martes, 21 de febrero de 2017

Preámbulo de mi libro de relatos "Perito en pecados".











PROEMIO O PREÁMBULO "PERITO EN PECADOS"


¿Quién es el lector?


    Desperté y estaba dentro de un videojuego como víctima y unos malvados vestidos de soldados me tiroteaban a dar sin parar…

    El lector es un ser anónimo que por lo general no lee sino se le retuerce el brazo, salvo que le interese mucho el tema y además haya comprado el libro. Los cuentos o los relatos no deben ser mirados con los ojos, sino con el corazón, que es el lugar donde reside la sensibilidad y el amor, por ello, el corazón tiene forma de rosa roja en medio del pecho que es la diana de los sentimientos, y de la ingenuidad que debe reinar entre nosotros y nunca la estupidez. Nuestro esqueleto está hecho con las teclas de marfil de los pianos.
    Nuestros libros deben ser como  «voladuras controladas» que le mostramos al espectador para que se convierta en lector voluntarioso y confidente a la vez, es decir, un confabulador.
     Cuando vas a un editor con un montón de relatos bajo al brazo te dice que escribas una novela, porque los relatos como la poesía  no venden. Y sin van con una novela te dirán que escribas relatos que se venden bien en las revistas, o sea, que jamás acertarás. Pero ahí están los grandes como Chéjov, Kafka, Edgar Allan Poe, Mark Twain, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan Benet, José María Merino o Manuel Rivas. Y la lista sigue y te das cuenta que todos los grandes autores han escrito relatos, cuentos o microrrelatos. Y en el Siglo de Oro eran las Novelas Ejemplares de Cervantes o las novelas picarescas de Quevedo, o las comedias de Lope de Vega.

…la cuestión es que yo ya estaba harto de dormir y soñar cosas raras, y me levanté, me acerqué a la ventana y vi cómo un tipo con pasamontaña entraba en el Banco de la esquina…

     Un autor no puede escribir al dictado de otros  (llamémosles editores oportunistas al ojeo del novel ingenuo), sino por el dictado de un mismo. Por lo general, los relatos  malos son los restos que quedan de los intentos de alguna novela fallida o escritos a propósito porque no cabían más argumentos que unas escenas.  El mundo editorial ha cambiado mucho. El mundo editorial está cambiando en favor del libro electrónico. Al libro electrónico de pago le ha salido el grano de los libros e:book  (libro electrónico) piratas: gratis. La gente lectora se está acostumbrando a leer gratis y eso no puede ser, y por eso es casi imposible vender un libro impreso, porque para ello hay que amar los libros en papel, y las bibliotecas privadas cada vez son menos. El papel cede al e:book, y éste al libro gratis en las tablet. Luego el consumo cambia y el autor decide que no es rentable el esfuerzo de escribir, salvo que ganes el premio Planeta u otros premios literarios, lo cual es prácticamente imposible. ¿Qué nos queda?: nada.

…Al poco tiempo se escucharon unos disparos, yo me metí dentro de la habitación, porque recordaba que en Madrid se cargaron unos atracadores a un vecino que estaba mirando por la ventana de su casa. Esto sí que fue mala suerte. Me oculté entre los visillos…

    Publicar en Amazon o en Lulu (en español) u otros portales, es relativamente fácil, pero luego cómo se promociona. Los Facebook, Twitter y Linker no son los medios adecuados, o suficientes para una promoción, ni siquiera los blogs. En incluso You Tube, es un medio, para darse a conocer. Luego ¿qué sucede?, sucede que la gente, salvo algunos amigos o familiares compradores, los demás  no compran porque carecen de poder adquisitivo. En Amazon hay que comprar con tarjeta de crédito y mucha gente ni tiene tarjeta, o piensa que le pueden jakear el número secreto, aunque pagues por PayPal. AMAZON vende bajo demanda, o sea, que no  almacenan libros como las editoriales o librerías tradicionales o en supermercados.
    Estamos acostumbrados a ir a las librerías para humear los montones de libros que nos muestran delante de los ojos, divididos en secciones por temas. Sin embargo, con Internet, y sabiéndolo manejar disponemos de todos los libros, como sucede en Iberlibro, que además te lo llevan a tu casa por mensajero, y a veces sin gatos de transporte.

