Ramón Fernández Palmeral

Escritor alicantino de novelas, relatos, ensayos y artículos. Su contacto: ramon.palmeral@gmail.com

viernes, 19 de agosto de 2016

"Los misterios de la isla de Tabarca". Relato número 23 de mi libro PERITO EN PECADOS. Intriga, amor, fantasía.








 23

     LOS MISTERIOS DE LA ISLA DE NUEVA TABARCA

 
 1     
     Vine a la isla de Tabarca, situada a unas millas al sur del Cabo de Santa Pola (Alicante), no para matar a un hombre como empieza la novela Beltenebros de Antonio Muñoz Molina, sino para buscar dentro de mí el karma,  la paz interior  y la soledad suficiente como para escribir mi segunda novela después de haber ganado un premio Alhambra de novelas histórica por El cadí de Alcántara. Por ello mi editor me encargó una segunda novela. Yo elegí la isla de Nueva Tabarca como retiro para ambientarme y concentrarme como lugar elegido para mi próxima novela sobre el caudillo Almanzor. No obstante, ahora me lamento, jamás debí aparecer por aquí, porque es una isla llana de fantasmas.
   Ahora tenía un anticipo por derechos de autor para una segunda novela de la cual no tenía claro el título pero el tema me iba sobre  árabes con intrigas, una especie de thiller policiaco-medieval y tenía que estar ambientada en la Córdoba del califato omega, si hubiese sido la editorial de Barcelona está claro que me la hubieran pedido ambientada en Franco Condado, es el precio que hay que pagar al encargo. Ya estaba encasillado en las novelas medievales, en cuanto te encasillan te ponen orejeras y ya no quieren que cuentes otras historias.


    2
 
     Llegué a Santa Pola por la mañana de un lunes de finales de octubre, en invierno, temporada baja de turismo, aparqué mi coche en una de las calles que en forma púas de peine llegan hasta el paseo marítimo. Me acerqué hasta el muelle donde salen los ferrys para la isla de Nueva Tabarca o isla Plana. Embarqué en un catamarán de visión submarina.  Conforme nos acercábamos al espigón de la isla (no tiene puerto) se vía el lienzo de la muralla de defensa, el paquete barroco de la iglesia con su campanario vigía,  baterías de casas de una o dos plantas.
   Cuando bajé del catamarán con mi pesada maleta de ruedas me quedaba una empinada cuesta hasta puerta principal de San Miguel.      Saque la máquina de fotos y tropecé con un hombre mayor sin querer, el hombre se puso a la gresca a vocear, por culpa de mi torpeza, era un hombre fuerte, sin afeitar con boina gastada, moreno casi negro y fuerte Mis disculpas no le valieron, como si la presencia de los visitantes le irritara sobremanera, me disculpé varias veces educadamente, pero el hombre no se venía a razones, tenía un bastón de madera  en la mano grande, no hubo forma de calmar a aquel hombre enfurecido como una tormenta procelosa. Me dije mal empezamos, sin saber yo todo lo que me iba a suceder
    Continué andando por el muelle mientras me alejaba de hombre que se quedaba con sus redes sin dejar de increparme.
    Me alojé en el Hotel Boutique Isla de Tabarca (antigua fortaleza de la Casa del Gobernador). Un hotel con un primer miso y 15 habitaciones.   La ventana de mi habitación daba al mar. Por eso  elegí la isla de Tabarca, para, nunca mejor dicho, disfrutar del aislamiento que te produce toda isla o paraje olvidado de la civilización, escollos, farallones, solitarios faros, cementerio al levante.
    Empecé a escribir en unos folios en blanco de mi ordenador.  Lo primero era buscar un título como una simple referencia, ya había pensado en uno mientras venía en el catamarán, nunca el primer tirulo es el definitivo escribí: ALMANZOR, EL INVENCIBLES. La vida de un visir del califa Hixam II, en la  Córdoba floreciente del siglo IX. Almanzor había nacido en catillo alto de Torrox  en la Cora de Rayya (Málaga) en el año 939. Ahora tenía que encontrar un narrador que me gustara, y tenía a Asmá, la esposa sultana de Almazor. Escribí:






                            Título: ALMANZOR, EL INVENCIBLE.

                                       CAPÍTULO  I.
                         
      La floreciente Córdoba era trono de la Estrella Feliz, título sublimen del califa Al-Hakam II,  época en la que se inauguró una biblioteca pública donde se encontraban los incunables más raros y exóticos de los griegos, indios y orientales, como el "Kitaba al-ganai"  de Isfahani.  Pero la fecha más importante de mi vida, fue el día de mi matrimonio con Mohammad Ibn Abi Amir, luego  llamado Al-Mansur o Almanzor el victorioso. Era la fiesta del Neiruz, el primer día de la luna de muharram de año 367 de la Hégira, lo recuerdo porque coincidía con el  primer día del año, se celebró en los jardines risueños de la almunia de al-Almiría, que le regaló el califa como presente de boda, un alcázar rodeado de frondoso bosque y deliciosas sombras, rica agua, un valle resguardado del viento de las sierras, nunca un jardín tuvo un emplazamiento más acogedor o seductor.  Jardines de romperían con rostro guarnecidos de flores, arcos en forma de herradura, decorados de estucos, hermosos decorados y mejores aposentos que hacía gala de arte y riqueza, un poeta de Babdag dijo al verlos que eran lugar de viciosa frondosidad.
Yo fui paseada por la ciudad  montada en una yegua muy bien enjaezada, mis vestidos de seda y velos cubrían mi rostro, lucía ricas aljorfas, me acompañaban, familiares, amigos y nobles caballeros, delante de mí iba el cadí de Córdoba, los jeques y testigos de mi boda. Después de la ceremonia en la que hubo banquetes, zambras, alimas y jeceles, hubo regalos para los poetas y limosnas para las aljamas, hospitales e imágenes. Luego fui llevada al pabellón nupcial, donde custodiada por mis damas y esclavas esperé a mi esposo el resto del día y de la noche, la fiesta continuaba fue en los jardines, las risas y los cantos resonaban en las bóvedas de mis aposentos. Tenía cierto temor a encontrarme con mi esposo, más que temor, eran dudas de no gustarle lo suficiente ya que no soy lo bella que son otras mujeres de Córdoba,  lo había visto tan sólo una vez a través de la celosía en el alcázar real, porque mi padre era el Hayib Gálib del califa. Jamás entré en el conocimiento de por qué quiso tomarme como esposa, pero que duda mi esposo quería tener como amigo a una persona influyente en el califato.  La primera noche llegó mi esposo tan cansado que no me tomó no pudimos sellar ni consumar el matrimonio.   Al día siguiente un mensajero le dijo a mi esposo que había revueltas en la frontera y se marchó con un reducido ejército de taifas y beréberes africanos a Medina Salamanca por la puerta de Toledo, no me explicaba cómo prefería el reposo de las armas al reposo de los brazos de su esposa, cabía la  posibilidad de perderlo sin consumar el matrimonio, mi padre me hizo que ningún muslí podía renunciar  a la llamada de la yihad o guerra santa, y me conformé.     
El cerco de Salamanca duró tres lunas sin que pudiera reblandecer la muralla con los almajaneques y no tomar la plaza, y regresó a Córdoba, no sin antes sin saquear los arrabales y campos de salamanca, ganar castillos cristianos y apresar esclavos. Otra vez se trajo a Córdoba las campanas de Santiago de Compostela.  A la primavera del año siguiente volvió para ganar León encontrándose  en campo abierto a las huestes del rey cristiano don Ramiro III...

               
                         
