biografía
Aunque nació en
Kioto, vivió la mayor parte de su juventud en
Hyogo. Su padre era hijo de un sacerdote
budista y su madre, de un comerciante de
Osaka. Ambos enseñaban
literatura japonesa.
Desde la juventud, Murakami estuvo muy influido por la cultura
occidental, en particular, por la música y literatura. Creció leyendo
numerosas obras de autores estadounidenses, como
Kurt Vonnegut y
Richard Brautigan. Son esas influencias occidentales las que a menudo distinguen a Murakami de otros escritores japoneses.
Estudió literatura y teatro griegos en la
Universidad de Waseda (Soudai), en donde conoció a su esposa, Yoko. Aúnque no iba a la universidad apenas, trabajaba en una tienda de discos en
Shinjuku (tal como uno de sus personajes principales, Toru Watanabe de
Norwegian Wood) y pasaba mucho tiempo en unos bares jazz en
Kabukicho,
Shinjuku. Antes de terminar sus estudios, Murakami abrió el bar de jazz Peter Cat (El Gato Pedro) en
Kokubunji,
Tokio, que regentó junto con su esposa desde 1974 hasta 1981. La pareja
decidió no tener hijos
en parte porque "no tengo la confianza que la generación de mis padres
tuvo después de la guerra, de que el mundo seguiría mejorando."
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Carrera de escritura
En 1986, con el enorme éxito de su novela
Norwegian Wood, abandonó Japón para vivir en
Europa y
Estados Unidos, pero regresó a Japón en 1995, tras el
terremoto de Kobe y el ataque de
gas sarín que la secta
Aum Shinrikyo (La Verdad Suprema) perpetró en el
metro de Tokio. Más tarde Murakami escribiría sobre ambos sucesos.
La ficción de Murakami, que a menudo es tachada en Japón de literatura
pop,
es humorística y surreal, y al mismo tiempo refleja la soledad y el
ansia de amor en un modo que conmueve a lectores tanto orientales como
occidentales. Dibuja un mundo de oscilaciones permanentes, entre lo real
y lo onírico, entre el gozo y la oscuridad. Cabe destacar la influencia
de los autores que ha traducido, como
Raymond Carver,
F. Scott Fitzgerald o
John Irving, a los que considera sus maestros.
Muchas novelas suyas tienen, además, temas y títulos referidos a una canción particular como
Dance, Dance, Dance (de The Dells),
Norwegian Wood (los
Beatles), y
South of the Border, West of the Sun (La primera parte es el título de una canción de
Nat King Cole). Esta afición -la música- recorre toda su obra.
Murakami es aficionado al deporte: participa en maratones y triatlón,
aunque no empezó a correr hasta los 33 años. El 23 de junio de 1996
completó su primer
ultramaratón, una carrera de 100 kilómetros alrededor del lago Saroma en
Hokkaido,
Japón. Aborda su relación con el deporte en
De qué hablo cuando hablo de correr (2008).
A finales del 2005, Murakami publica la colección de cuentos
Tōkyō Kitanshū, traducido libremente como
Misterios tokiotas. Más tarde editó una antología de relatos llamada
Historias de cumpleaños, que incluye textos de escritores angloparlantes, incluyendo uno suyo, preparado especialmente para este libro.
Pocos datos asoman de su vida personal: se casó y se vio en la
necesidad de trabajar; abrió un bar donde organizaba conciertos de jazz.
Posteriormente acabó sus estudios universitarios de Artes Escénicas. No
le gustaba estudiar, por lo que nunca se esforzó demasiado (siete años
le costó terminar la carrera). Se crio en una tranquila zona
residencial, en el seno de una familia pequeño burguesa de asalariados.
Leer fue su gran escuela.
Si no hubiera leído tantos libros, mi vida habría sido más gris, apática, deprimente, incluso. En ellos aprendió muchas cosas importantes de la vida y no halló ni competitividad, ni reglas absurdas, ni juicios de valor.
En los años ochenta sintió la necesidad de irse de su país; le
resultaba difícil escribir en una sociedad que se regía únicamente por
el dinero y que se entrometía en su vida personal.
Su incursión en la escritura resulta curiosa
: en un partido
de béisbol, tras una jugada asombrosa, sintió que él también podía
realizar algo increíble como escribir una novela. Sin tener ninguna
idea, lo hizo. Al releerla, fue consciente de que lo que había escrito
no dejaba ningún poso en el corazón. Entonces analizó el otro aspecto:
el idioma. Con su lengua materna, el japonés, cuando intentaba construir
frases para expresar un sentimiento, las palabras se le amontonaban.
Por eso comenzó a escribir en inglés y, cuando tradujo el primer
capítulo, se dio cuenta de que había aflorado una forma de narrar propia
de él.
Ese partir de cero, ese
No tengo nada que escribir inicial lo transformó en motivación y sobre esa base avanzó en la escritura. Para inventarse un
estilo propio, se sirvió de la música, en especial del jazz, así como de frases cortas con una estructura gramatical más bien simple.
Quizá
no escriba con la cabeza, sino con cierto sentido corporal, como si
fijase el ritmo con unos buenos acordes y me dejase llevar después por
el poder de la improvisación.
De esta manera,
Escucha la canción del viento (1979), su primera novela, ganó el Premio de Literatura Gunzou para escritores noveles, concedido por una revista literaria. Fue su inclusión en el ámbito profesional.