    ...Luego llegó una patrulla de policía y otra y otras, hasta una ambulancia. La cuestión era tensa. Se acordonó la zona. Saqué mi cámara de video y a rodar como si estuviera en una ventana indiscreta. Por otra parte, pensé que el riesgo podría ser compensado económicamente si la cuestión del atraco se agravaba…

   Yo le  escribí una carta a un editor preguntándole si sabía en realidad quién era el público y sus gustos, y le escribí lo siguiente:
   «Uno escribe con muchas fatiguitas porque cree y piensa que su mensaje le puede interesar a alguien o le puede abrir los ojos, no por la vanidad de ser leído, sino abril conciencias en lo que uno cree ser especialista: en la vida, en observar la sociedad de la que estamos rodeados y acosados. Pero a ciegas, sin saber quién es el público ni lo que le gusta.  Porque el escritor o el escribidor, no sabe quién es el lector, que cómodamente, en su ordenador o en su sofá nos lee en un ejercicio de lectura de «metal crispado». Y esto medra, da miedo, te incomoda y a la vez te hace mejorar y tener más cuidado con lo que    escribes, para no molestar o insultar a ninguna inteligencia, bien: física o intelectual. Ya quisiera uno ser como Antonio Burgos (1943-  ) que escribe a piñón fijo en el ABC de Sevilla desde que  le estaban poniendo los cimientos a la Giralda, sobre lo que a él le parece o le viene a la cabezas o de lo que está en el punto de mira de la actualidad, por no decir en la punta de la ametralladora antiaérea».

     El editor me respondió a los tres meses:
    «A veces el equilibro entre el esfuerzo de escribir y la fama, no están compensados. El murciano Diego Clemencín se pasó más de diez años escribiendo unos comentarios al Quijote con una erudición boscosa y sobre la Literatura de los siglos XV y XVI, y no le conoce nadie. En cambio, si hubiera empleado el tiempo en escribir alguna novela, aunque hubiera sido costumbrista, porque saber sabía más que Nebrija, hubiera sido conocido, o estaría en algún diccionario de Literatura. Pero este es el problema de los ensayistas, que son sesudos estudiosos desconocidos, sin obra propia. Y por último, opino que si usted no es un masoquista de la escritura lo mejor es que deje de escribir ya».

     El editor no me convenció y me tuve que leer un artículo de Mariano José de Larra (1809-1837) donde en 1832 se preguntó sobre quién era el  público y dónde se encontraba. Y escribió:
     Esa voz «público», que todos traen en boca, siempre en apoyo de sus opiniones, ese comodín de todos los partidos, de todos los pareceres, ¿es una palabra vana de sentido, o es un ente real y efectivo? Según lo mucho que se habla de él, según el papelón que hace en el mundo, según los epítetos que se le prodigan y las consideraciones que se le guardan, parece que debe de ser alguien. El público es «ilustrado»,   el público es «indulgente», el público es «imparcial», el público es «respetable»: no hay duda, pues, en que existe el público. En este supuesto,  ¿quién es el público y dónde se le encuentra?

    De igual manera yo me pregunto quiénes son los lectores, esos seres anónimos que habitan en los ordenadores a la caza de unas  frases en Googel, pinchan y te leen ocultamente, al menos el titular y encabezamientos. Porque todo el texto puede ser un desierto que no le provoque interés y por el contrario, le produzca tormenta de arena en los ojos y encima aburrimiento.

  …Lleva horas sin que pasar nada en el Banco y yo me tenía que ir a trabajar. Me llamó un compañero al móvil para preguntarme si estaba enfermo, porque me había retrasado tres horas. Le dije que no me encontraba muy bien  y que me tomaría el día libre. A esto que  se vio salir humo por la puerta del Banco, y vinieron los bomberos y más policías y un señor trajeado con un megáfono, era el negociador…

