Valente y Chevalier: palabra e imagen
17
lunes
Jun 2013
La fotógrafa Jeanne Chevalier (Moutier, Suiza, 1944) reside de manera permanente desde hace quince años en el áspero y bello paisaje del Parque Cabo de Gata-Níjar, en Almería, aunque llegó a esas tierras por primera vez hace más de cuarenta. Su casa, a un tiempo taller de fotografía y retiro para la reflexión y el gozo tranquilo, se asienta sobre una colina por la que asciende la magra vegetación mediterránea y desde donde se divisa la costa de San José, pequeña localidad marinera que se halla a un tiro de piedra. En esta entrevista nos habla de su relación con el poeta José Ángel Valente, frecuentador gozoso de estos mismos parajes, a partir de la cual surgieron “Calas” y “Campo”, dos libros que llevan la firma de ambos y donde el magnetismo y el poder de seducción de la palabra y de la fotografía andan de la mano para ofrecer testimonio del poder de fascinación que posee un espacio donde el hombre parece mostrarse como “un ser fortuito”. A lo largo de su carrera, Jeanne Chevalier ha conseguido diversos premios de fotografía en Suiza y otros países europeos, donde expone regularmente en museos y galerías. Su libro “See Land” obtuvo la Medalla de Plata de los Más Bellos Libros del Mundo, en Leipzig, y “Calas” fue recompensado con el Premio Kodak.
José Luis López Bretones
-¿Cómo surgió la idea de trabajar en común sobre un proyecto editorial, en qué momento os encontrasteis Valente y tú?
El modo en que llegamos a trabajar juntos con la idea de unir imagen y poesía resultó bastante curioso. Yo había tomado ya las fotos que luego formarían parte del libro “Calas”, centrado en mi visión de las costas del Parque Cabo de Gata-Níjar, y había realizado incluso su maqueta. En un principio mi pensamiento era publicar todo ese material acompañado sólo de un texto en alemán de la escritora y escultora suiza Erica Pedretti, que se desplazó hasta aquí para realizarlo, y que también llevaría una versión al francés y al español. Pero un día -estamos hablando de finales de los años 80- le enseñé esas imágenes a Hermelindo Castro -antiguo delegado provincial de Medio Ambiente- y éste, al verlas, me dijo que tenía que mostrárselas inmediatamente a José Ángel Valente, quien ya por entonces había adquirido su casa en Almería. Yo entonces no lo conocía, no había leído su poesía, así que compré algunos libros suyos. En esos primeros momentos no entendía muy bien su lenguaje, aún tenía dificultades para comprender el idioma -y no digamos la poesía-, pero en seguida noté que aquel ritmo, aquella música interior que era capaz de percibir en sus versos me conmovía profundamente. Así pues, Hermelindo me dio la dirección de Valente en Ginebra, ya que aún trabajaba como traductor en un organismo internacional, y yo, aprovechando un viaje a Suiza, acudí a visitarle a su trabajo y le dejé la maqueta de “Calas” para que él decidiera sobre cuáles de aquellas fotografías le gustaría trabajar. Recuerdo que entonces me ofreció algunos libros suyos traducidos al francés y a partir de ahí pude acceder con mayor intensidad a su mundo poético.
– Aquella primera cita tuvo además un componente anecdótico que te he oído referir en alguna ocasión.
Bueno, no ocurrió nada realmente remarcable, aunque para mí hubo un aspecto un poco divertido, porque mi primera impresión fue la de encontrarme ante una persona, digamos, muy “formal”, alguien que incluso parecía mayor de lo que me había imaginado. Te lo explico. Yo me movía en un ambiente en el cual la mayoría de mis amigos artistas habían sido antiguos hippies y todo eso, y vestían y vivían de un modo bastante informal. Y de repente Valente estaba allí, vestido con mucha corrección, en un despacho oficial de un importante organismo en Ginebra, y no acababa de asociarlo con la imagen que yo me había hecho de él. No obstante, en el instante mismo de presentarnos confraternizamos en seguida y nos pusimos a trabajar de inmediato.
-Puede decirse entonces que aquel primer proyecto conjunto nació de una feliz casualidad que luego se convertiría en el encuentro necesario entre ambas formas de concebir vuestra labor respectiva.
