Título: «Campos de Níjar» una novela de Juan
Goytisolo
Ramón Fernández Palmeral
Autor: “Tras los pasos de Juan Goytisolo
por los campos de Níjar”
Me agradó leer «Campos de Níjar», (1959), por su crítica
social y su denuncia valiente de la extrema pobreza de Almería de aquello años
de posguerra. No sé cómo Goytisolo pudo salvar la rígida censura franquista de
aquella época. Me gustaba leerlo en 1983 porque me hablaba del lugar donde yo vivía
en la pedanía de San José (Níjar). Aún no estaba construido el actual puerto
deportivo. La mayoría de la gente seguía dedicándose a la pesca y a la construcción
de chalets, antes de que declararan la
zona como Parque Natural del Cabo de Gata- Níjar. Hoy en día la biodiversidad
del Parque corre peligro por la masificación turística.
Todavía, al releer la novela de Juan
Goytisolo porque me evoca maravillosos días donde había vivido uno años
felices, pescando a la luna llena besugos con el volantín. Con las relecturas
fui descubriendo errores de situación de pueblos, parajes y distancias
kilométricas imposibles de recorrer andando en una jornada, y palabras
inusuales en el vocabulario del Cabo.
Para mí, personalmente, a pesar de que tiene un rico léxico y muy buenas
descripciones del paisaje y es una crónica-denuncia arriesgada en pleno
franquismo, tiene muchos méritos, no es un libro redondo, le falta profundidad
en los personajes descritos, habla un andaluz macarrónico, y el final está
escrito muy a la ligera. Quizás el excesivo
aprecio sobre este libro, se deba al
hecho de que la literatura almeriense haya sido huérfana de autores
indígena, nula o casi nula en la recreación de lo propio y autóctono, y ha
propiciado que los almerienses se hayan
agarrado como un pulpo a una roca a una firma conocido actual como es la
indudable, famosa y reconocida de Juan Goytisolo, con quien la literatura de
Almería tiene una deuda contraída.
Apenas existen novelas cuya trama se desarrolle en Almería o su entorno. No hay editoriales
públicas, sino el Instituto de Estudios Almerienses y la Universidad que
publican a su capricho. El poeta
gallego José Ángel Valente al residir aquí también levantó el nombre literario
de Almería y se organizó un premio literario con su nombre.
También es verdad que la falta de una Universitaria
en Almería, que siempre dependió de la de Granada, no propiciaba la vida
literaria de la ciudad. El Colegio
Universitario se creó en 1972, en la Cañada de San Urbano y no es hasta 1987
cuando formalmente se crea la Escuela
Universitaria de Ingeniería Técnica Agrícola por Decreto 209/1987 de 26 de agosto del Gobierno de la Comunidad Autónoma
de Andalucía, con titulaciones: Diplomado
en Informática e Ingeniero
Técnico Agrícola. Que no debe ser entendido como eje promotor de energía
literaria, sino de ciencia práctica. Y
es que el almeriense, por regla general, aborrece los libros. Yo no he
encontrado en Almería y ni en su provincia una página web (existen muy pocas)
donde poder publicar este ensayo literario, ellos van por los intereses reales
del vil metal, por caminos de la necesidad del cuerpo y no del espíritu
literario. Desde aquí mi reconocimiento a la web Almería Medio Ambiente y a su
director José Javier Matamala García.
Como buen conocedor de la comarca de
Níjar, y tras una atenta lectura de la obra de Goytisolo me he propuse seguir
los mismos pasos que diera él por un paraje de hermosa fragilidad, extenso,
desértico y tan sumamente primario y peculiar como es el Cabo de
Gata-Níjar. Reconstruí el viaje de cuyo
estudio de campo comparativo, análisis e investigaciones escribí «Tras los
pasos de Juan Goytisolo por los Campos de Níjar», y saqué mis propias
conclusiones y, además me permití añadir datos paralelos a la obra, con datos
actuales de Almería como una forma de ampliar conocimientos y obtener una
visión paralela de una realidad: el progreso económico actual de Almería. La
contraportada del ejemplar que yo poseo indica: «Campos de Níjar» es el relato
de uno de los viajes del autor a las más desheredadas tierras del sur de España.
Por ello, uno lo entiende como un libro de viajes cuando no lo es. También he
analizado ese rico léxico del libro que, muchas veces, nos detiene en su
lectura y nos obliga a mirar en el diccionario,
para lo que he recopilado un vocabulario de aquellas palabras que a mí,
particularmente, me parecen arcaísmos y además me eran desconocidas cuando los
leí por primera vez.
La reseña de «Campos de Níjar» en la
Enciclopedia de la novela española, Rafael del Moral, prólogo de Andrés Amorós,
Planeta, Barcelona, 1999, dice: «A medida que pasa por los lugares, el viajero
expone lo que va encontrando: niños que trabajan desde edad temprana,
emigración, humillación sistemática ante el narrador (que es considerado como
superior), apatía, y escasez de actividades laborales. La gente que describe
está acuciada por la necesidad y sobrevive en medio de diarias contrariedades,
salvo el rico don Ambrosio, que, orgulloso de sus orígenes castellanos [de Valladolid]
es la excepción». El viajero-narrador es
propenso a insistir en describir un paisaje desértico, pobre y árido, pero de
reconocida y singular belleza, en consonancia con sus personajes, hijos del
paisaje, inscritos en la voracidad de la escena, con un lenguaje llano, sin
pretensiones literarias ni virtuosismos destacables, salvo el vocabulario de
nombres, de plantas autóctonas y léxico agrario más castellano que andaluz.