 4
    Había escrito un folio y medio y la inspiración se me había ido. Yo seguía el procedimiento habitual, para escribir, lo primero era sentarse.
    Todavía no había visto nada de la isla de la que me habían contado que tenía forma de madeja mirando al Este. Pasé por la puerta de San Rafael hacia una roca batidas por el mar. Allí oí un siseo alguien que me llamaba desde  unas cavidades rocosas bajo la muralla, especie de gruta, me acerqué y vi que un hombre muy extraño con vestimentas muy antiguas, medieval, y con un parche de pirata sobre el ojo izquierdo como el de la Princesa de Éboli, me llamaba para que pasara a su interior, me acerqué con ciertas reservas para saber qué era lo que quería de  mí, pensé de inmediato que buscaba ayuda, cuando bajé a la cueva no más grande que una habitación le seguí por una especie de túnel, iba yo  detrás del pirata medieval que insistía en  enseñarme algo, vi bajo la luz de un candelabro que eran los resto de un barco el cual estaba lleno  de ánforas romanas de alguna excavación clandestina, cofres cerrados, remos y algunas joyas, el extraño hombre hablaba en un idioma que yo no entendía, aunque sí su mímica, me decía que cogiera un medallón circular de un palmo de diámetro con una media luna de marfil en su interior que giraba dentro de un círculo por sus extremos,  en cuento cogí el medallón noté que desprendía calor y el hombre del parche en el ojo quería decirme que me lo quedara.
    Cuando lo tuve en mis manos, el hombre desapareció de repente de mi vista como si se hubiera metido por una puerta invisible o una puerta del tiempo, entre los muros macizos de aquella gruta en la que se podía oír el batimiento del mar. Por qué razón me lo ofrecía a mí y no a uno de la isla, a un foráneo, a lo mejor no se fiaba de ninguno de la isla y quería salvarlo, pero de qué.
    Salí muy nervioso de la cueva y la tarde se moría en una hemorragia suspendida que jamás había presenciado, me dirigí a mi habitación del Hotel para examinar el medallón que tenía una decoración periférica muy extraña y darme cuenta de que era cierto lo que habían visto mis ojos.  Cuando me tranquilicé bajé a cenar al restaurante del Hotel, no era yo el único comensal porque vi a una mujer cenando de pelo caoba, piel blanca y de cara rolliza, con un parecido a la Mónica Lewisky. Cuando llegó la camarera a servirme, una morena de unos treinta años de muy buen ver y mejores caderas.  Pude confirmar por su forma de hablar que era tabarquina, más tarde a los postres como quien espera que se le dé el visto bueno a la comida, le pregunté que quién era el pirata que vivía en las cuevas junto a la iglesia, cuando ella me dijo que nadie yo me quedé aún más asombrado,  fue el momento de describir al hombre, y cuando le di los detalles de su aspecto y del parche en el ojos.
    –¡Ah!, con que el moro Mohamed se le ha aparecido a usted cerca de la cueva de Lobo Marino –me respondió con naturalidad como si se tratara de un personaje familiar normal sin la más  mínima expresión de miedo… Hacía tiempo que no sabíamos nada de él. Tiene que tener cuidado de que no se le meta en el cuerpo. Ya pasó con un santapolero.
–Yo no creo en espíritus que se aparecen –le dije con rotundidad.
–Pues créaselo. Pregunte, pregunte a los vecinos de la isla.


    Me quedé pensando que se había equivocado de persona, luego me estuvo contando la leyenda que existía en la isla de un moro corsario que invadió la isla hace siglos y que la gente de la isla lo apresaron y lo mataron,  luego lo echaron en el interior de una cisterna o aljibe cerca de un islote que ahora llaman Cap del Moro, cuando fueron a la cisterna para sacarlo y enterrarlo, el cuerpo del moro difunto no estaba dentro, había desaparecido, dicen que como venganza se quedó en la isla junto a su tesoro, y esa era toda la historio, pero yo no le dije nada del medallón  que me había regalado el moro, no fuera a que me lo pidieran como parte del patrimonio de la isla, además era la prueba de que había sido cierto la aparición del espectro.
      La chica camarera era una morena muy guapa, me dijo orgullosa que era familia de los Capriati y se llamaba Miranda, me gustaba hasta el nombre, como no le vi el anillo de casada le propuse, no sin cierto atrevimiento, si me dejaba acompañarla hasta su casa cuando terminara el trabajo y así podría contarme cosas de su extraña  isla que no vienen en las guías ni en los folletos de turismo, a la vez, te mueven al presagio de una aventura secreta.  La verdad es que no había mucho trecho que acompañar porque el poblado de San Pablo es pequeño con  las casas concentradas en la parte oeste de la isla ceñidas por la muralla de defensa.   Con cierta brusquedad me dijo que ella no se iba a perder en su isla, y como entendió que yo pretendía cortejarla, aceptó con un bueno, haga usted lo que quieras. «No me hables de usted» –le dije para intimar. Lo siendo pero usted para mí es un cliente más.
        La luna nueva se había adueñado de la isla, navegante al poniente con sus reflejos de plata como lomos de besugos. El ruido de las olas se dejaba sentir con una monotonía a la que dejé de prestar atención.
     Miranda me habló sin parar con una facilidad inusitada, sin querer me enteré de que la  mujer pelirroja del restaurante eras una alemana de Colonia asidua de la isla, muy simpática y de mi edad. ¿Pero qué edad te crees que tengo? Me echó uno 40 años rebajando. Cuando en realidad yo tenía 29 años. Quizás la barba me envejecía. Siguió contándome datos de la isla que yo sabía porque  los había leído, pero puse cara de no saberlo, que la isla era Patrimonio Histórico Artístico desde 1964 y Reserva Marina desde 1986, y que en ella no se podía pescar ni bucear, salvo con permiso de la Consellería, que la isla tienen unos 1500 metros de longitud y una anchura entre los 50 y los 600 metros, que en el pueblo hay dos bandos: los que quieren que la isla prospere turísticamente, y los conservadores, como su padre, son de los que quieren que la isla continúe salvaje, sin tantas molestias por parte de los turistas.
     Miranda  una magnífica guía que sabía mucho de la isla me apuntó que su apellido era originario de genoveses, de los que fueron expulsados en 1786 de la Tabarca la vieja en Túnez.  Las piedras de las murallas las sacaron del islote llamado precisamente La Cantera, me estuvo dando detalles para turistas que en realidad no me interesaban, yo deseaba conocer las leyendas y las supersticiones de la isla. Mañana, vaya usted al Museo Nueva Tabarca en el Almacén de la Almadraba y verá nuestra historia.
    Los ojos de Miranda eran espejos de cierva bajo la Luna, se iluminaban al hablar de su isla con gozo de virgen, yo me hacía ilusiones en seguir viéndola con una relación distinta a la de camarera  en el restaurante del hotel de la Casa del Gobernador, sino en una relación más íntima, pero las ganas se me quitaron cuando al llegar a la puerta de su casa que estaba abierta, vi dentro al hombre del garrote sobre el que me había caído esa mañana, así que sin que le diera tiempo a que me viera me despedí de Miranda con un saludo rápido.



5
   Regresé  a mi habitación del hotel con cierta preocupación, no fuera a ser que,  en la soledad de las calles, me asaltara el moro Mohamed del ojo con parche, ya no estaba yo como para pasearme en mis propios pensamientos, que eran muchos para un solo día. Cerré la ventana a pesar de que hacía calor, esa noche no pude dormir, dando vueltas en la cama, tenía que comerciar con el insomnio, sacar provecho de su vista, me hizo coger un libro para leer un poco, tampoco podía concentrarme en la lectura, pasaba las páginas sin haberme enterado de nada, me levanté para escribir como si mi personaje, el invencible Almazor, me esperara agazapado tras la pantalla del ordenador. Pero ya no me interesaba la novela que acaba de empezar sino que me interesaba la leyenda del moro Mohamed que me había dado un medallón y tenía allí delante de mis ojos como un imán mental. Me documentos sobre el temido corsario Dragut del siglo XVI que en 1550 había asolado las costas alicantinas. Era un personaje anterior a los habitantes de Tabarca que vinieron en 1769. Por ello, cambio el nombre de Dragut por el de Dragutón y situarlo dos siglos y medio posterior.  Y empecé a escribir una nueva novela.






                    Título: DRAGUTÓN, EL SANGUINARIO

                                     Capítulo I

    El 24 de mayo de 1790, desembarcó en Isla de Santa Pola el corsario Turgut Reis, llamado Dragut por los españoles, con 14 galeras. Con pretensión de atacar Alicante y su rica huerta de San Juan, arrasando los cultivos y apresando a toda la gente que encontraran para hacerlos cautivos y cobrar rescate por ellos. Los cristianos se guarecieron en su torres refugios desde cuyas almenas se defendían, una de ellas era la Torre de las Águilas, y la de la Santa Faz en la villa de San Juan.  Cuando las gentes de alrededores, tras cundir la alarma, acudieron a la villa hicieron frente al pirata Dragutón se vio obligado a reembarcarse y huir mar adentro a la isla de santa Pola, lugar de refugio donde no llegaban la galeras reales.
    En la isla había unos veinte vecinos que tuvieron que abandonar sus casas y ocultarse en la torre de la una Isla de Santa Pola donde prácticamente no había refugio para tantas personas.
    En esta ocasión, abordó las playas de la Albufereta. Desembarcaron algunas compañías árabes que se hicieron dueñas de las posiciones en la Serra Grossa y en la Sierra de San Julián. Más tarde, se apoderaron del Tossal de Manises, donde colocaron dos cañones con los que atacaron (y mucho) a la población.
     Al parecer, querían hostilizar la huerta para atacar la ciudad.
Sin embargo, la artillería del Castillo de Santa Bárbara y de los baluartes les obligó a  los corsarios a reembarcarse precipitadamente, abandonando sus pretensiones de ataque y saqueo de la ciudad de Alacant.
Nunca más, que cuenten las crónicas, se vio a Dragutón atacando nuestras tierras de Alicante, pero se quedaron en la isla de Santa Pola…

 
   6
      La idea del medallón me iba a servir para inspirarme, sin querer meterme en una historia de Las Mil y una Noche.  Me levanté para ver el medallón y me di cuenta que la media luna color marfil se había puesto de un color púrpura como un rubí, y al tocarlo me quemó levemente el dedo índice y pulgar, ardía o era un aviso, usé en dentífrico parta aliviar la quemadura en la yema del dedo. Esta situación empezaba a inquietarme, casi a hacerme salir de la isla. Un vientecillo lebeche empezó a traquetear la ventana como toros llenos de bravura, la volví a cerrar con fuerza, pero al par de hojas se resistían, Era una vendaval  procedente del Levante. El mar resonaba encorajinado con toda su furia, las cavidades rocosas como cañonazos de olas, cavidades sonoras a nivel del mar que existen frente a la pequeña cala de la Casa del Gobernador, el mar no es que estuviera rizado, sino escaldado. Las ventanas de la habitación silbaban cada ven con mas fuerzas como si hubiera llegado un ciclón, y ya, no había forma de abrir una puerta sin enfrentarse a su resistencia aerodinámica del temporal que se avecinaba, y esto era solo el principio.


