27. EL AÑO DE VICENTE BLASCO IBÁÑEZ Y MIGUEL HDERNÁNDEZ
Ambos autores valencianos recibirán
sendos homenajes por parte de las instituciones, el primero del Congreso
de los Diputados y del Ayuntamiento de Orihuela, y el segundo del Ayuntamiento
de Valencia. Es inevitable establecer ciertos paralelismos entre ambos
personajes, de los que pese a su firme compromiso político durante años
solo se les han reconocido por sus obras literarias.
Se abre un periodo clave en la
visibilización de dos escritores inseparables de su faceta política, sin la
cual no se entienden sus obras. ¿Podemos explicar La araña negra de
Blasco sin hablar de su anticlericalismo radical? ¿O entender la vida -y sobre
todo la muerte- de Hernández sin recordar sus textos como comisario de
propaganda de la República durante la Guerra Civil?
Empecemos por el más mayor.
Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867 - Menton, Francia, 1928) compaginó su
actividad literaria y periodística con la política. Fue un agitador de masas,
muy cercano al obrerismo, republicano y anticlerical. Defendía que el problema
del pueblo era la falta de educación, de manera que la extendió de forma
gratuita para las clases bajas y democratizó el acceso a la información con un
diario (El Pueblo), que se vendía a un precio mucho más bajo que el
resto. El próximo 29 de enero se celebrará el 150 aniversario de su nacimiento.
Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942)
fue un pastor obligado a dejar los estudios, lo que no obstante no le impidió
escribir poemas que le llevaron a Madrid. La Guerra Civil le pilló joven,
cuando de sus versos emanaban alegatos pro justicia social y denuncias contra
el abuso de poder y la explotación de las clases bajas, como se puede leer en Vientos
del pueblo. Acabó ejerciendo de comisario político y luchó en el frente con
el carnet de militante del Partido Comunista. Siempre le indignaron los
manjares opulentos a los que le invitaban personajes incluso de su misma
ideología, mientras la mayoría de la población intentaba sobrevivir a duras
penas. Este año se cumple el 75 aniversario de su muerte.
Un año de
actos
Para el Año dedicado a Blasco Ibáñez,
el Ayuntamiento de Valencia destinará 50.000 euros en un programa de
actos que presentará el alcalde, Joan Ribó, el próximo 10 de enero. Se
espera también alguna iniciativa por parte de Presidencia de la Generalitat
Valenciana, aunque hasta la fecha todavía no se ha desvelado nada. Miguel Ángel
López, secretario de la Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez,
adelanta que este año verán la luz publicaciones inéditas del escritor y
político. La Biblioteca Valenciana también le dedicará una exposición en el
monasterio de San Miguel de los Reyes con materiales propios y de la Fundación.
“Blasco Ibáñez es un personaje que
cualquier valenciano conoce, pero es muy desconocida su realidad: durante la
Segunda República se le consideró un héroe, pero en la Guerra Civil se destruyó
todo su recuerdo, no se quiso saber nada de él”, señala López. Recuerda que fue
un “personaje muy poliédrico, con facetas muy integradas” y reivindica que este
año será una oportunidad para explicar su proyección internacional, “muy
desconocida”: “En Estados Unidos, Los cuatro jinetes del Apocalipsis fue
el libro más vendido, solo por detrás de la Biblia”. “La industria de Hollywood
se lo rifaba y hoy las universidades estadounidenses nos piden datos para
investigar, mientras que en las escuelas de la Comunitat Valenciana ni siquiera
se le estudia”, compara.
Raquel Andrés Durà
Este año será especial tanto en
Orihuela como en Alicante. En su ciudad natal se hará una completa exposición
bibliográfica y documental con objetos personales suyos, mientras que en la
capital, el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert acogerá del 15 al 18 de
noviembre el IV Congreso Internacional sobre Miguel Hernández. Estos serán los
dos actos centrales, pero habrá otras actividades didácticas en torno a su
figura y publicaciones.
Entre ellas, destaca la edición del
facsímil de la obra Miguel Hernández y sus amigos Orihuela de Manuel
Molina de 1969. El director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, Aitor
Larrabide, cuenta que todavía no se ha fijado un presupuesto para las
actividades, aunque asegura que tanto la Diputación de Alicante como el
Ayuntamiento de Orihuela se han comprometido a hacer una aportación para que el
poeta tenga “un homenaje digno”.
El director de la Cátedra Miguel
Hernández en la Universidad de Elche (UMH), Francisco Esteve, señala que la
declaración institucional es una “plataforma para seguir investigando y
potenciar la presencia” del poeta y de su mujer, Josefina. Asimismo, sostiene
que “la parte personal” es su aspecto menos divulgado y cita las cartas con sus
amigos y su novia, donde “se desnuda de su profesión poética y se ve el
interior de la persona”. “Su biografía y trayectoria literaria hay que ligarla
a la vigencia del mensaje del poeta: la defensa de los derechos humanos y
valores intemporales que merecen que se difundan”, añade Larrabide. “Era
conocedor de las injusticias sociales y apostaba por una transformación
social”, apostilla.
