jueves, 21 de marzo de 2024

Reseña histórica de Frigiliana (Málaga), por Ramón Fernandez Palmeral

 

     Frigiliana es un municipio de la provincia de Málaga, en la comunidad autónoma de Andalucía,  se haya situado en el pliegue Sur de la Sierra de Almijara, al Oriente de la Axarquía, a una altitud media de 300 metros sobre el nivel del mar, ubicada en las coordenadas: 36º47´31” Norte y 3º54¨47” Oeste. Limita al Oeste con  Cómpeta y Torrox y al Sur y al Este con Nerja y Granada.

    El término tiene  una extensión de 41 km² (ó 4.100 hectáreas) con una población creciente de 3.273 habitantes en 2011, de ellos 1.375 son extranjeros, su mayoría comunitarios.

    Formamos parte del Parque Natural de Sierra Tejeda, Almijara y Alhama que se creó por el Decreto 191/ 1999, de 21 de septiembre y comprende doce municipios de la Axarquía malacitana.

 

Frigiliana la Vieja. Peñón del Fuerte. Otros pueblos

 

    Los antiguos asentamientos humanos prehistóricos de esta zona evolucionaron hacia las poblaciones indígenas, turdetanos y los ibérico-púnico que se relacionan  a través del comercio con  las colonias fenicias y griegas de la  costa malacitana, como ya se ha comentado.   

     Sin embargo, si bien las primeras poblaciones ocuparon las cuevas de Frigiliana o Nerja, en un periodo de inestabilidad social y colonial, estos pueblos amenazados buscaron lugares más seguros como  la fortaleza natural de altura  del Peñón de Frigiliana (El Fuerte). Posteriormente pudo ser un asentamiento argárico por la riqueza mineral existente en la sierra de Almijara con minas de galenas de plomo, de hierro y cobre, esencial para la aleación del bronce. En el Peñón o Fuerte se han encontrado utensilios de bronce. Dicen, yo no lo he visto, que hay un menhir de la época argárica en la ladera donde estuvo el castillo y que se ve desde el Chorruelo. Existen restos argáricos recogidos  en el Museo de Frigiliana.

     Como las tribus íberas eran muy vulnerables, tenían que ocupar  fortalezas de altura que le asegurara su supervivencia en caso de ataques entre tribus enemigas o piratas de la antigüedad. Por ello, este rico valle de la actual Axarquía Orienta entre Nerja, Torrox, y a su espalda el angosto valle del  Acebuchal (rico en agua, fauna y flora de la Sierra de Almijara) se protegían en la única fortaleza natural existente, ante la falta de una autoridad que no llegará hasta siglos después con el califato Omeya de Abderramán III.

     La colosal estructura rocosa de El Fuerte, con meseta y loma en la parte superior lo hacía ideal para un asentamiento, además disponía de agua de la lluvia y de una mina de aguas perforada en la parte norte, especie de sumidero, y abancalamientos de terrazas para el cultivo de sorgo o cebada, aunque su principal base proteínica era el ganado, y la rica fauna salvaje de caza en la zona desde tiempos prehistóricos del Cro-Magnón  (Cuevas de Nerja y Murciélagos de Frigiliana).

     En el Peñón se asentó, presumimos, Frigiliana la Vieja, cuyo nombre indígena o latino desconocemos.  Del siglo XI, datan las alquerías mozárabes de Calixto y  de Patamalara (confluencia arroyo Acebuchal y del río Torrox).  O quizás alquerías taifas y almohades del siglo XI y XII, ésta última documentada por Pablo Rojo Platero, en página 24 de Frigiliana árabe y morisca. La cabalgada de Frigiliana, Málaga, 2012

     Después de consolidarse el poder de los Omeya, la zona  es nombrada como Huira de Rayya, que se divide en dos zonas: Frigiliana la Vieja, a cuyo cobijo nace la alquería de la Frigiliana la Nueva y posiblemente una especie de alcázar o castillo que conocemos como el de Lízar, de pequeño tamaño para uso militar, pues la población árabe sería de unos 150 habitantes máximo, con unas 30 ó 40 casas al pie del alcázar, y que la función era la de residencia del  alguacil con algunos hombres de guerra, y la  de cobijar a la población en caso de ataques enemigos.

     Por ello, no podemos considerar al Peñón de Frigiliana como exclusivo refugio de la sublevación de los moriscos 1569, posterior a esta fecha creemos que el Peñón pasaría a denominarse El Fuerte, por los cristianos viejos repobladores, por ser sinónimo de fortaleza natural y derivar en “Peñón fuerte”, y por ende El Fuerte.