El premio le introdujo en la fama, pero no duda en afirmar que hay
cosas mucho más importantes para un escritor que los premios.
Lo que permanece en el tiempo para las generaciones futuras son las obras, no los premios. Por eso, solo
en dos ocasiones más optó a otro premio, en este caso, el Premio Akutagawa.
No le preocupó no ganarlo, es más opina que hubiera sido un
inconveniente llamar la atención al trabajar en su bar. Sin embargo, los
demás convencidos de que lo ganaría se sintieron obligados a
consolarle. Incluso un día se topó con un libro publicado sobre el tema.
Es una persona que necesita mucho tiempo para cambiar el método que
tiene de hacer las cosas. Por eso, comenzó escribiendo en primera
persona del singular masculino y se mantuvo así durante un largo tiempo.
Con sus primeros
personajes le ocurrió lo mismo, al principio, era incapaz de ponerles nombre. A la hora de crearlos
, no
suele partir de una persona real, sino que prefiere fijarse en la
apariencia, en la forma de expresarse, de actuar de muchas personas.
Le gusta
reescribir, lo define como
la actitud
de un escritor frente a un trabajo que decide mejorar. Uno puede
convencerse de haber escrito algo casi perfecto, pero siempre es
mejorable. Por eso en esa fase de reescribir intento apartar mi orgullo y
mi presunción. Después llega la primera lectora de sus escritos
antes de la editorial: su mujer; discute con ella, pero admite que por
lo general tiene razón y nuevamente lo reescribe.
Pocos escritores afirman tajantemente como él que nunca ha sufrido un
periodo de sequía creativa. Y es que cuando no se siente con ganas de
escribir, traduce del inglés al japonés.
La traducción es un trabajo
técnico por lo que no interfiere en la necesidad de expresar algo y es
un excelente ejercicio de escritura.
La figura del
lector no cobró existencia en él hasta que ganó el premio
. No
es de los que se prodiga en actos públicos, únicamente da conferencias
en el extranjero una vez al año o participa en lecturas públicas con
firma de libros incluida. Le satisface que sus obras interesen a
distintas generaciones.
Lo negativo de esta su profesión está en la crítica
que nunca le ha apoyado —incluso calificaron de “contrariedad” el que
un escritor se dedicara a la traducción— y puede que todo se entienda
porque en Japón, quien hace algo distinto a los demás aviva una reacción
de rechazo. Y en
la soledad del escritor. Para él es como estar sentado en lo más profundo de una cueva.
A lo largo del libro reitera sin cesar dos números: el treinta, que
alude a la edad en la que se convirtió en escritor y el treinta y cinco,
los años que lleva escribiendo. Y es que él mismo se sorprende de
llevar tanto tiempo haciendo lo mismo. De ese primer día mantiene la
misma sensación a la hora de escribir, como si tocara música, la misma
premisa de divertirse y la misma libertad para crear algo original.
Soy un individualista nato, decidí hacer lo que quería y como quería.
El
realismo sucio («Dirty realism») es un movimiento literario
estadounidense
desarrollado sobre todo en la primera mitad del siglo XX que pretende
reducir la narración (especialmente el relato corto) a sus elementos
fundamentales.
Se trata de una derivación del
minimalismo
que tiene características propias. Al igual que aquél, el realismo
sucio se caracteriza por su tendencia a la sobriedad, la precisión y una
parquedad extrema en el uso de las palabras en todo lo que se refiera a
descripción. Los objetos, los personajes, las situaciones deben
hallarse caracterizados de la manera más concisa y superficial posible.
El uso del adverbio y la adjetivación quedan reducidos al mínimo, dado
que estos autores prefieren que sea el
contexto el que sugiera el sentido profundo de la obra.
En cuanto a los personajes típicos, se tiende a retratar seres
vulgares y corrientes que llevan vidas convencionales, en la línea de
uno de los grandes referentes del movimiento, el cuentista
O. Henry (1862-1910). Otra influencia importante en la corriente es la del narrador estadounidense
J. D. Salinger (1919-2010).
Son representantes del
realismo sucio, entre otros, los narradores estadounidenses
John Fante (1909-1983),
Charles Bukowski (Alemán)(1920-1994),
Raymond Carver (1938-1988),
Richard Ford (1944),
Tobias Wolff (1945) y
Chuck Palahniuk (1962).
Suele adscribirse asimismo a este movimiento una variante en los países de habla hispana, representada por
- los cubanos Pedro Juan Gutiérrez (1950), Fernando Velázquez Medina (1951)12 y Zoé Valdés (1959);
- el ecuatoriano Pablo Palacio (1906-1947)
- el venezolano Argenis Rodríguez (1935-2002)
- el mexicano Adolfo Vergara Trujillo (1975)
- los españoles Karmelo C. Iribarren (1959), Roger Wolfe (1962) o Juan M. Velázquez (1964),3 en castellano, Iban Zaldua (1966,), Mar Escribano (1968),4 García-Sánchez5 (1966) y Harkaitz Cano (1975), en euskera.[cita requerida]
-
- El minimalismo, en su ámbito más general, es la tendencia a
reducir a lo esencial, a despojar de elementos sobrantes. Es una
traducción transliteral del término inglés minimalism, o sea, que utiliza lo mínimo (minimal en inglés). Es también la concepción de simplificar todo a lo mínimo.