    Al día siguiente desperté y miré la isla, los dos estábamos desnudos en nuestras soledades: la isla y yo. El vendaval continuaba dando fuerte el mar se había puesto emborregado y prácticamente no se veía nada.
    A la hora del desayuno bajé hasta el restaurante, no vi a Miranda, sin embargo, allí estaba la alemana, que me miró con sus ojos zarzos con cierto alegría de ver allí a un ser humano y con ciertas aceptación de que ocupara el asiento del conductor de su mesa.   Así lo hice, diciendo mi nombre primero como se hace en las películas, se presenta uno y ya está dado el primer paso.
     –Me llamo Miguel Bozas, y el ofrecí la mano. ¿Le importa?
     ­–Yo Hildemarie Fiegenbaummen. Siéntese vos.
     Hablaba español con acento argentino.
    Empezamos criticando el mal tiempo, y dijo que ella buscaba precisamente los días así, que por eso visitaba la isla, se asombraba de que yo me extrañara del viento. Entonces, vos vino a la isla del viento, ahora no se queje. Le respondí que a lo mejor me iba esa misma mañana, y ella negó con la cabeza mientras le daba una cuchillada al croissant, ¿por qué no?" le pregunté, seguramente con la fuerza de este temporal no llegan los ferrys,  y se sonrió llevando  una arruga a la comisura de los labios que le daban una riqueza de mujer experimentada que calzaba ya la edad de los 50 años en plena menopausia. O sea, que ahora sí que estamos verdaderamente aislados, entonces me iré en cuanto llegue un ferry, dije como consolándome a mí mismo. La alemana se disculpó diciendo que tenía que trabajar, se marchó sin yo atreverme a preguntarle por sus labores, ni a mí me importaba.
     No iba a ser fácil concentrarme en mi novela sobre Dragutón con el viento azotador de un invasor que se convierte en preocupante para quien no le conocemos, cuerpo de invisible visitante, el silbido del viento te llama sin cesar como de una advertencia inminente y te pone la cabeza sonada.  Me atreví a abrir la puerta del paraíso para salir a la calle y dar un vistazo, el viento me lapidaba con sus cuerpos extraños cargado de perdigones como un tiro de caza, las puertas de las casas cerras, no había un ser humano por ninguna parte, cómo los iba a ver, y para soportar ese vacío de un lugar que no se ve a nadie, como si todos me hubieran dejado solo en la isla, había que estar preparado psicológicamente, en los prospectos turísticos no te hablan del viento que hace aquí. Quizá hay que tener mentalidad de isleño y no de peninsular. El viento te intranquiliza y te ataca los nervios.
       Así que no tuve más remedio que regresar a mi habitación para encerrarme, para ocultarme del viento si podía. Para abrir una puerta había que cerrar otra. En el momento en que yo me acercaba por el pasillo a mi habitación vi que Miranda salía con su bata de faena de limpiar mi habitación, me dio mucha alegría ver a alguien y sobre todo a ella. Quería darle conversación,  pero ella no me hablaba, era muy distinta a aquella chica parlanchina de anoche a la que le brillaban los ojos con un destello de luna en el mar, parecía como si el viento también le trastornara, no me di cuenta que se sentía en cierto modo humillaba por el trabajo de limpiadora que hacía, además yo le impedía con mi charla trabajar, no me daba cuenta que ella pensaba en enamoramientos y cosas de esas como matrimonio, sin que supiera que yo tenía fobia al matrimonio y por eso jamás me podría casar, ni con ella ni con nadie. Tenía la historia en la cabeza pero no tenía inspiración para pasarla al ordenador. A veces hay que recurrir a las botellitas de las neveras de los hoteles y tomarse un par de botellitas para empezar con un borrador, pero para empezar a escribir, la única fórmula que conozco es la de sentarse. Primero sentarse. Coger un bolígrafo un folio y empezar a emborronar dibujitos hasta conseguir que salgas las palabras y las ideas:
              

    …mujeres y niños se cobijaron con la gruta  del Lobo Marino, para no ser hechos esclavos por la flota turca que acaba de desembarcar en la isla. Eran feroces y no entendían de compasiones. Los hombres se unión con su armas en un grupo, al mando de ellos estaba un cristiano viejo, llamado Aurelio de la Vega. Había que actuar en algún tipo de sabotaje contra las galeras del turco Dragutón. Y había que actuar rápido antes de que la marea subiera por el temporal que se avecinaba e inundara la cueva donde se refugiaban las mujeres y los niños. Y venía temporal de levante, el mar los alcanzaría la gruta del Lobo Marino, aquel refugio era muy precario.

7
   Llevo una semana en Tabarca, aceptando el paso del vendaval como algo normal, a pesar de que estos vientos constantes te pueden volver medio loco. Tengo que seguir con la novela el corsario Dragutón de la isla.  Me he dejado encariñar por Miranda. La alemana, cuyo nombre no recuerdo ha aceptado mi amistad de huésped en los desayunos y cenas.
     El medallón que me dio el pirata Mohamed cambia de color según el día, es como un avisador  del tiempo que se acerca pero yo no sé interpretar.
     Estaba convenciéndome a mí mismo, que era normal que un moro muerto hacía siglos se me apareciera y me diera un medallón, debía estar perdiendo la razón, la lógica de la ciencia, estaba inquieto, lo que conozco pero no hasta tal punto o es que  el viento de Tabarca te vuelve loco. 
      Una tarde decidí acercarme hasta las oquedades de la muralla junto a la iglesia de San Pedro y San Pablo, allí debía encontrar alguna explicación a lo que estaba pasando. Aproveché la tarde para entrar con la linterna del móvil, el especio ganado a la roca por excavación, pero no estaba el túnel que bajaba hacia el interior, toqué la roca volcánica, di unos golpe, imploré que se me apareciera de nuevo, la falta de explicaciones a un fenómeno tan extraño me hacía sentir un vació en mi lógica cotidiana. Un efecto que no había soñado y que no podía dar por válido, y cuando uno no acepta la culpa, el error, la humillación o la insolencia se siente  terriblemente enfermo.  Me parecía que tenía fiebre.
     Desilusionado busqué de nuevo a Miranda para contarle lo del  medallón que me dio el moro Mohamed, no podía seguir así, cruzándome de brazos, argumentado que en Tabarca podían aparecer los espíritus con la facilidad que entra el viento en la isla y lo confunde todo. Yo no creía en fantasmas ni en espíritus pero cuanto más tiempo pasaba en la isla, más  convencía de su posible existencia. Haberlas ailas dicen en Galicia respecto a las brujas. 
    Pude ver a Miranda a la hora de la cena, le dije que cuando terminara del trabajo quería hablar con ella. Cuando terminé de cenar le hablé del medallón que cambiaba de color, eso no lo sabía ella, incrédula aceptó en subir a la habitación a verlo. El medallón tenía ahora un color verdoso, y que yo no podía interpretar, si lo supiera descifrar quizás supiera lo que iba a avecinarse.  Tomé el medallón, Miranda y yo nos acercamos de noche hasta la gruta del Lobo Marino, o cueva del moro Mohamed (o quizás era el corsario Dragut). Otra vez estábamos los dos en las nocturnas calles del poblado de San Pablo en Tabarca.
     Allí en la gruta estaba el túnel misterioso, que bajaba hacia el supuesto lugar de un naufragio de barco con ánforas romanas, pero al llegar hasta el lugar previsto no había tal cosa sino que todo el espacio era una manta en el suelo todo decorado con candelabros rosados y música apaciguada,  ella se enfadó por el motivo de engáñala tan sutilmente para estar con ella. El lugar era otro, aquí no he estado nunca, es la primera vez que lo veo, le dije disculpándome. Notamos la intensidad de un perfume afrodisiaco, sentimos calor, no podíamos resistir nuestros deseos de amor allí en un lugar tan privilegiado para besarnos apasionadamente, sentí el calor de sus labios.  Cuando estábamos tan entusiasmados, oímos voces, y al abrir los ojos nos encontrábamos en la playa de una cueva que daba al mar, una voces inteligibles salían del interior y salimos por donde habíamos entrado.
 
  Esa noche después de cenar y tomar una copa vi a la alemana que estaba bebiéndose una cerveza en la barra del hotel. Me acerqué a ella, y en seguida empezó a contarme las desgracias de su vida, que le hacían alejarse de Alemania, buscando un refugio espiritual como esta isla de Tabarca. Estaba depresiva y empezó a llorar, necesitaba cariño y alguien que le prestara atención. La verdad es que era una mujer voluptuosa pero atractiva. Después del calentón que había tenido con Miranda, la alemana de la que jamás aprendí su nombre ni apellido, hicimos el amor en su habitación.   