    Es como los correos electrónicos, uno los dirige a alguien pero no tiene constancia de si lo han abierto y leído. En Facebook pasa lo mismo, puede que te leen pero que no te digan si les gusta o no les gusta el tema del enlace. Y si es un libro ídem de lo mismo: silencio y pitos.
   Actualmente el lector de hoy no tiene tiempo de atender a todo lo que le llega, carece de capacidad de atención, es como si viviera dentro un TBO o en un videojuego. Los escribidores nos convertimos en unos “giliputienses” de un botón más del teclado o "hosting" de sus ordenadores o computadoras.
   ¿Quiénes son mis lectores? Pues no tengo ni idea, e incluso quizás el no saberlo me favorezca y tranquiliza. No saber  nada de ellos es relajante, porque cada cual tiene su ética y su moral.  Como dice el profesor Claudio Gutiérrez:
    «En relación al contenido, ética y moral son más bien coincidentes: ambas se refieren a cuestiones de valor, es decir, a lo que consideramos bueno y lo que consideramos malo, lo que debemos aprobar, alabar o estimular, y lo que debemos más bien reprobar, condenar o tratar de evitar. La ética y la moral se refieren a lo que debe ser, discriminan entre acciones aceptables e inaceptables».

    Por ello, desde aquí pido disculpas a mis lectores, si es que tengo más de una docena, por estas exposiciones que nadie está obligado a leer, ni siquiera en el mes de agosto, vacacional, caluroso, playero o de montaña, en ese lugar idílico y preconcebido que luego resulta ser de los más aburrido, pertinaz y tedioso de lo común. Otros currantes no han podido tomarse unos días de asueto porque están trabajando y prefieren la soledad de las ciudades y pueblos de interior abrigados como la piel de un oso, y solamente los bares disfrutan de aire acondicionado.
    De vez en cuando el escritor debe meter la cabeza en la palangana para refrescarse, y mirar al mundo por el espejo retrovisor a trasvés del  parabrisas de las gafas de ver. La vanidad, hija de la envidia,  nos pone ciegos como ese borracho que llevaba tatuado el escudo de la Legión en un brazo y saludaba a todos militarmente.

…¡Dejen salir a los clientes del banco! ¡Le garantizo que si los dejan serán una atenuante a vuestro favor! –dijo el negociador por el megáfono–. El atracador o  atracadores respondieron con varios disparos. «Esto tipos no quieren negociar», pensé. El humo dejó de salir del Banco…

    –"Buenas tardes, señores, vayan ustedes mucho condiós". –Oí decir una vez a un camarero de un bar sevillano–, que antes había sido poeta místico  macareno que se enamoró de la bella Santa Rita de la capilla de una iglesia y se quería casar con ella, pero los curas no quisieron porque el poeta tenía poco parné.
    La mayoría de los relatos de este libro están publicados en Internet, otros son completamente inéditos e inútiles como un tridente del demonio. Los he seleccionado de acuerdo a la dificultad de lectura y contenidos de los mismo, empezando por los más fáciles de leer y entender. Para los amantes del absurdo existen algunos relatos muy asombrosos y doblemente absurdos.
    Para aprender a leer un relato, lo mejor es saber cómo se construyen, es como ver hacer una casa desde los cimientos, sabemos cómo está construida paso a paso, por ello, escribí y publiqué en Amazon mi libro Secretos para escribir novelas y relatos (Amazon, 2016), es una buena forma de saber qué tienen por dentro las novelas y relatos, cuáles son sus diminutas maquinarias de precisión interior, sus órganos que le hacen funcionar.

…Pasaron doce horas de negociaciones. A eso de las ocho de las tarde, empezaron a salir los rehenes, entre ellos el atracador, al que incompresiblemente, la policía le trajo una motocicleta a la puerta del Banco. Se montó en la moto, salió a toda pastilla y a unos doscientos metros se cruzó un coche de policía, y el atracador colisionó contra el coche policial, salió volando hasta caer en  el asfalto y fue detenido y encarcelado.

    Treinta y tres son los relatos, porque el 33 es un número masónico, es el máximo grado de la masonería, y, además es un número que emana paz y da luz a los demás y tiene otras connotaciones. Cierto cinismo e impiedad son necesarios en este oficio de escribir relatos.





                                                                                 El autor Ramón Fdez. Palmeral
                                                                                      Alicante, julio 2016

sábado, 4 de febrero de 2017

Treinta años de la muerte del hispanista Gerald Brenan (1987-2017)



  

                                    (Libro en LULU: Buscando a Gerald Brenan al Sur de Granada)

 Ramón Fernández Palmeral en Yegen
 Ramón en Alhaurín de la Torre
 Ramón en el Cementerio inglés de Málaga donde está enterrado Brenan

  Brenan y su mujer Gamen con Ernest Hemingway en Churriana, años cincuenta. Se alojó en La Cónsula.