      Los estudios de los historiadores Pablo Rojo Platero, Antonio Malpica Cuello, Virgilio Martínez Enamorado o Juan Vázquez Rengifio, confirman con sus estudios, la habitabilidad de El Fuerte, anterior a los árabes. Lo que ha sucedido, evidentemente, es que tras siglos de ocupación humana los restos arqueológicos primitivos desaparecieran o se transformaron por los moradores, como sucede en todos los asentamientos.

     El Fuerte era un cumbre dominante y defendible (de una a dos hectáreas),  por donde posiblemente pasaron  romanos y visigodos, y, por supuesto los árabes (hallazgos de cerámica vidriada y  monedas). Desde El Fuerte se divisa el castillo de Bentomiz a 711 metros de altitud en Arenas (a uno 25 kilómetros de distancia en línea recta). Bentomiz es un nombre de origen godo que quiere decir «sierra desde donde se ve el mar». Un enclave privilegiado, la falta de agua se suplía con aljibes, que en tiempos de sequía se llevaba haciendo una cadena humana, y cada uno de los hombres se pasaban los cántaros unos a otros. No puedo pasar línea sin recodar las palabras del gran poeta de Sayalonga Manuel Fernández Mota cuando sobre el castillo escribió:

 «Tengo mis pies clavados sobre piedras heridas, sobre la oscuridad de la historia perdida entre las brumas. Algún temblor, algún latido o eco parece subir por entre los guijarros y los pastizales...».

 

    

     A pesar de estos hallazgos aislados deberían hacerse prospecciones en este placer arqueológico (cumbre y alrededores). Protegerlos y cerrarlos a los furtivos de los buscadores de metales y monedas o simplemente excursionistas que se llevan a su casa lo que encuentran, con lo que están cometiendo un delito al Patrimonio Nacional. Enclave arqueológico que debería ser declarado Bien de Interés Cultural, para protegerlo de los expolios.

     De chaval (tenía unos doce o trece años, 1960), subimos mi primo Antonio Vacas  y yo a la cumbre del Fuerte desde los Cuatro Caminos, monte a través salvando peñas, pinos, abulagas y tochas de esparto. Por aquellos años de mi adolescencia no sentía el esfuerzo sobre mis piernas, ni  supe percibir la antigüedad de esta fortaleza, lo que sí recuerdo es que en la cara norte había una mina o resumidero de agua, cuya antigüedad no sabía situar. Tal vez sentimos el deseo de escavar buscando el tesoro de los moros, olvidando el posible cementerio árabe o «almacáber».   

     El único tesoro que encontramos entre la maleza fue una especie de mina de unos cinco metros de longitud donde saciamos  nuestra sed porque no llevábamos ni cantimploras.

    También queda en estas lomas la sangre humana que forma parte de las raíces de los romeros y de los enebros, y de algún tejo centenario que persiste en ofrecer sus ramas como arcos de ballestas. Y si mi primo y yo hubiéramos tenido oídos prestos, seguramente hubiéramos oído el lamento de los heridos, el olor del humo de los hogares en los hornillos entre las piedras de la historia hoy olvidada, una historia que debemos recuperar.  

    Gran número de las estelas sepulcrales musulmanas ensalzando la gloria de Allah, y en solicitud de su infinita misericordia para el creyente enterrado bajo ellas, pasaron a servir de sillares en templos cristianos y casas solariegas. Más o menos, es lo mismo que siglos atrás  los árabes hicieron  con las columnas romanas, aprovecharlas para sus mezquitas.

     Lo que necesita el Cerro de El Fuerte y su entorno geografía son excavaciones y empleo de georadares y demás técnica de prospección arqueológicas.

 

 

 

       Hoy, simplemente con un reconocimiento del mapa  terrestre de Google encontré estos restos de una antigua fortaleza visible desde el satélite. Lo cual evidencia la necesidad de un estudio serio:

 










 


                                             RESEÑA HISTÓRICA DE FRIGILIANA. 