Con el tiempo fueron creciendo mis dudas,
fui acumulando muchas preguntas sobre el viaje real a Almería de Goytisolo en
el cincuenta y siete, sin querer me nacían sospechas y me entraban ganas de
comprobarlo pero no hallaba el momento, hora, y gracias a esta maravillosa
enciclopedia global que es Internet, he tenido acceso a una publicación en «El País», jueves, 19 de febrero 1990, nº
657, titulado « ¡Quién te ha visto y quién te ve!» (es una proposición no una
pregunta). Se escribe sin acentos «Quien te ha visto y quien te ve y sombra de
los que eras», es también el título del auto sacramental de Miguel Hernández
publicado en «Cruz y Raya» 1934 la revista de José Bergamín), en el que escribe Juan Goytisolo:
«En el verano de 1957 atravesé por primera vez la comarca almeriense de
El Ejido. El alquitrán de la recta que la mediaba era como el filo de un
evanescente cuchillo: una línea estrecha, emborronada por la calina, sojuzgada
por un sol implacable; paisaje huérfano, pedregoso, de tierras áridas y
arbustos mezquinos. Unos pocos edificios de una planta bordeaban la carretera:
puestos de venta de alfarería y cerámica, dos o tres ventas, casuchas
enjalbegadas, algún almacén primitivo. Recuerdo que al detenernos Monique Lange
y yo, con nuestro diminuto Renault, los parroquianos de un ventorro acudieron a
saludarnos: un coche con matrícula extranjera y conducido por una mujer no era
pan de todos los días.»
Estas respuestas confirmaban mis dudas y
sospechas de que el viajero y narrador de «Campos de Níjar», no había pasado
tres días en la comarca como vagabundo viajero, caneando, caminando o haciendo
auto stop, como escribe en la novela, porque allí los kilómetros parecen más
largos de lo normal, sino que había pasado, eso sí de puntillas y en coche, y
sospecho además que luego gracias a un
plano como escribe en la página 112 se orienta sobre el terreno, luego inventó
unos diálogos posibles o casos leídos en prensa de gente de la comarca, con
cuya documentación organizó una novela corta de crítica social y no un libro de
viajes, que es lo que hemos de tener claro, no hay reportaje ni crónica. Y es
que el viajero narrador se contradice en el tiempo real de la novela, por
ejemplo en la página 121 nos dice: «Revivía los incidentes de mis tres días [72
horas] de viaje y la idea de lo que no había visto todavía», luego en la página
129 nos dice: «Treinta y seis horas del después, lavado y afeitado como Dios
manda, retiré el equipaje de la consigna y cogí el coche de Murcia.» Con estas confusas anotaciones no sabemos el
tiempo exacto, por un lado dice que está tres días y por otro que un días y
medio 36 horas. Hemos de decantarnos por los tres días, porque sale por la
mañana de un indeterminado día de Almería hacia Rodalquilar y Níjar, donde aquí
hace noche, luego se va a Cabo de Gata y también hace noche, marcha hacia San
José, La Isleta, Las Negras, Carboneras y regresa a Almería, donde se supone
que también hace noche, y al día siguiente se macha hacia Murcia en el autobús
de línea, por donde había venido. O sea, que duerme tres noches, y en realidad
sale de Almería al cuarto día, ya que dice «después de lavado y afeitado», y
esto sólo se puede hacer en una pensión, salvo que se diga lo contrario.
«Campos de Níjar» es una de las que más
fama y dinero le ha dado a su autor, se realizó un documental de este viaje
para la televisión, con el mismo nombre en 1984 por director sevillano Nonio
Parejo & Asociados. En la novela
neorrealista social, suele privilegiar la cuestión del tema político, la
problemática social, la guerra civil y sus secuelas; y olvida, en general,
otros aspectos fundamentales de la novela como la intriga o el argumento. Eran
tiempos en los que los escritores de la generación del cincuenta no podían
hablar desde el punto de vista de los derrotados como víctimas, sino como rojos
malos, o sea, los malos de la película
en una guerra incivil eran los llamados rojos, luego bandoleros o huidos a la
sierra, para pasar a ser considerados como guerrilleros antifranquistas. Por ello, estos autores son pioneros en una
estética de renovación estética hacia el cambio social. No es hasta «Luna de Lobos» (1985) de Julio
Llamazares cuando se empieza a hablar de los maquis como víctimas, como
perseguidos en la sierra por la Guardia Civil de la leyenda negra y el
tricornio acharolado del que ya había escrito un romance Federico García Lorca
en 1928 cuando entran en la ciudad de los gitanos como un feroz ejército de
Herodes para buscar y prender a Antoñito el Camborio. Fueron tiempos muy duros
del teniente general directos de la Guardia Civil, Camilo Alonso Vega tan
temido por sus subordinados como por los maquis. Lucha de guerrillas que
finalizó con el abatimiento del último maquis Antonio Sánchez Martín, apodado
El Lomas, en Frigiliana en día de San Sebastián de 1952.