 Ramón en la antigua de Brenan en Chirriana,  hoy por fin es su casa museo




 Primera parta del libro "Buscando a Gerald Brenan al Sur de Granada" por Ramón Fernández Palmeral. 2007

 Mucho ha cambiado esta España y sus laberintos desde que usted se fuera en cuerpo pero no en alma por la laguna Estigia.  El próximo 19 de enero de 2007 se cumplirán los veinte  años de su último viaje con Caronte, a mejor vida, sí, a pasar a mejor vida, como solemos decir los más castizos, si partimos de que esta vida tiene ciertas incomodidades.   Este modesto  trabajo quiere rendirle un pequeño homenaje  particular en agradecimiento por haberme abierto los ojos en esto del investigar y del reportaje periodístico y mantener vivo el recuerdo de nuestro pasado cercano, en uno de sus mejores libros, para mí  siempre será Al sur de Granada,  un libro que siempre nos aguarda con sus secretos, siempre nos guarda alguna sorpresa como todos los verdaderos tesoros literarios. He de decirle que ha sido un libro que me gustó mucho leer y me sigue atrayendo porque me hace transportar a las costumbres que me enseñaron mis padres y mi familia oriunda de la Axarquía malacitana, unida, no separado con Granada por, la cremallera cerrada que es la Sierra Tejeda y Almijara.
    Ahora le escribo estas cuartillas con todos mis respetos, y le pido perdón de antemano por si en algo le pueden molestar mis comentarios. Tan sólo pretendo ponerle al corriente de lo que ha pasado durante estos veinte años después  de su último viaje terrenal. Quiero contarle  cómo están los estudios "brenianos" o sobre sus libros, o del lamentable estado de su Fundación y lo mucho que se le ha criticado su actitud tan británica en el ámbito sentimental. Quiero tomarme la libertad de hacerle algunas preguntas, preguntas  insidiosas de periodista ocasional e inoportuno, preguntas de asuntos personales que como hombre mediterráneo y latino que soy me activan los puntos  sensibles, es hora de rendir cuentas, como por ejemplo, por qué se marchó usted en mayo de  1930 a Inglaterra dejando a Juliana embarazada en Yegen, y luego vuelve, tres años después casado con la señora Gamel  y  adopta a la niña de Juliana, también su hija natural para llevársela a Churriana y ser educada con los modales de una lady británica, a la que no se le podía contar nada de su madre alpujarreña ni hablarle en cristiano. Y esto supuso dos despropósitos, uno privar a una madre de su hija, y dos, privar a una hija de su madre.   
     Don Gerardo, se puede ser británico pero cuando se está en la Alpujarra hay que ser más español que nunca. Pretendo seguirle los pasos que usted anduviera en Granada y en Málaga, sin acritud, tomando como guía su libro Al sur de Granada, que denominaré en adelante por sus iniciales AsdG. Quiero complementar este libro con otros libros suyos, que completen sus estancias en España. Tomaré notas, por ejemplo, de Autobiografía  y también de La Faz de España (LfdE). El primero es un diario que sin duda hemos de agradecerle, editado recientemente por la editorial  Península/Atalaya, primera edición del 2003, Barcelona, que contiene dos libros, Una vida propia (Uvp) que se editaron en inglés, Uvp en 1962, Memoria personal (Mp) en 1974, que contiene minuciosos detalles, propios de los escritores vocacionales que quieren dejar constancia para que no se olvide nada a la hora de pasarlo a los textos, como usted mismo dice sobre los diarios,  en el prefacio de Autobiografía.  Si está bastante bien hecho, puede gustar e interesar (…) carecía de tema para una novela y me di cuenta de que mi vida estaba a mano.
   El segundo libro  LfdE es un viaje literario en la primavera de 1949 en la España de la posguerra, muy valiente y crítico.  Pero dejaré a un lado la política y no entraré en El laberinto español, su libro tan apreciado por los historiadores, ardua labor  ensayística. No podemos dejar de un lado el libro de Juan Malpartida Brenan en el laberinto español, editado en Letras Libres.
Gerald Brenan, por Ramón Fdez.
    El ejemplar de AsdG que manejaré para estas cartas será la undécima edición de septiembre de 1987, de la editorial Siglo XXI de España Editores S.A., Madrid, aunque sabemos que la  primera edición la publicó usted en inglés, editado por Hamish Hamilton, 1957, sin pensar que este libro tendría tantos éxitos y fortunas y que se  traduciría al español y, sorpresa, hasta se leería entre sus antiguos amigos y vecinos de  Yegen, causándole algunos dolores de cabeza y sufrimientos, porque sépalo usted, los españoles somos muy abiertos pero que no nos gusta que nos espíen y nos critiquen a la espalda y menos en los libros.  El libro consta de 334 páginas se lo  dedicó a su amigo de siempre A Ralph Partridge, al que había conocido durante la I Guerra Mundial, estuvieron juntos en Yprés y en Armentières y en Somme. Un buen amigo que luego vino a visitarle a Yegen sobre 1920 acompañado de la joven pintora Dora Carrington y de su amigo el escritor Lytton Strachey, según usted mismo escribe en el capítulo IV (p.35) de AsdG.
    Tengo que decirle que mi primera lectura de AsdG se remonta a 1988 cuando me recomendaron mi hermana Vicky y mi cuñado Paco Capilla, un libro que me prestaron y luego compré un ejemplar  en una librería de Almería y he de confesar que  me fascinó muy gratamente, quizás el rescoldo de esas cenizas aún caliente hayan prendido en mí como el «árbol talado que aún tiene la vida», para tomar este epistolario donde me gustaría contarle cómo están los asuntos “brenianos”.
    La descabellada idea de escribirle, se debe a que, recientemente, en la primavera de 2006 empecé a maquinar un viaje a Granada, un viaje con mi mujer (Julia Hidalgo). Y como casi todos mis viajes anteriores acaban siendo literarios, en el último (8 mayo de 2005) fui a La Mancha en a buscar a Azorín con motivo del I Centenario de la salida del libro La ruta de don Quijote, y por ser también el IV centenario de publicación de la primera parte del Quijote. Ante el proyecto de mi viaje a Granada, decidimos  visitar Yegen, luego me surgió la necesidad de visitar la Huerta de San Vicente, y así, como armando un rompecabezas topé con García Lorca, y supe que usted fue el primer investigador que indagó sobre el lugar de la muerte del poeta en Nueva York, bueno en Nueva York no, sino por fusilamiento en Víznar; de quien usted dice que le conoció en Granada en casa de los Temple. Nos lo cuenta en la página 291 de AsdG, escribe:  ...y mis dos encuentros con García Lorca fueron tan insignificantes que solamente tengo un vago recuerdo de ellos. Pero cuando, años después, leí su Romancero gitano sentí cuán impregnado estaban esos poemas de la Granada de aquellos días…

