1 El
lenguaje es la expresión de pensamiento por medio de la palabra.
2
El orador se educa leyendo, estudiando
y preparándose.
3 El orador no lee se aprende lo
que va a decir. Tiene muy buena memjoria porque la ejercita.
4
El orador escribe su discurso,
hace luego un esquema, se aprende el esquema y se lo guarda en el bolsillo por
si tuviera que echar mano.
5
Tiene que conocerse asimismo y
saber cuáles son sus fallos.
6
Las tres reglas fundamentales
son: comunicar, convencer y conmover.
7
Conocer en profundidad el tema
del que se habla.
8
El orador no se estresa sino que
disfruta hablando y está deseando que llegue otra oportunidad para mejorar su
discurso.
9)
Errores: El tímido estima que
cuanto antes haya terminado su discurso mejor. Por esta causa comienza a prejuzgarse,
habla demasiado de prisa, masculla palabras y pierde el hilo de sus ideas. Está
deseando acabar para marcharse.
10) El
público, está deseando escuchar, son sus amigos, por eso han ido. También depende de quiénes sean los componente del aujdotorio. Pero orador es especialista en el tema.
11) El
orador siempre tiene recursos previstos para salir de una situación de olvido,
de alguien que incordia o hace pregustas capcionas.
12) La
palabra es nuestra tarjeta de presentación, por ello debemos de dominar el idioma,
tener un buen vocabulario y saber vocalizar, aunque tenga su acento regional,
no importa.
13) Siempre
es agradable poner unas notas de humor para relajar la tensión en el auditorio
y el orador, de esta forma la comunicación se estrecha y se entrelaza.
14) Un
orador demasiado serio, estirado u ofensivo, nunca jamás comunicará con el
auditorio. A un contrario nunca lo van a convencer.
15) Otra
cuestión son los mítines o discursos políticos. Este es otro tema diferente
donde se juegan muchos votos, donde hay detractores y enemigos políticos.
Yo
me estoy refiriendo al conferenciante, que en realidad es como un predicador
cuyo auditorio son todos adeptos.
NOTA.-Por lo general, a la gente común le aterroriza hablar en público, porque no han aprendido, es como si a mí me ponen a opera un corazón. No sé y me moriría del susto.
Ramón Fernández Palmeral. Alicante.