  8
    A mi novela sobre el corsario Dragutón había que darle un empujón, llevo aquí dos semanas, jodiendo con una alemana, engañando con palabras a una isleña y no habiendo pasado del primer capítulo.
    Mi editor me llamó al móvil quería que le mandara ¡ya! unas páginas por correo electrónico. Me amenazó que si no le mandaba algo vendría el mismo a visitarme y tomar unos días de descanso conmigo. Ahora no. Le dije que no viniera que esto era la muerte, el culo del mundo, lo que me faltaba era decirle que había fantasmas.  Esa misma tarde me hice cinco folios y empecé el segundo capítulo. Por la noche esperé a Miranda para acompañarla hasta su casa quería hacerle miles de preguntas, me contó una fábula de un  antiguo pescador de la isla que tocaba la armónica en su barca creyendo atraer a los peces, que su armónica los encantaría y al acercarse a su barca los cogería con la mano, pero como los peces no se acercaban entonces inventó el ral o red redonda para lanzarla desde la barca y cogía muchos peces con ese sistema, entonces le dijo a los peces: Yo creía que os gustaba la música  porque saltáis de alegría cuando os sacas del mar. Pero viendo que con la música no conseguía atraerlo siguió con las redes y cada vez las hizo más largas y laberínticas como una red de almadraba.  Yo sabía que me sonaba a una fábula de Esopo, no conocía con el que se contaba la fábula en la isla, y cuando nos acercamos a casa y vi a una de sus hermanas felicitarla con su cumpleaños y decirle que se aligerara para soplar las velas de una tarta, en una fiesta de amigos y familiares yo vi la ocasión de entrar en su casa como uno más estabas todos muy complacientes conmigo; por eso, el sentido de la moraleja de esta fábula la descifraba con la siguiente fórmula:  Si el pretendiente no se acerca con la música de la dama hay que tenderle las redes. Toda su familia estaba muy complaciente conmigo, con el escritor. Menos su padre.
    En casa de Miranda se habían reunido sus hermanos: dos varones de una percha impresionante, una hermana menor, su padre que me miraba con cierta resignación en aceptar mi presencia, su madre cariñosa y amable hasta la melosidad, varias amigas vecinas y el cura, era lo único que me faltaba.  Pero mi alivio fue saber que el cura estaba allí para unos días, no estaba fijo, sino que venía los sábados para la misa.  
    Aprecié que era una familia modesta, la casa era amplia y reformada con patio interior, los trabajos que desempeñaba ella y el  padre no demostraban su patrimonio, no entendía que la isla producía el trabajo que en realidad requería su mercado turístico.
    Esperé la  ocasión para hablar con el cura, como hombre ilustrado.  Cuando el conté mi oficio de escritor me habló de la pequeña biblioteca existente en el despacho del cura párroco junto a la sacristía de la iglesia, tesoro de libros sagrados y otros que se conservaban de los primeros colonos y que trajeron consigo de la Tabarka tunecina.  Me ofrecí en investigar sobre la isla si me dejaba meter las zarpas en tan exótica biblioteca, petición a la que dio permiso y me presentó a Jacinta, la beata o guardiana de la llave de la iglesia.
    Cuando terminé de hablar con el cura se despidió con que se iba  al día siguiente en el ferry, entonces, si había barcos yo me podía también marchar, pero tal y como estaba el temporal de levante no se podía salir en barco de la isla.  Pero yo había cambiado de opinión,  ahora no tenía intención  de marcharme porque tenía otras cosas pendientes, además de escribir mi novela. Ahora estaba ocupado con investigar en la profundidad de la historia de la isla en la biblioteca. Tenía un medallón indescifrable. Una historia entre mano, que apuntaba bien. También debía reconocer que Miranda me gustaba mucho, y sobre todo después de la fiesta de su cumpleaños en las que todos fueran tan amables conmigo. Me sentía aceptado en la familia tabarquina,  incluso hasta por el hombre del bastón, que era su padre.


9
   Regresé muy tarde al Hotel, no sabía la hora que era ni tampoco nadie me esperaba, la conversación en el convite en la casa Miranda me daba nueva ideas sobre mi novela de Dragutón. En cuanto abrí la puerta de mi habitación, oí en el mismo pasillo que se abría la puerta de la alemana, con bata, despeinada, con ojeras, cargada de alcohol, y empezó darme una bronca a puros gritos como si fuera una esposa cuando llega el marido tarde:  No creas vos que me puedes dejar así como a así por esa monada. Puse cara de no entender. Así no me la vas a pegar con esa camarera, a mí no me desprecia nadie dijo chillando mientras se tambaleaba en la puerta de la habitación.  ¿Qué camarera?, pregunté abriendo las manos como queriendo dar a entender que yo podía hacer lo que quisiera.  La morenita del hotel, que no me dejas, cómo te lo tengo que decir que no, que no me dejas, a la vez que ponía cara de enfado y se le salían los ojos de dolerle las muelas.
     «Acuéstate -le dije y olvídame–, estás borracha».  Ella se echó a llorar con desconsuelo como último recurso para llamar mi atención y entré dentro de su habitación para saber a qué venía aquel espectáculo si tan solo nos habíamos acostado una sola vez y lo hice por elevar su autoestima. No creas que a mí se me deja tan fácilmente, si me dejas soy capaz de cualquier cosa, te acuestas conmigo y al día siguiente me desprecias, me olvidas como si yo fuera una prostituta, como si yo no tuviera sentimientos. Por favor, no me dejes, no me vayas a dejar, yo te quiero, eres el único hombre que he querido desde la muerte de mi hija. Di que no me va a dejar por esa chica.
     La alemana insistía llorando y secándose las lágrimas con el dorso de la mano, sentados los dos en el borde de la cama, luego empezó a besarme, la verdad es que no sabía muy bien lo que hacer si consolarla o marcharme y dejarla allí en un estado de nervios que no me daban tranquilidad. No podía despreciarla. Sería peor. Ella se echó sobre mí, empezó a besarme con sonoros besos por el cuello, por el pecho, por el vientre y llegó a meterse en la boca todo mi ser vesubiano, prepuciano hasta que noté que, a pesar de mi no-disposición a hacerle el amor a tan desequilibrada mujer, se me puso de mármol con un David de Miguel Ángel.  Creí ingenuamente que una noche más con ella le iba a sentar bien, que, después, una explicación por la mañana sobre mi limitada disponibilidad amorosa, le iban a hacer comprender que yo era un capricho ocasional nada mas, y por supuesto que nos separaríamos siendo tan sólo, amigos, pero no, no fue así.  
    A la mañana siguiente cuando me desperté en la cama, la alemana había bajado a la cocina a por el desayuno que me lo traía en un bandeja con una roja de plástico en un vaso, y además su contento había despertado interés en la gobernanta y cocinera por saber quién era el afortunado que estaba en su dormitorio, y que sin duda no iba a quedar en el secreto. Yo no quería que Miranda se enterara de mi lío con la alemana.
    Yo había cometido un error imperdonable, el de apiadarme de una mujer sola y menopáusica que sin saber por qué causa o razón se refugiaba en aquella isla desértica reina de los vientos tan lejos de la civilización y de su ciudad de Colonia.
   Cómo podía yo concentrarme en mi Almanzor, si no encontrar paz, para qué había elegido yo Tabarca, sino para sentirme relajado y comprar tiempo.  El tiempo que me quitaba la alemana con sus actos, no comprendía su necesidad de cariño por mi parte, ella me lo ofrecía todo a cambio de una fidelidad convertida en amistad, pues entre nosotros no cabía otro asunto.   Ella era una esponja de cariño, de atenciones, me decía que quería reciprocidad. Después de desayunar me disculpé diciéndole que tenía que trabajar, me fue a  mi habitación y abrí el ordenador:

     …Aurelio de la Vega y sus hombres nadaron para hacerse con el control, de un barco. Sorprendieron a las centinelas y lucharon hasta hacerse con el control. Dragutón en venganza prendió fuego a todas las casas de la isla, que ardieron con facilidad porque eran cabañas más que casa de mampostería. El turco Dragutón sabía que los habitantes de la isla estaban ocultos en algún lugar de la isla pero no sabía dónde, esto solamente era cuestión de tiempo, porque la isla no tenía escapatoria.
    Uno de los piratas dijo que había encontrado una gran gruta marina, a la que se accedía por un peligroso acantilado, y allí se dirigió aquel grupo de piratas sin compasión para hacerlos cautivos, y venderlos en alguna ciudad del Norte de África.
    Las mujeres y los niños refugiados en la gruta del Lobo Marino ya no estaban seguros. Hallaron unos antiguos restos de un barco antiguo naufragado, tenía una especie de tesoro, entre ellos un medallón con una madia luna que giraba. No era…
    


