Conozco varios mini relatos de moscas inteligentes. Una de ella una mosca y
un burro. “Atrapada una mosca en la jaula de la boca del burro, ésta le
lisonjeó ¿qué dientes más bonitos tienes?, el burro abrió la boca para darle
las gracias y la mosca se escapó.”
También he leído otro gracioso mini-relato de
una mosca parlante que al ser atrapada en la mano de un campesino, ésta le
dijo: “no me mates soy la única mosca que sabe hablar, mi nombre es Hida”, y
cuando el campesino abrió la mano asombrado de lo que oía, la mosca se fue
volando, pero confundida entre todas la moscas el campesino cuando veía una
mosca le preguntaba ¿tú eres Hida?, y no
se atrevió a matar ninguna mosca más, por si era Hida, la mosca parlante.
Como en los campos las moscas son epidemia
existen muchas historietas de moscas y humanos. Una vez atrapé una mosca en mi
mano veloz como una chispa, ella volaba dentro haciéndome cosquillas, hasta que
no la oí, la creí muerta, abrí la mano y estaba en mi palma de la mano boca
arriba con sus patitas temblando y su alitas transparentes como de ángel
pegadas al sudor de mi mano, la llevé a la calle para verla bien en el sol,
estaba muerta del susto, pero cuando le dio un rayito de sol se despabiló y
salió volando, la muy sinvergüenza me había engañado con el recurso más viejo
del mundo: hacerse el muerto para que el depredador desista de matar.
En el invierno las moscas se hacen
invisibles porque comen flores del olvido que nadie puede ver sino ellas. Yo comí de esa flor y estuve invisible casi
cuatro días, sin poderme hacer presente.
Lo malo de ser invisible es que escuchas lo que hablan de ti sin que
puedas defenderte ni intervenir. En verano se usaban en los cortijos unos mosquiteros
hechos de una cinta con liga donde se
pegaban a cientos y luego que quitaba la cinta y se ponía otras, pero al vivir
con animales domésticos, cuadras y semovientes, era imposible acabar con ellas.
Ramón Fernandez Palmeral