Más allá de
los tópicos sobre naranjas y pesca
A menudo se ha querido utilizar las
obras de Blasco Ibáñez como parte del folclore valenciano, destacando símbolos
como las naranjas, la vida y pesca en la Albufera o la cotidianidad en la
Huerta de Valencia. Pero lo cierto es que sus narraciones iban más allá del
aséptico costumbrismo. Novelas como La barraca son un claro símbolo de
la lucha campesina contra las presiones económicas de los terratenientes. Un
retrato que por cierto también tiene una lectura muy actual con las deudas
contraídas con los bancos y en el propio campo valenciano, ahogado por el
escaso margen de beneficio que les dejan las grandes distribuidoras.
Durante el mandato de Rita Barberá,
el Ayuntamiento de Valencia impulsó la reedición de algunas de sus obras. En un
prólogo escrito por la propia alcaldesa, sin embargo, eludía su inseparable
ideología política y citaba a Blasco Ibáñez simplemente como “uno de los
personajes más excepcionales, apasionantes, atractivos y prolíficos que ha dado
la cultura valenciana”. Añadía que el escritor “sorprendió al mundo con su
pronunciada y cambiante personalidad”.
En otro prólogo, la entonces
concejala de Cultura, María José Alcón, se refería a él como “el más insigne de
los literatos valencianos de los últimos tiempos” y defendía que “desde las
instituciones públicas y privadas valencianas no se ha sido cicatero a la hora
de dar difusión al autor y a su ingente legado novelístico”. Una visión que
contrasta con la de la Fundación, que reclama una divulgación mucho más
integral del personaje.
De Miguel Hernández se han hecho
populares sus versos antibélicos (Tristes guerras o Sentado sobre los
muertos) o aquellos escritos desde la cárcel donde acabó muriendo, como
Las nanas de la cebolla, dedicadas a su niño. El poeta de Orihuela ha
pasado a la historia así, como un padre angustiado que se retorcía de dolor por
no estar junto a su amada ni junto a su hijo, como víctima de una guerra sin
vencedores ni vencidos y casi con arrepentimiento. Nada más lejos de la
realidad: hay fuentes que señalan que a Miguel Hernández sus amistades dentro de
la Iglesia le ofrecieron la libertad a cambio de renunciar a sus ideas y
militancia. Y nunca lo aceptó.
¿Dónde están
sus calles?
¿Quién sabe dónde está la calle
Miguel Hernández en Alicante? Existe, pero pocos alicantinos sabrán
localizarla. Se trata de una calle ‘escondida’ en el barrio de Benalúa, a pocos
metros de la cárcel donde murió (donde hoy están los juzgados de la ciudad). En
su Orihuela natal la calle Miguel Hernández tampoco es una de las arterias
principales de la localidad, sino que está ubicada en su límite norte, aunque
al menos desemboca en la plaza donde pervive su Casa-Museo.
Blasco Ibáñez, en cambio, ha tenido
mejor suerte en el nomenclátor. La avenida que lleva su nombre en Valencia es
una de las principales de la ciudad y además atraviesa la zona universitaria.
Sin embargo, a veces da la sensación de que por ello ha muerto de éxito, ya que
muchos valencianos solo han oído este nombre por el topónimo, sin saber quién
es el personaje.
Además, hasta el cambio de gobierno
de 2015, la prolongación de esta avenida hasta el mar ha sido motivo de
conflicto urbanístico (primero con el PSOE y después con el PP de Rita
Barberá), porque supuso la degradación del barrio de El Cabanyal y la presión a
los vecinos para que vendieran sus casas para luego derribarlas. Así, el nombre
de Blasco se usó durante años como símbolo de la codicia de unos y del terror
de otros.
Polémica por
sus legados
Blasco Ibáñez y Miguel Hernández
tienen otro punto en común: la polémica en torno a su legado. En el caso del
escritor valenciano, se trata de unos 3.000 libros, dibujos, correspondencia y
otros objetos personales que se encuentran actualmente en la Casa-Museo de la
Malvarrosa (Valencia). La Fundación, propietaria del legado, firmó un acuerdo
in extremis en 2002 con el consistorio liderado por Rita Barberá y estuvo a
punto de marchar a Madrid por la dejadez política.
Este convenio finaliza,
precisamente, el 20 de diciembre de 2017. La Fundación pide que “se abra una
nueva etapa” en la que se potencie la difusión del escritor y político y que se
le asigne “un papel protagonista” en la gestión de la Casa-Museo, un espacio
que hoy luce igual que hace 20 años y donde no se celebra ningún tipo de
actividad. A finales de año conoceremos si la Fundación renueva el contrato que
permitirá a los valencianos seguir teniendo cerca el legado del escritor. La
voluntad es que siga en Valencia, afirman portavoces de la organización.
Con respecto a Miguel Hernández, su
legado ha acabado marchando de tierras alicantinas. Inicialmente se intentó un
proyecto cultural y turístico en Elche con más de 5.000 documentos que nunca
atrajo a la entonces alcaldesa Mercedes Alonso, del Partido Popular. De esta
manera acabó en Quesada (Jaén), lugar de nacimiento de Josefina Manresa, mujer
del poeta. Desde 2015 este es un lugar de referencia para los ‘hernandianos’
gracias al Museo Miguel Hernández-Josefina Manresa.