10
    La curiosidad de que el despacho del párroco dispusiera de una biblioteca sobre Tabarca podía más que la obligación que me unía a un editor que me había pagado por anticipado por una novela, de la que no era capaz de salir del II capítulo, por eso le pedí a Miranda que le pidiera la llavea Jacinta, la Beta, y me acompañara dentro de la iglesia pues según dicen posee una cripta o sótanos donde antiguamente se almacenaban víveres y otros enseres de pesca. Después de comer fuimos los tres: Jacinta, Miranda y yo al despacho del cura... Encontré un libro antiguo de repoblamiento de los primeros habitantes de la liste, y to tomé prestado, y así se lo hace saber a Jacinta que me lo llevada por unos días.
    Cuando regresé a mi habitación, la alemana estaba en mi habitación tendida en mi cama y  temblando de frío, sumida en la inseguridad, sin arreglar., llorando diciendo que le habían robado todas sus joyas y su máquina fotográfica profesional, en secreto me decía que sospechaba de Miranda, ya que era la sirvienta que entraba a hacerle las camas, estaba segura.  Yo no podría aceptar la acusación, sabía que ella era incapaz de cometer un robo, no era una condición. Era un tema que estaba muy visto: el de culpar al servicio del hotel.
    La alemana quería ir a Santa Pola a presentar la denuncia, yo le dije que se espera, que no se precipitara  que no se podía acusar a una persona sin pruebas, que yo me comprometía a hablar en serio con Miranda. Se puso muy pesaba, luego se bebió un whisky, se fumó medio paquete de rubio, a mí me interesaba clamarla para que no metiera a Miranda en un lio penal, pues la fama se pierde en un momento pero luego, es posible que no se restituya jamás. La alemana estaba, sin motivos,  celosa, enfermamente celosa.
    La cuestión del supuesto robo se supo en todo el Hotel, y la recepcionista del mismo le pidió a Miranda que no volviera por el Hotel hasta que se averiguara la verdad. Yo hablé con Miranda, se puso de un humor de las que se tiran a los pelos de quienes las ofendes, yo estaba en medio de las dos haciendo de árbitro.  Me vi obligado a consolar a la alemana para que no denunciara, no son muy dados estas mentalidades protestantes a confesarse con alguien que no sea su psiquiatra, me contó que ella fue fotógrafa que incluso hacía trabajos para Nacional Geografhi, pero ocurrió una desgracia, su hija también fotógrafa se tiró por una ventana en Nueva York a los veintitantos años de edad, sin haber encontrado la explicación, la alemana perdió la relación con su marido, un argentino, porque, reconocía, que se puso insoportable, desde entonces viajaba a los lugares más solitarios para descansar, no para hacer fotos profesionales.



 11
   Por aquellos días llegó a la isla un joven apuesto, hijo de don Agustín, un importante industrial de zapatos de Elche que tiene aquí una casa, lo que no supe es que el joven había pretendido anteriormente a Miranda, y cuando se enteró de los rumores de robo en la isla se presentó ante mí con una furia de solucionar las cosas hablando con la alemana, al cual estaba cada día más nervioso, y más desequilibrada, capaz de cualquier tontería, como la que hizo tres días después de lo del supuesto robo, como atiborrarse  de barbitúricos,  y sobre todo allí que no hay ni médicos, una urgencia y como te tienen que llevar en barco porque helipuerto no hay, te mueres, esta isla es para descansar y no tomarse los asuntos muy a pecho.  
     Por aquellos días volvió el levante de tormenta, olas de hasta nueve metros, un yate naufragó de noche en los islotes de..., todo el pueblo bajó de noche para salvar a la tripulación, llevaba un cargamento de drogas, se armó un zipizape porque algunos habitantes de la isla no querían dar cuenta de ello, la tripulación se salvó, eran 4 italianos.
     
     La alemana se puso muy contenta cuando vio que Miranda y el nuevo joven y apuesto Agustín salían juntos, como si ese joven me la hubiera quitado,  desde luego, era una amenaza, un tipo más joven, que yo, apuesto y con pasta.  La alemana no entendía que yo no quería con ella una relación afectiva duradera, fue un error apiadarme de ella. Pero ella no me escuchaba, no quería entenderme, y le daba igual todo lo que le decía, primero me decía sí, sí, y luego al desequilibrio otra vez porque era una persona sin voluntad, una enferme sin cura. La alemana, histérica, se lio a bofetadas conmigo, así porque sí, como una forma de desahogo. Tomé la puerta y me fue dando un portazo.
      Otro día que me acerqué al faro de levante, cerca de la antigua torre o castillo, para escribir mis notas en un bloc, vi que de lejos había un bulto, cuando presté atención me di cuenta que era la alemana que me estaba vigilando como un detective privado, eso era el colmo, fui hasta ella, y cuando todavía no me había acercado lo suficiente, resbaló cayó por el acantilado, no había un solo testigo que pudiera hacer valer  mi coartada de inocencia. Me entró el pánico y en vez de dar  parte a la autoridad o al pedáneo, cometí un gran error, bajé  hasta el cuerpo de la alemana que ya estaba muerta. Y sin pensármelo más la enterré en el lugar donde cayó con algas y piedras en un lugar oculto, no muy lejos del mar.
     Días después, volvió el enloquecido viento y el temporal de levante. Cuando creí que todo estaba olvidado, apareció el cadáver de la alemana por el rugir del temporales de fondo que visitaban la isla como una clara intención: la de limpiar de toda clase de cadáveres de las playas que, se hubiera podrido si el mar no ejerciera su función renovadora de limpieza.  Por primera vez vi a la Guardia Civil en la isla vinieron a levantar el cadáver aparecido en la playa principal de Tabarca.
   Después de hablar con los vecinos, los guardias me acusaron de su muerte y del robo de un medallón y de un libro antiguo en la iglesia. Yo, ahora no entiendo nada. Me detuvieron y me metieron en el ferry, sin darme muchas explicaciones, dirección a la Comandancia de  Santa Pola. Volvía esposado. No puedo salir de este infierno de paraíso isleño.
   
     Increíblemente pero cierto, cuando estábamos embarcando en el espigón del puerto, los personajes de mi novela, un grupo de hombres armados con espadas, vestidos como en el siglo XVI  se liaron a golpes contra la pareja de la Guardia Civil, y me liberaron de ser detenido y llevado a la cárcel. Qué quedé libre pero preso en la isla, pues me dijo don Aurelio de la Vega que no saldría de la isla hasta  que no acabara la novela Dragutón, el sanguinario. Porque si yo me iba sin acabar,  sus vidas quedarían en un limbo de ficción.

     A veces, lo mismo que podemos ir de la realidad a la ficción, la ficción puede venir a la realidad, o que pueden hablar con los lectores, a pesar de ser seres invisibles.   
    
      Estoy encerrado con llave y oculto en la antigua  torre, y custodiado por hombres de don Aurelio de la Vega, sin poder salir hasta que acabe la novela, ello me obliga a tener  que liberar a todas las mujeres y niños de la gruta del Lobo Marino.  Miranda se fue a trabajar a Benidorm. De las joyas de la alemana nada se supo. 

Relato número 23 de mi libro "Perito en pecados", Amazon 2916. Ramón Fernández Palmeral


en 19:21
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Etiquetas: Tabarca. Relatos.

"Nerja y la Axarquía paisaje, historia y enigmas" José Acosta Sánchez. 2011


Editorial Sarriá, S. L. ISBN: 978-84-96799-73-9.  Telefo. 9523326864.
190 Página con fotografias de Paco García y de Esther Acosta Ramírez.

El libro de José Acosta Sánchez, es una obra imprescindibles para el estudio de la historia de Nerja. Además tiene un prosa de alto valor literario y poético de una persona culta, sensible y que además conoce muy bien Nerja porque es natural de su "Nariya", Puebla a la que tanto ama y como él mismo cita a John Berger: "Lo que se recuerda ha sido salvado de la nada", efectivamente en el acto de recordar salvamos del fuego del olvido miles de astillas que son recuerdos, a veces, tan personales que solamente es propietario el que las recuerda.

Un maravilloso libro que no debe pasar desapercibido, ni por la crítica no por los lectores.

en 9:06
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miércoles, 17 de agosto de 2016