                                                 Libro DISPONIBLE EN AMAZÓN

 


 


    Los árabes en Frigiliana

 

    En los últimos años del siglo IX, la población mozárabe, encabezada por Omar ben Hafsun, se sublevó contra el emirato de Córdoba (aunque tenía su castillo en Bobastro, Ardales, su influencia en la Axarquía era notable). Abd al-Rahman III puso sitio al castillo y derrotó a los rebeldes. La villa quedó despoblada de mozárabes y fue ocupada por musulmanes. Durante la época de los Reinos de Taifas. La Axarquía quedó dividida en dos distritos o tahas: la de Bentomiz y la Frigiliana. En el siglo XI, la Taha de Frigiliana era muy importante de ella  dependían Torrox y algunas alquerías cono las de Prayana o Periana (en Torrox) y Lautín, (estos dos últimos desaparecidos). En época nazarí a partir de 1273, la villa alcanza un importante desarrollo económico, gracias a la industria de la seda, aceite, la caña de azúcar y los frutos secos: pasas, almendras e higos.

     ¿Por qué los árabes se asentaron en el Peñón? La hipótesis  más probable es que allí ya había un asentamiento anterior indígenas ibérico-púnico o visigodo. Por ello, reutilizaron un enclave o fortificación natural de Frigiliana la Vieja situada en el Peñón de El Fuerte, lugar estratégico por su dominio visible del mar Mediterráneo.  Luego, en los siglos de dominación Omeya, con años de paz, bajaron a menor cota, y se asientan en el cerro de Lízar donde construyen una pequeña alcázar de uso militar, a cuyo alrededor se construyen unas veinte casas donde habitarán agricultores y productores de seda. Hay constancia de una acequia que venía del Higuerón o Al Conca, de seis kilómetros, que se conserva hoy día, que abastece el pozo Batán, que antiguamente era una fábrica de papel de estraza.

     La Taha de Bentomiz comprendía los de Arenas y Daimalos.

     En el XIV los árabes de Bentomiz y Frigiliana confeccionaban seda que llevaban a la alcaicería del puerto de Almuñécar, desde donde lo comerciaban los genoveses porque la seda «málica» (es decir de Málaga) era apreciada hasta en Damasco. Canillas de Acaytuno con “y” como la prefiere llamar el profesor José Luis Jiménez Muñoz, era un importante centro de producción de tisúes y sedas de colores. Una onza de seda podía valer el sueldo de un mes. Los árabes, antes de penetrar en Europa, conocieron y aprendieron a trabajar la seda en China. La palabra «Aceituní» significa rica tela traída de Oriente, usada durante la Edad Media.

 

      Hubo un castillo o alcázar coronando la alquería construido en el siglo XI, posiblemente sobre algún castro romano que queda por demostrar,  hoy invisible en las tinieblas de la historia, desmontado piedra a piedra como represalias por los Reyes Católicos, que mandaron demoler el castillo de Lízar, para que nunca jamás pudiera ser lugar de refugio de moriscos y monfíes rebeldes. Tierras que fueron de dominio árabe durante ocho siglo, y que tras la conquista o mejor dicho la invasión de los Reyes Católicos en 1485, dos años antes de rendir Vélez-Málaga. Era una población de unos 150 musulmanes.  La primera repoblación por cristianos viejos se inicia a partir de 1501, después de la primera rebelión de los moriscos. El último alcaide nazarí fue Hamet al Darra al Agar.

      Los árabes que poblaron estas tierras de la Axarquía eran gente pacífica que se dedicaba a la agricultura y a la ganadería caprina. Cultivaban los olivos, la morera para los gusanos de seda, trigo, cebada y sorgo (una especie de cáñamo), la caña de azúcar, la almendra,  los higos y la viña, de donde transformaban pasas y seguían cosechan el famoso vino Lauro de la Baetica de los romanos. Pues los musulmanes de esta zona del Al-Ándalus no respetaban los preceptos coránicos de no consumir vino. Años más tarde, el 12 de Enero de 1502, los Reyes Católicos confirmaron en Sevilla por Real Cédula la creación de la Hermandad de Viñeros, cuyos privilegios gremiales fueron confirmados una vez más por Doña Juana de Castilla en 1513. Debido a los ingresos económicos  y la felicidad que causaba a la población. Es decir que aquel famoso vino dulce moscatel era «pecado», aún  se cultiva en estas viñas. Aunque las actuales son injertos; después de la famosa enfermedad de la filoxera de 1887.

     Para evitar confusiones hemos de destacar que la actual aldea del Acebuchal (Cómpeta) no es de origen morisco, sino de  principios del siglo XIX, agricultores venidos de Cómpeta y de Frigiliana, posiblemente, durante la ocupación francesa del territorio durante la Guerra de la Independencia. En la carretera del Pedregal se encuentra actualmente el topónimo de la Cruz de Napoleón, por un vecino de Frigiliana que arcabucearon.