miércoles, 26 de septiembre de 2018

Correos y Telégrafos en tiempos de Gabriel Miró en Polop 1921



Correos y Telégrafos en tiempos de Gabriel Miró en Polop 1921
                 
   Dice el refrán que el tiempo es oro, sin duda alguna  lo es, porque el tiempo es  como la arena de playa que se perdiera en una bolsa de plástico con una avería en el fondo: irrecuperable. No tenemos, precisamente en estos tiempos actuales más tiempo que perder, y sobre todo, en este caluroso mes de agosto, del sábado 4 de agosto del presente. ¿Y por qué hablo de esta sentencia y de este día?, porque perdemos mucho tiempo en quehaceres cotidianos y administrativos, el tiempo que no tenemos. Por ejemplo esta mañana salí  de casa a las nueve de la mañana dirección de la estafeta u oficinas de Correos de la Plaza de la Viña, que la tengo a unos doscientos metros de  mi casa, es decir, cerca.
   Llevaba en la mochila tres paquetes para enviar, cuando llegué a la estafeta eran las 9.07 horas. Las personas que ya estaban haciendo cola me dijeron que la oficina se abría  a las 9.30 horas. Así que me di la vuelta y me acerqué a la Plaza de la Viña, a esperar que se abriera de puerta de Ali Babá, bajo la acariciadas sombras de los árboles de la especie tipuanas que ya florecieron en primavera y lo pusieron todo perdido de florecillas amarillas cadmio húmedas y frescas.
    Conforme esperaba bajo la tipuanas y jacarandas veía cómo llegaban más personas a la cola de Correos, al menos, en veinte minutos habían llegado quince personas.  A las 9:30 en punto abrieron las puertas de las oficinas amarillas, yo me levanté de mi banco y entré en Correos, me puse en la cola para recoger el ticket de mi turno, la máquina me dio el E-008, que corresponde al de los envíos. Como yo iba  con las dos muletas, un hombre se levantó, y amablemente me dejó su asiento, eran ya las 9:40 a.m., menos mal que funcionaba el aire acondicionado. La zona de oficina al público, que es de unos insuficientes 20 metros cuadros, estaba llena de gente, algunos jóvenes y no tan jóvenes se sentaron en los frescos suelos de gres  blanco; todos esperaban y a la vez estaban con sus smartphones en las manos mirando mensajes. Yo estaba agobiado de tanta gente a mi alrededor.
    Mientras  estaba esperando mi turno me acordé de lo que tardaba y sufría Gabriel Miró cuando estuvo veraneando entre 1921 y 1928 en Polop para cobrar los giros postales. Según las cartas que figuran en el Epistolario (2009) resulta que Miró tenía que ir de Polop a Callosa de Ensarriá a recoger los giros postales enviados, porque en Polop no había telégrafos, aunque sí Correos y un cartero. Para ir a Callosa lo hacía montado en un burro, este jumento era propiedad del casero, el tío Quico Bresquiella que también le hacía de arriero y guía por los caminos. El tío Quico y la tía Vicente eran los caseros y arrendatarios de la masía alquilada en Polop, llamada Las Fons o «Les Fonts» en valenciano, por esos algunos aldeanos le llamaban «Al Señor de las Fuentes». La masía se la alquiló a la señora Teresa Gualde, esposa de Pedro Berdin Fuster «labrador de hacienda ancha y repleta» escribió Joaquín  Fuster. La masía se la había recomendado su amigo Óscar Esplá, para sanar la extraña enfermedad de su hija Clemencia (1905-1953).
   Pero si el lector quiere  buscar una obra testimonial de las estancias veraniegas  de Miró y su familia en Polop de la Marina, no debe leer Años y Leguas (1928), que todo es ficción, para gozo del personaje de Sigüenza, el alter ego (el otro yo) de Gabriel Miró en la ficcionalidad de sus obras desde que apareció por primera vez su novela Del vivir (1904); sino el libro de Joaquín Fuster Pérez titulado Gabriel Miró en Polop, 1975.  Para demostrar lo que afirmo, el lector encontrará varias cartas en la que Miró daba su dirección y en ellas especificaba que si eran giros postales se los enviaran a Callosa, como figura en la carta dirigida a  Alfonso Nadal de fecha 19 de mayo de 1921 (Epistolario-398), que era redactor del periódico La Publicidad de  Barcelona, en el que Miró fue redactor literario y donde publicó El humo dormido por capítulos; y donde residió entre 1914 a 1920 hasta que Antonio Maura le acopló en un ministerio en Madrid.
     Entre Polop y Callosa de Ensarriá había unos cuatro kilómetros de distancia por la carretera (la hoy CV-715), aproximadamente, es decir que cada vez que los editores de Gabriel Miró  le enviaban giros postales tenía que hacerse 8 kilómetros entre ida y vuelta en burro. Miró no escribió Años y leguas a pie de obra, sino que lo empezó a escribir en 1923 para publicarlos, primero en La Nación de Buenos Aires y luego en El Sol de Madrid (59 artículos en total). Cuando Miró y su familia: madre, esposa y dos hijas (Olimpia y Clemencia), venían a Polop, lo hacían desde Madrid; por ello, debido a los cuantiosos gastos de viaje y alquiler veraniego (cuatro meses), andaba regular de fondos. Su tiempo de escritura lo dedicaba a escribir cartas a amigos y editores. He contabilizado que en el verano de 1921, escribió 32 cartas, algunas de cierta extensión. 
     Seguramente Miró y su arriero, con el cabestro del burro en la mano, salían de madrugada desde Polop y regresarían al mediodía.   Y yo ahora 97 años después, me quejo de Correos  porque he de esperar media hora para que me atiendan un sábado por la mañana el funcionario, con aire acondicionado y sentado.

  Autor:
  Ramón Fernández Palmeral es autor de varios libros alicantinos entre ellos “Robinsón por Alicante”, Amazon, 2013

Publicado en el Boletín nº 2 de la Federación de Asociaciones Filatélica de la Comunidad Valenciana, de octubre de 2018