Madera de olivo. Estampa de Ramón Fernández Palmeral



 MADERA DE OLIVO


     En realidad nuestra vida es una radiografía cotidiana. Es curioso ver  en una radiografía cuyo color calcio de los huesos es idéntico a la madera de Olivo. Camilo José Cela se murió de una indigestión de soberbia intelectual. «Todos tenemos los mismos curos», le hizo decir a Pascual Duarte, ajusticiado en el garrote vil o collar de Vizcaya decían en el XIX porque estaban hechos de hierro de aquella zona oxidada y verde, sí verde crudo porque los ferrostatos de la tierra dan ese color a la hierba.  Murió Cela  con la vulgaridad de su odió y pidió que le enterrasen bajo un olivo milenario, a mí me extrañó, lo lógico hubiera sido pedir la sombra de un boj gallego, que tantos éxitos, le trajo a la faltriquera. La madera de boj es más dura y perenne que la del olivo, no flota y se hunde en el agua. Su madera cubre las necesidades de los flautistas para dormir ballenas, es madera dura de la cornisa cantábrica y con todo, como duplicidad de las cosas, existe en el Mediterráneo un arbusto seudoboj cuya madera tampoco flota y es mala de arder,  es dura compacta y de bello pulimento, el boj también es planta tóxica que puede llegar a causar la muerte..., no arde o tarde mucho en arder..., las radiografías no engañan, nos penetran hasta que se nos ve la jabalina, la madera de la que estamos hecho, la hojas de boj de nuestra almas en vuelo.
      Estoy con don Camilo, los muertos no sabemos que estamos muertos, si lo supiéramos despertaríamos de una patada en la boca, un arriero de la Sierra de Almijara mató de una cuchillada a Adriano Lomas en la puerta de una venta de la Acebumeya. El día en que por una u otra razón no salgamos en la foto y creamos que nuestra respiración es la de otro, habremos caído sin remedio en la vulgaridad de la muerte, siempre se muere en defensa propia, morir a disgusto no deja huella, ese día que falló el diafragma de la pistola de izquierdas, tu izquierda es mi derecha y tu derecha es mi izquierda, hermano olivo, hermano de polvos y, la mayoría de los machos no aguantas tres polvos sin asarla, el día que murió Don Camilo, otros ensayaban el sexo puro y duro en una película porno, el protagonista principal dice que se toma su trabajo muy en serio, que cuando eyacula lo hace por dinero, tiene mujer y tres hijos. El aceite de oliva con agua caliente o mejor templada es bueno para loe enemas, torceduras y el estreñimiento, el mejor es el aceite virgen de primera prensa que se extrae en la almazara  situada en el  Santo Cristo de Frigilandia (Málaga), aquellos olivos son duros y grandes porque crecen  sobre tierra de pizarra, así es la Axarquía llena de butacos de aceite. Desde el Mayarín Alto se ve el Mediterráneo luminoso, casi invisible con el color del cielo, las 25 galeras del Comendador Mayor de Castillas desembarcaron en las costas de Torrox y se cargaron a pistoletazos a los últimos moriscos que resistieron con hondas y alfanjes y otros útiles de labranza en El Fuerte. Cuando los moriscos abandonaron las tierras de la Axarquía y Alpujarras no pudieron llevarse los olivos de perlas de oro, pues los olivos que aguantaban todo los temporales de la historia. San Pedro está sentado en una silla de olivo.
     Claudia Onegas, con ochenta años cumplidos seguía bailándole a su marido la danza del vientre sin red de seguridad, mientras él le ponía sonrisa de limusina, los torpes gorriones se escondían de los vencejos en las ramas repugnantes de los tilos allá en la barranco de la Acebuchal, florido de jirafas adelfas, y cómo no en los algarrobos y los olivos.
     Bill Gate, ante el  que hay que ponerse de rodillas como un nuevo Dios de la Informática, se comió un ordenador con plumas y todo sin que el entraran náuseas, se limpió con un par de páginas web el prepucio después de orinar. Las embarazadas no podían comer pescado a rayas ni camaleones para que los niños no salieran con manchas, el olvido de la tía Emilia allá en la punta de la loma del Mayarín, en término de Torrox, creció vencido al sur por culpa de los vientos, allí dicen que nace el viento y cada cinco años pasa un tornado y lo pela todo, viñas, higueras, olivos en flor y tablas de los paseros en reposo de clásicas posturas, a los clásicos hay que interpretarlos, porque los anticlásicos sirven para siempre, sino no serían clásicos. Cuando una galera fenicia pasó por allí se hundió cerca del peñón del Cuervo, cinco fenicios murieron y el resto, casi unos veinte se salvaron, la principesca vecina llora porque su hijo se va a casar con una separada que tienen dos hijos y una tienda de artesanía en el santo Cristo, los olivos los trajeron a la península Ibérica luna banda de árabes con su conquista y asalto a través del estrecho de Gibraltar sin saber que no producía colesterol, una forma topográfica de saber hasta donde llegaron sus asentamientos de conquista es la de observar la plantación de olivos, allí donde no hay olivos milenarios fueron tierras sin árabes, véase Cantabria, Vascongadas y Navarra.


Ramón Fernñández Palmeral. 2015

en 13:12
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lunes, 15 de agosto de 2016

Ya salió a la venta el libro "Reseña histórica de la puebla de Nerja". Ramón Fernández Palmeral



 Libro an al venta en AMAZON, por 13.59 €


   Nerja o Narixa de los árabes es uno de esos pueblo antiguos de la Axarquía malacitana que tiene una historia que se remonta a los fenicios, pasando luego a ser la ciudad romana de “Detunda” en Maro. Este libro es una reseña histórica que trata da aproximarnos al conocimiento de esta villa que fue reconquistada por los Reyes Católicos en 1487, posteriormente se obligó a los mudéjares (musulmanes en tierras de cristianos), a bautizarse, por ello se despobló, luego sometidos a un abuso de impuestos y extermino en la batalla del Peñón de Frigiliana de 1569, asesinados y los supervivientes hechos esclavos. Despoblado Nerja y los limítrofes como Torrox, Frigiliana, fue repoblado por cristianos nuevos venidos de Córdoba, Jaén o de Castilla. Pero este libro reseña además los tiempos de las dos Repúblicas, la guerra civil, la posguerra y los maquis. La Nerja antigua estaba en el pago del Castillo Alto. La Nerja actual es del siglo XVII. Sin olvidar su industria azucarera, sus ricas pasas e higos, y el boom del turismo en los tiempos actuales, con una población de unos 22.272 (en 2009), incluido 6.733 comunitarios y extranjeros Por ello este libro da las directrices para conocer someramente su historia con ilustraciones y fotografías, con la pretensión de dar a conocer a propios, residentes y forasteros, una historia que no puede ser olvidada. Nerja es famosa por la serie televisiva de Verano Azul.




Posiblemente para octubre se publicará en Amazon, una historia de Nerja, divulgativa, reseña accesible a todo los públicos.  Nerja no tuvo el privilecio de ser villa ni señorío como Frigiliana. No se puedo independizar de Vélez-Málga hasta 1748. A Torrox le pasó lo mismo que Nerja, sin su señorío a pesar de qaue lo fue por seis meses en 162, cuando el rey Felipe IV, la vendió.

Este libro comprende desde la prehistoria a los tiempos acctuales, sin olvidarnos de las pinturas rupestres de la Cueva de Nerja.

Ramón Fernández Palmeral es un historiador experto en la comarca de la Axarquía y su historia, es autor de "Reseña história de la villa de Frigiliana" Amazon 2016, y colaborador del libro "La aldea de El Acebuchal" con Vicky Fernández, Nerja, 2016.



 La República y la Guerra Civil en Nerja

 La relación de fallecidos durante la época republicana de la Guerra en Nerja que he podido elaborar  José María Azuaga Rico es la siguiente: Jerónimo Bueno Oña, Francisco Ríos Martín, José Rico Maeso, Juan Manuel Díaz Ortega, José Ortega Herrero, José Díaz Ripoll, Ricardo Gutiérrez González, Rafael Arce González, Agustín Sevilla Navas, Ramón Baquer López, Jesús Hueso Judes, Plácido Gálvez Rosado y José Medina Sevilla Esta información está elaborada a partir del estudio de la Causa General (Archivo Histórico Nacional) y del libro Lisardo Guede, "Martirologio Malaginense", Málaga, 1.988, libro que contiene algún error.
 En la obra de Antonio Nadal, "Guerra Civil en Málaga", hay una relación que está equivocada, pues todos los fallecidos aparecen como muertos en el frente y ninguno en la retaguardia; con respecto a Torrox ocurre lo mismo - También fueron muertos en Nerja durante esta época José Heredia Ortiz y su cuñado Antonio Fernández Escalona que, pese a su militancia izquierdista, se vieron implicados en un incidente en el que perdieron la vida a manos de unos vecinos también de izquierdas.

(2)    Lamento no poseer la lista completa de los que murieron violentamente tras la entrada en Neija de las tropas de Franco y quedaré muy agradecido a quienes me informen al respecto. Sólo conozco los siguientes nombres: Manuel Rico Mira, Gonzalo Rivas Franco, Antonio Trigueros Heredia, Joaquín Herrera Muñoz, Rafael Navas Díaz, Agustín Jiménez Villasclaras, Francisco Martín Toval y José Jaime Quiñones (natural de Frigilia-na, que vivía también en Nerja). A algunos de ellos se les fusiló en el cementerio de Nerja, un día que se mataron ocho personas.

(La guerrilla Antifacista en Nerja pág. 33.) Izquierda Unida-Los Verdes de Nerja 1996

Las iglesia y ermita desacralizadas y convertidas en almacenes y oficians de la CNT.
La F.A.I (Federación Anarquista Ibérica) que venían de Málaga eran los encargados de asesinar a los falanguistas y genbte de derechas nerjeños.
en 19:13
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Etiquetas: historia, Nerja

Víctimas de la represión republicana durante al guerra civil 1936-1939

La represión en la zona republicana durante la Guerra Civil Española fue una sucesión de acciones violentas cometidas en el territorio del bando republicano durante la Guerra Civil Española.1 2 Dichas acciones, al igual que las originalmente ocurridas durante la revolución bolchevique, eran cometidas por grupos de revolucionarios contra aquellos a los que percibían como sus enemigos de clase. En España, eso incluía tanto a empresarios, industriales, terratenientes y políticos de la derecha como a miembros y bienes de la iglesia católica, a quien tradicionalmente las fuerzas de izquierda había visto siempre como alineada junto a las clases capitalistas y reaccionarias, y actuando como un factor necesario para la represión psicológica del obrero.2 3 4 5
El cálculo de fallecidos oscila entre los 38.000 y los 85.000, incluyendo a más 6.800 religiosos católicos, cifras que algunos autores elevan incluso más.
El bando sublevado basó casi desde el principio sus razones para sublevarse en la existencia de esta represión, que atribuían al mismo Gobierno de la República, a los partidos que lo formaban y a los sindicatos que lo apoyaban. Pero los hechos más violentos no se iniciaron hasta después del golpe de Estado de julio de 1936 que dio lugar a la guerra.2 3 4 5 En general, se considera que la represión en zona republicana, calificada globalmente por el bando sublevado como Terror Rojo, es el argumento definitivo de los sublevados para reprimir y privar de derechos a los perdedores de la Guerra Civil.6 7

.......