sábado, 28 de enero de 2017

Poemario facsímil "Bocadillo de balas" 1983-1986, de Ramón Palmeral.



VER LIBRO EN PDF. (Libro compuesto en Cabo de Gata, Almería en 1983)



 Un poemario de la primera época del poeta Ramón Fernández, cuando residía en San José (Níjar. Cabo de Cata) y Aguadulce en Almería). Son 59 poemas, con una docena de ilustraciones.

PEDIDOS EN LULU, On-line
http://www.lulu.com/shop/ramon-fernandez-palmeral/bocadillo-de-balas/paperback/product-23046059.html



El Cabo de Gata

 

Cobo de Gata, cóccix sentado en la bahía

de Almería, quieto en su estado primitivo,

rupestre de  flora y fauna, singular prisión del tiempo.

Cabo de Gata, cuerno de luna Ibérica

donde se engancha la mar a besar los labios

de acantilados bellísimos.

Cabo de Gata, varón dormido a lo siesta de una

digestión de luz, de cerros a la crema, de playas

a la parrilla, aderezados con sal marina en un

atardecer que pareciera ser el último de la Tierra.

Cabo de Gata, espejismo de África, donde el paisaje

se pasea todo el día y la nuche acompañado de luces,

y cambiando a cada paso, o cada sentada, a cada

palabra, a cada silencio…

Cabo de Gata, volcán viejo y virginal donde su alma

se quedó de sal por mirar atrás; los vientos van

horadando tu faz rugosa y quebradiza.

Cabo de Gata, vigía de culturas enterrarías

en el tiempo y que guardas como tesoros, bajo los dunas

y las hoyas y calderas volcánicas.

 

Ramón Fernández

San José (Almería) 1983

© Bocadillo de Balas, Amazon, 2017