Viaje por España cap V. Toros en Valencia
Llegada de los picadores |
“Entre las cosas de España si hay una nacional por encima de todas las
otras, es sin disputa una corrida de toros”. Así se expresan nuestro
viajero Charles Davillier que en esta crónica se extiende ampliamente
mostrando erudición y conocimento sobre la génesis e historia
de las corridas de toros, un gusto que dice todo español lleva desde su
nacimiento.
Pocas ciudades hay en España que no tengan su plaza de toros, pero la de
Valencia, acabada de construir y donde nuestros viajeros van asistir a la
corrida es sin duda la más bonita de la Península, al menos es lo que nos
cuentan[1].
A tal efecto reservan en esta plaza,
administrada directamente por el Hospicio, delanteras de barrera, los mejores
asientos.
La noche antes, la cuadrilla
completa se alojó en el mismo hotel que nuestros viajeros –la Fonda de la
Esperanza-, lo que les permitió observar de cerca a los toreros (“las palabras toreador y matador, que riman
tan bien y son tan apropiadas para títulos de operetas, no se usan en absoluto
en España”).
El picador Calderón |
El Tato |
“El gran día de la corrida llegó al fin. Era un domingo, y la fiesta
prometía ser espléndida. La cuadrilla reunía los primeros personajes de España.
Antonio Sánchez, tan conocido por el apodo del Tato[2], el
mejor espada de la época. Calderón, un picador valiente como el Cid, y el
Gordito, banderillero cuya destreza igualaba su temeridad”.
Los viajeros constatan la
animación extraordinaria que reina en la ciudad: “No encontrábamos más que gentes que iban y venían. Los unos buscaban a
sus amigos para reunirse por grupos. Otros, los retrasados, se dirigian en
muchedumbre al hospicio para sacar sus billetes; toda la ciudad estaba de fiesta.
Detrás de las grandes cortinas de tela rayada se oía el bordonero sordo de las
guitarras o el rechinar metálico de las citaras. Los aldeanos llegaban en
cerrado tropel, unos a pie, otros sobre sus pequeños caballos negros cubiertos
con la manta rayada a manera de silla. La huerta entera había invadido Valencia
en traje de gala, habiéndose puesto las morenas labradoras sus más hermosas
joyas. Desde la mañana desfilaban ante nosotros los más espléndidos modelos”.
Un banderillero en peligro |
“Al penetrar en el interior de la plaza de toros de Valencia
–continua relatando el narrador- quedamos
deslumbrados por uno deseos espectáculos que no se olvidan nunca, aunque solo
se haya presenciado una vez. Imaginad doce o quince mil hombres con magníficos
trajes, iluminados por un espléndido sol y bullendo como inmenso hormiguero”.
Nuestros viajeros asisten al despejo y al ceremonial del paseíllo con los alguaciles
a la cabeza. Detrás de ellos viene la gente de a pie formada por los espadas,
banderilleros y los chulos o capeadores vestidos todos ellos con una gran
elegancia. Estos “gladiadores de España”
les parecen “bailarines” que avanzan
“con encantadora desenvoltura, rebozados
gallardamente en su capa larga y de colores brillantes”. Detrás van los
picadores, firmemente asentados en sus
caballos y cierran el cortejo los dos
tiros de mulas “empenachadas y cubiertas
de gualdrapas rojas haciendo resonar innumerables cascabeles.”
El triunfo del espada |
El narrador describe con precisión los detalles e incidentes de
esta primera corrida que le deja “lleno de
estupor y agotamiento”, clavado en el banco “con todos sus miembros quebrantados por la fiebre”. No rehúye, por
ello hacer el juicio moral de las corridas, en términos, que ciento cincuenta
años más tarde continúan siendo válidos: “Existe
en España un partido bastante numeroso en contra de las corridas. Sin embargo
este entretenimiento, cuya barbarie es imposible negar, forma de tal modo parte
de las costumbres nacionales, que hay lugar a pensar que desparezca en seguida.
Es probable que al cabo de cien años se escriba aun contra las lidias
de toros y, sin embargo sigan existiendo los toreros”[3].
© Manuel Martínez Bargueño
Enero, 2013
Si te ha interesado esta entrada
y quieres preguntar, comentar o aportar algo al respecto, puedes dejar un
comentario o escribir a mi dirección de correo manuelblas222@gmail.com con
la seguridad de ser prontamente atendido.
Difunde entre tus amistades este
blog.
Sígueme en FACEBOOK Manuel
Martínez (Manuel Martinez Bargueño)
Gracias. Manuelblas.NOTAS
[1]
La plaza de toros de Valencia se construyó en 1859 por el arquitecto valenciano
Sebastián Monleón Estelles (1815-1878) y fue inaugurada el 22 de junio de dicho
año con toros de Nazario Carraquiri y de la Viuda de Zalduendo para el diestro
Francisco Arjona “Cúchares”. Sus 17 metros de altura y 52 de diámetro en el
ruedo hacen que sea una de las plazas más grandes de España. Cuenta con un
Museo Taurino, fundado en 1928.
[2] Antonio
Sánchez “el Tato” (1831-1895) fue un torero sevillano muy querido por la afición
por su valor y pundonor. El 7 de junio de 1869 sufrió una grave cogida en la
Plaza de Toros de la calle Alcalá de Madrid de resultas de la cual tuvo que
serle amputada una pierna, lo que significó el fin su carrera. Era yerno de
Cúchares, el torero que inauguró la plaza de toros de Valencia.