La mayor fosa de la represión republicana

  • DOS EXPERTOS QUE HAN COLABORADO con Garzón han encontrado en una mina romana de Toledo las evidencias de la que puede ser la mayor fosa común del bando nacional. Es la memoria histórica del otro bando.

14 de mayo de 2010. 10:49h Ernesto Villar - Camuñas (Toledo). 
Se han resistido hasta el final. Amontonados a 25 metros de profundidad y sepultados bajo 20.000 kilos de cal y arena arrojados por sus verdugos, los muertos de Camuñas, en Toledo, han tardado en aparecer. Pero lo han hecho, al fin. Después de cinco días de duro trabajo, a la una y media de ayer sábado los espeleólogos anunciaron la noticia que todos esperaban.
–¡Hay huesos!
Huesos. Primero un cráneo. Luego un esqueleto completo. Y después, muchos más. Un montón de cadáveres de víctimas de la represión republicana de unos dos metros de altura. Aparentemente, cientos de ellos –es probable que más–, que constituyen la prueba documental de la mayor fosa común del bando nacional encontrada tras la dictadura.
Para extraerlos ha sido necesario poner en marcha una operación, de la que LA RAZÓN ha sido testigo en exclusiva, inédita hasta ahora en España. Primero, por la complejidad que supone adentrarse en busca de restos a tanta profundidad. Segundo, porque nunca hasta ahora se había introducido bajo tierra un georradar de última tecnología. Y, sobre todo, porque es la mayor operación de memoria histórica del bando nacional emprendida hasta la fecha. De llevarla a buen puerto se han encargado cuatro infatigables espeleólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, tres de ellos Tolosa, uno de Beasain. Vascos, vascos: de los que no se rinden. Junto a ellos, un cura con mucha memoria. Y un técnico en radares con una moral inagotable.
Vivos y muertos
Al igual que en tantas y tantas cunetas repletas de víctimas republicanas, de tapias de cementerios y bosques apartados en los que aún quedan muertos de la contienda del 36, en la mina de Las Cabezuelas, a medio camino entre Toledo y Ciudad Real, se esconden los desastres de la Guerra. Durante dos años y medio, los milicianos fueron arrojando al fondo del pozo –una antigua explotación romana de plata– a todos aquellos que consideraban partidarios del bando nacional. ¿Requisitos? Cualquiera: ir a misa, no levantar el puño, tener tierras o ser religioso. Las víctimas eran recogidas en todos los pueblos de la zona, transportadas en camiones y empujadas al abismo. Los más viejos del lugar sostienen incluso que eran traídas en vehículos soviéticos de las checas de Madrid. Dicen que al principio los tiraban vivos, hasta que un miliciano que empujaba a un sacerdote cayó con ellos. Para qué correr riesgos. A partir de entonces, tiro en la nuca en la boca del pozo... y el siguiente.
–¡Hay huesos!
El anuncio es el final de una historia que bien pudo haber terminado mal. Lo sabe Asier Izaguirre, que se ha pasado cuatro días sacando arena del fondo de la mina. Del centro de la Tierra. Palada va, palada viene. Carretilla arriba, carretilla abajo. Al salir, una palmadita en la espalda: «¡Esto es más duro que escalar el Himalaya, ¿eh?!». Veremos. Habrá tiempo para comprobarlo. Izaguirre embarca mañana lunes camino del techo del mundo, en una nueva misión del programa de televisión «Al filo de lo imposible». Será su cuarta subida a la cumbre y su novena expedición de este tipo. «¡Lo que vas a presumir tú en el campamento base con los nepalíes contando lo de la mina de Camuñas!», le tienta su compañero Tito Aguirre.
¿De dónde sale tanta arena?
Alpinista como él, Tito es también duro y rocoso. Del mismo Tolosa. Lleva ya unos cuantos «ochomiles» a sus espaldas, pero se desenvuelve con similar soltura a 25 metros bajo tierra. Arriba, sujeto con un arnés y sobre la lápida que recuerda a «los cristianos que dieron sus vidas víctimas de la Guerra de 1936 a 1939», Sebas sube y baja carretillas, una tras otra, pero se niega a perder la cuenta: «¿Habéis apuntado ésta última?», pregunta con insistencia. El jueves son 109. El viernes concluye con 139. ¿Pero de dónde sale tanta arena? Con la sotana llena de polvo hasta el alzacuellos y los zapatos marrón obrero, Jorge López Teulón, el postulador de la causa de los mártires de Castilla-La Mancha, se encarga de vaciar cada carro, mientras Luis Avial, el dueño de la empresa Cóndor Georradar, el moderno robot empleado en la exhumación, se afana en buscar restos metálicos con el detector. «Para que luego digan que los curas no trabajamos», bromea el sacerdote.
López Teulón ha sido el gran promotor del proyecto. Es él quien ha removido Roma con Santiago para buscar la financiación necesaria que cubra los 14.400 euros de la exhumación. Avial, por su parte, se ha embarcado por amor al arte. Por una cuestión de conciencia.
Mientras ellos trabajan arriba,  Paco Etxeberria, el cuarto integrante de Aranzadi, da paladas al fondo del pozo junto a sus compañeros. Dicen de él que es el mejor forense antropólogo de España, y lo demuestra su currículum. Por ahora no le ha dado por subir «ochomiles», pero ha paticipado ya en la exhumación de cien de las 175 fosas de la Guerra Civil que se han abierto en España. En 99 de ellas había restos de republicanos. Sólo una, la de Villasana de Mena (Burgos), era de víctimas franquistas. Dos, con la de Camuñas.
Los expertos de Garzón
Etxeberria es uno de los siete expertos que eligió Baltasar Garzón para buscar víctimas de la represión franquista. Luis Avial ha participado en la apertura de 13 de las 19 fosas investigadas por el juez. Ninguno de los dos lo dudó cuando les propusieron subirse al barco. «Si se trata de vulneraciones de los Derechos Humanos, contad con nosotros», respondió el forense. Los muertos no tienen ideología.
Montones de cal
Llevar a buen puerto la misión ha sido de lo más laborioso. Lo primero fue, el pasado martes, retirar la lápida en honor a los caídos colocada sobre la boca de la mina, al finalizar la guerra, ante la imposibilidad material de rescatar un solo cuerpo. Después de asentar los muros, tocó retirar arena. Kilos y kilos. El miércoles llegaron  las primeras evidencias. Confundidas con la tierra aparecieron las primeras bolas de cal, que los republicanos arrojaron poco antes de que la región cayera en manos del bando nacional para dificultar el rescate de los cuerpos. El desesperado intento por borrar las huellas no fue más que un atajo en la Historia. «La cal destruye los tejidos blandos, pero fortalece los huesos. Es como una cápsula del tiempo», explica Avial.
El primer ingrediente para el suspense llegó el viernes. Un arnés por aquí. Otro por allá. Y listo. Por primera vez se introdujo un georradar a tanta profundidad para rastrear la presencia de restos de huesos o cualquier otra sustancia distinta a la arena. La misión del robot, el más sofisticado de este tipo que existe en el mundo, fue hacer una lectura del terreno, similar a la que se realiza con un tac nuclear, para detectar cualquier anomalía. «¡Muy buenas noticias!  –proclama Avial al salir del pozo–. Estamos a dos metros y medio de un cambio en el terreno ¡Pueden estar ahí los huesos!».
«Estamos a un palmo, ¡a sólo un palmo! No creo que haya más», anuncia al salir el forense Etxeberria mientras, derrengado, da cuenta de un almuerzo de queso manchego. «Sería mejor chorizo, pero es que estamos en vigilia», se lamenta el sacerdote. Nadie protesta, ni mucho menos.
No hay tiempo que perder. El proyecto va ya a contrarreloj y hay que volver al tajo. A seis manos, los tres operarios de Aranzadi vuelven a llenar carros y carros de arena. Muy pronto llega la segunda evidencia: aparecen cada vez más restos de maderas, aparentemente de puertas y tablones, que fueron arrojados tal cual para rematar los cuerpos indefensos, cubrirlos de escombros y, según los lugareños, quemarlos después. Un obstáculo más para los que, 70 años después, quieren hacer uso de memoria histórica.
No hay tregua. Más carros, más arena, más piedras, más madera, más cal. ¿Dónde están los huesos? ¿De dónde diablos sale tanta tierra? Llegan nuevos testimonios que indican que, necesariamente, debe haber luz al final del túnel: un anciano de la vecina Puerto Lápice, republicano, acaba de confirmar que allí se arrojó durante la Guerra Civil «a mucha gente», y que llegaban camiones de fuera cargados de cuerpos. Encima se echó mucha arena, reconoce. A fe que se hizo a conciencia.
«Suspendemos la operación»
Carros, arena, piedras, madera, cal. Y vuelta a empezar. Más carros, más arena, más piedras, más madera, más cal. Al margen de una vaina disparada de fusil  y un proyectil del 9 corto sin percutir, no se hallan más que tornillos y lo que parecen ser goznes de puertas. Eso sí: hay restos de una granada arrojada desde el exterior para que estallara en el fondo. El blanco era seguro. Los supervivientes, si por aquel entonces quedaba alguno, no pudieron escapar de ella.
A última hora del viernes, sin embargo, cunde el desánimo. La operación está a punto de venirse abajo. Se han sacado ya 15 toneladas, pero de los cuerpos no hay ni rastro. Los muertos de Camuñas se niegan a salir. El sacerdote Jorge López Teulón se desespera: «Si no aparece nada en media hora, tapamos y volvemos después de Semana Santa». El técnico del georadar no pierde la fe: «Tiene que estar ahí, tiene que estar ahí mismo». El forense Etxeberria y Asier Izaguirre deben marcharse, éste último para su expedición al Himalaya. Y no es plan de tocar las nubes sin haberse quitado antes ni tan siquiera el polvo del fondo del infierno.
Si se quiere seguir el viernes hacen falta voluntarios que echen una mano a boca de mina. «Yo contrato a quien sea, pero esto no lo dejamos así», promete el dueño de la finca. Y lo cumple. Al alba del sábado hay ya las manos suficientes para hacer un último esfuerzo. Poco antes de comer, una de las paladas acaba con la incertidumbre. Adosado al fondo aparece una cavidad que da paso a una sala de unos siete metros, utilizada en la antigua mina. Allí están los cadáveres que llevan una semana buscando.
Lo que ven los ojos de los espeleólogos es lo que tantas veces han contado los viejos del lugar. En la mina de Camuñas se mató a mucha gente por el simple pecado de ser de derechas o ser creyente. Ahora se podrá documentar, por fin, cuántos fueron. Después de mucho sufrimiento, el más ambicioso proyecto de memoria histórica ha llegado a buen puerto. «Dios aprieta, pero no ahoga», concluye Luis Avial.
La sorpresa de los romanos
Los espeleólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi estaban preparados para encontrarse en el fondo de la mina a las víctimas de la represión de la República, pero no lo que hallaron en la cavidad anexa que, contra todo pronóstico, se abría junto al fondo del pozo: una sala de unos siete metros de ancho por siete de largo y tres de alto que utilizaron los romanos para sacar las vetas de plata de la mina. En ella se hallaban los restos, perfectamente conservados, de tres caballos, supuestamente utilizados por los romanos como norias para extraer el metal precioso.  Y no sólo eso: en esa misma galería, se abre otro pozo de unos ocho metros de profundidad repleto de secretos aún por explorar.