Algo parecido, efectivamente. Como ya te he comentado, el texto de “Calas” estaba en un primer momento encomendado a Erica Pedretti. Pero al final, aun manteniendo su colaboración, acabó convirtiéndose en un libro firmado al alimón por Valente y por mí, gracias a la iniciativa y al impulso de Hermelindo Castro, que fue el primero en comprender que esas fotos estaban muy próximas, por su concepción, a la poética de José Ángel y que me insistió para que añadiera sus poemas, junto al texto de Erica, en “Calas”. Y lo cierto es que esa afinidad de fondo entre nuestros respectivos trabajos se nos confirmó recíprocamente desde el primer momento, yo al leer sus versos y él al ver mis fotografías. De hecho, aunque empezamos a trabajar por separado, cuando nos volvimos a encontrar en Almería descubrimos con sorpresa que nuestra selección particular de imágenes y textos había sido prácticamente la misma.
-¿En qué elementos cifrarías esa conexión esencial que hallasteis, cada uno en el otro, en vuestra obra?
No lo sabría explicar muy bien de una manera razonada. Leía en otro día un pasaje de Jacques Ancet -un gran estudioso de la obra de Valente- en el que decía que José Ángel reunía en su escritura tres elementos fundamentales: lo poético, la sensualidad y el impulso místico. Esa relación, la conjunción de esos tres factores, es algo plenamente compartido por mí, o al menos es lo que yo trataba de conseguir por medio de la imagen. Y tal vez por eso Valente y yo nos entendimos perfectamente, no había necesidad de explicarnos nada, todo se nos daba como por añadidura cuando nos poníamos a trabajar. Ya digo que cuando leí por primera vez los poemas que él había seleccionado para las fotos de “Calas” pensé que parecían escritos expresamente sobre aquellas imágenes. Aunque la verdad era que esos textos ya estaban incluso publicados con anterioridad, excepto uno de ellos, que sí lo escribió ex profeso para el libro. Sin duda su poesía, sobre todo la de la última etapa, tiene mucho que ver con el entorno del Cabo de Gata, donde yo vivo, y era en cierto modo una metáfora de este paisaje. Esos elementos que aparecen obsesivamente en su escritura, como alimentándola desde el fondo -el vacío, la desnudez, la aridez, la luz, algo que nos remite a cierto origen definitivo, desolado y fértil a un tiempo-, aparecen con parecida relevancia en las fotos de aquella etapa mía. Tanto es así que “Calas” tenía un subtítulo, “Photographies du Temps d´avant la Parole” (“Fotografías del tiempo anterior a la palabra”), que se lo puse antes aun de conocer a Valente. Y, como sabes, también ese concepto de la anterioridad de la palabra, de la anterioridad del canto, está muy presente en su poesía. O sea, que nuestra afinidad era algo necesario.
-A partir de ese primer proyecto fue el propio Valente quien propuso una continuación a raíz de contemplar otra serie tuya basada en los campos de Níjar, que dio como resultado un nuevo libro firmado por ambos.
Así fue. Cuando al fin se publicó “Calas”, en 1989, ambos quedamos muy satisfechos del trabajo desarrollado y de su resultado. Con el material de ese libro llevamos a cabo varias exposiciones en museos de España y Suiza. En Almería, por ejemplo, la presentamos en el Colegio de Arquitectos de la capital. Pues bien, algún tiempo después le enseñé al fotógrafo Bernard Plossu unas fotografías mías realizadas entre 1985 y 1993 donde tomaba como punto de atención los parajes y los campesinos de la zona las Presillas, donde vivía durante aquel tiempo, y me comentó que esas imágenes merecían también ser publicadas. yo acudí entonces a José Ángel, quien nada más verlas, me dijo: “estas fotos son fantásticas, ordénalas, forma otra maqueta y yo me comprometo a hacerte de nuevo los textos”. De ahí surgió nuestro siguiente libro, “Campo”, para el que Valente efectivamente ya sí escribió todos los textos originales. Ahí aparecen esos poemas en prosa a los que puso el título de “Así en la tierra como en el cielo”. Ese nuevo volumen se publicó en 1995, año en que lo presentamos en un escenario magnífico, el castillo de Los Escullos. Valente leyó en aquella ocasión sus textos y recuerdo que al acto acudió muchísima gente de Almería.
– Aparte de esas dos publicaciones, conozco otro trabajo tuyo en torno a un libro de Valente por el que sientes especial predilección.
Pasado algún tiempo realicé una serie fotográfica sobre “Tres lecciones de tinieblas”, un libro que me gusta particularmente y que me influyó bastante, creo. Me centré en un conjunto unitario de imágenes para ilustrar esos poemas y, aunque se organizaron sendas exposiciones en Madrid y Santiago de Compostela, el libro como tal no ha sido publicado hasta ahora, aunque no desisto de la idea de que alguna vez pueda ver la luz.