A la espera del forense
Por el momento es imposible aventurar cuántos cadáveres se han encontrado en el fondo de la mina de Las Cabezuelas. Los primeros cuerpos han aparecido a unos dos metros del suelo, aunque están mezclados con arena. En esas condiciones y con el paso del tiempo, habrán perdido toda la presencia de partes blandas y se habrán apelmazado, con lo que ocupan un espacio mucho menor de lo habitual. Su estado de conservación es casi perfecto.
Será el forense Paco Etxeberria quien examine los restos para determinar cuántos cadáveres hay, aunque en la superficie que ocupan es lo suficientemente grande como para que la cifra supere los varios centenares. Su destino dependerá de lo que decidan los promotores del proyecto, pero si son muchos, en principio, se descartará su exhumación. Al menos ya se ha desvelado el destino de una parte de los 130.000 desaparecidos de la guerra.
destino de una parte de los 130.000 desaparecidos de la guerra.

Leer más:  La mayor fosa de la represión republicana  http://www.larazon.es/historico/viaje-al-centro-de-la-represion-republicana-TLLA_RAZON_112928?sky=Sky-Agosto-2016#Ttt1HGjNe7lEAfeX
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Real Provisión concediendo armas a Vélez-Málaga 1499. SANTIAGO MATA MOROS.

 

 

 

 

Transcripción de la Real Provisión de 14 de septiembre de 1499 concediendo armas a la ciudad de Vélez-Málaga

ES-29-227 AMVM DOCUMENTOS REALES I-2, 10
Real Provisión concediendo armas a la ciudad de Vélez-Málaga 1499, septiembre, 14. Granada
Unidad documental simple
1 hoja pergamino 47,2 x 39 cm.
Autoridad Real
Real Provisión de la reina Doña Isabel concediendo armas a la ciudad de Vélez-Málaga para ponerlas en su sello, pendón y bandera, torres, puertas, puentes, edificios y obras públicas, dando cuenta de los hechos que acaecieron en su conquista.
Transcripción:
Doña Ysabel por la graçia de Dios reyna de Castilla, de Leon, / de Aragon, de Seçilia, de Granada, de Toledo, de Valençia, de Galisia, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerde / ña, de Cordova, de Corçega, de Murçia, de Jaen, de los Algarves, de Algezira, de Gibraltar, de las Yslas / de Canaria, condesa de Barcelona, señora de Viscaya e de Molina, duquesa de Athenas e de Neopatria, condesa / de Rosellon e de Çerdania, marquesa de Oristan e Goçiano. A vos el concejo, corregidor e alcaldes, algua / sil, regidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos de la çibdad de Beles Malaga, salud e graçia. Sepades / que vi vuestra petiçion en que me embiastes haser relación que después quesa çibdad por graçia de Dios / nuestro señor el rey mi señor e yo ganamos de los moros enemigos de nuestra sancta fe catholica e fue pobla / da de christianos non le avyamos dado armas para que pusiesen en su sello y pendon y en las otras partes / que fuesen nesçesarias, segund lo tienen las otras çibdades de mis reynos e me embiastes suplicar / e pedir por merçed que acatando que la dicha çibdad de Beles Malaga fue por nos ganada e las cosas / que en el çerco della acaesçieron al rey mi señor / vos diese armas que truxeredes en vuestro sello y vande / ras y en todas las otras cosas que vos cumpliesen / e yo tuvelo por bien e por la presente vos doy por armas / un rey a cavallo con un moço de espuelas muerto / a los pies e con los moros huyendo segund va pinta / do en esta mi carta, a memoria de lo que al dicho / rey mi señor acaeçio en esa çibdad al tiempo que / la tuvo çercada e la gano de los dichos moros que e / n ella estavan salieron a dar en el estança e su señoria / en persona levantado de la mesa donde estava comien / do socorrio a los christianos que estavan en la dicha estança / con muy pocos que le aconpañaron e que las dichas / armas que vos doy podays poner e pongays e / n el sello de la çibdad e en las vanderas della e en las / torres e puertas e puentes e en los otros hedifiçios e / obras publicas que fisieredes e pintaredes. De lo / qual vos mande dar esta mi carta escripta emparga / mino de cuero e sellada con mi sello de cera colgado. / La qual mando al prinçipe don Miguel my muy caro e / amado nieto e a los infantes, duques, perlados, marqueses, / condes, rricos omes, maestres de las ordenes e a los del mi consejo, oydo / dores de la my avdiençia, alcaldes, alguasiles de la my casa e corte e chançilleria e a / los priores comendadores e subcomendadores, alcaydes de los castillos, cassas fuertes e llanas e a / todos los conçejos, corregidores, alcaldes, alguasiles, regidores, cavalleros, escuderos e omes buenos de to / das las çibdades, villas e lugares de los mis reynos y señorios e a todas e qualesquier personas a quien / toca e atañe lo en esta mi carta contenido, a cada uno e qualquier personas dellos e que todo lo en ella / contenido e cada cosa e parte dello guarden e cumplan e fagan guardar e complir en todo e por todo / seguro que en ella se contiene agora e en todo tiempo e contra el thenor e forma della no vayan ni pasen / ni consientan yr nin pasar en tiempo alguno ni por alguna manera, causa ni rrason que sea e los unos ny / los otros non fagades nin fagan ende al por alguna manera, so pena de la my merçed e de dies mill maravedis / para la mi camara e demas mando al ome que vos esta mi carta mostrare que vos emplase que parescades ante / mi en la mi corte doquier que yo sea del dia que yo que vos emplasare fasta quinse dias primeros siguientes so la dicha / pena, so la qual mando a qualquier escrivano publico que para esto fuere llamado que de ende al que vos la / mostrare testimonio signado con su signo porque yo sepa en como se cumple mi mandado. Dada en la muy noble / e grand e nombrada çibdad de Granada a catorse dias del mes de septiembre año del nasçimiento de / nuestro señor Ihesu Christo de mill e quatroçientos e noventa e nueve años.
Firma y rúbrica: Yo la Reyna
Yo Miguel Perez de Almacan, Secretario de la Reyna nuestra señora, la fize escrevir por su mandado. Rúbrica.
Verso: firmas y rúbricas de los señores del Consejo Real.
Descripción y transcripción realizada por José Antonio Franco Aragüez, Archivero Municipal de Vélez-Málaga
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