– Alguna vez hemos conversado en torno a que, aunque vuestra visión sobre el arte era muy coincidente, el modo de vida de ambos difería bastante.
En cierto modo era así. Por lo demás, fuera del trabajo, nuestra relación no era frecuente ni cotidiana. De vez en cuando nos encontrábamos en Almería, en la calle, por azar, y nos íbamos a tomar algo. O bien, cuando iba a la ciudad en alguna ocasión, me acercaba hasta su casa sin avisar y compartíamos un rato de charla. Yo sentía que Valente y Coral, su mujer, tenían un gran afecto por mí; cuando por ejemplo había algún acto en Almería que él creía que me podría gustar -exposiciones, conciertos- me telefoneaba. Recuerdo una ocasión en que se organizó una exposición con fotografías mías y de Manuel Falces, que incluía además una actuación de Tomatito y una conferencia de Valente sobre el Parque Cabo de Gata-Níjar. Y la verdad es que nunca he oído hablar tan bien sobre el significado de ese entorno privilegiado, sobre la necesidad y la obligación de conservar un espacio limpio, puro, intocado. Para él, el Parque era una especie de reserva muy importante para el ser humano, porque éste necesita un espacio de silencio, de reflexión, de vacío… Espiritualmente, si se puede decir así, el Parque era muy importante para José Ángel, un sitio que había a toda costa que respetar. Pero en cuanto a lo que me preguntabas, es cierto que existía una complicidad total en nuestra visión del arte y de la vida, pero nos diferenciaba el modo de vivirla. Él necesitaba implicarse en los asuntos más dispares de la vida, y sin embargo llegaba a su casa y tenía la facultad de abstraerse de todo e ingresar en ese espacio de calma, de reflexión, para trabajar. Yo, sin embargo, carezco de esa facultad, necesito permanentemente el sosiego, hallar un espacio donde la tranquilidad continuamente me rodee, porque si no, no puedo concentrarme, trabajar ni casi vivir.
-¿En qué fase de tu trabajo te encuentras ahora, cuáles son los proyectos en los que trabajas en la actualidad?
Ahora mismo, más que tomas sueltas, lo que quiero hacer son libros, cuadernos fotográficos de formato menor, con tiradas pequeñas, como “Tres historias marroquíes”, mi último trabajo publicado, que surgió a partir de un par de viajes que hice con una amiga por Marruecos. Esos pequeños libros pensados como correspondencia a alguna amistad es lo que más me mueve en este momento. Tengo ya varios de ellos realizados, aunque no han sido aún editados. Y pienso que para uno de ellos, una serie que titulé “Los jardines de un desierto”, con imágenes centradas en la piedra, la flora de este lugar donde habito, ambientes de luz, paisajes, etc., hubiera sido maravilloso poder volver a contar con la colaboración de Valente, porque creo que guardan también mucha proximidad con su poética. He presentado ya esas fotos en una exposición en Madrid, pero como digo continúa inédito en forma de libro. El último de esos pequeños cuadernos que he acabado se llama “Faut y croire pour être heureux” (“Hay que creer en la felicidad para ser feliz”), que es una especie de “antología” donde recojo algunas fotos de mis diversas etapas a través de todos estos años.
-Tu técnica siempre ha sido muy tradicional, tanto a la hora de trabajar en el exterior como dentro del cuarto oscuro, buscando siempre la magia, la exclusividad del instante real.
Yo apenas he retocado mis fotos, no las he alterado casi nunca en el taller, aunque ahora estoy experimentando con la fotografía digital, en la que quiero profundizar más y descubrir sus posibilidades. Creo que aún nos falta distancia con respecto a la fotografía digital para comprobar qué va a sobrevivir de ella con el tiempo. Pero hay que estar abierto a lo que viene. De todos modos, después de dejar mi casa en el paraje de las Presillas, pienso que no volveré a trabajar como lo hacía antes, en el cuarto oscuro, con todos esos componentes químicos tradicionales, debido a una serie de condicionantes ecológicos y de la propia infraestructura de la casa donde resido ahora. Sea como sea, y aunque también me interesa la fotografía abstracta, esta tierra de Almería aún me sigue interesando mucho y creo que todavía no he terminado de “hablar” sobre ella. Otra cosa que tengo en perspectiva es trabajar aún más con el color, y más concretamente realizar postales en color. La postal es una cosa tan manida, tan vulgarizada y tópica que quiero hacer con ella algo diferente. Me lo planteo como una especie de reto, intentar hallar otro concepto de la postal en color, como continuación a mis series de postales en blanco y negro basadas en las fotografías de “Calas” y “Campo”.