Con mis padre en San Juan (Alicante) 1994 /Julia y yo |
Un día como hoy 30 de abril de 1920 nació mi padre José Ramón Fernández.
Con motivo de los cien años de su nacimiento sus 5 hijos hemos publicado un libro de 170 páginas con sus poemas en LULU/Francia.
Estoy muy orgulloso de mi padre que fue Guardia Civil, también trabajó 15 años en destinos ciciles y con 18 años se lo llevaron los nacionales a la guerra civil y estuvo en Sierra Nevada hasta el fin de la guerra, luego 6 años de mili en Madrid. Fue poeta y escribió su biografía.
Recuerdos entre
potajes, vino y poesía (inserto en el libro)
Hoy
Viernes Santo de 2020, me he acordado del potaje de vigilia que hacia mi madre
por ser Semana Santa. A mi padre le gustaba mucho todo lo que cocinaba mi
madre, en especial todos los platos de cuchara. Ella era muy religiosa, y
cumplidora de los preceptos de la Santa Madre Iglesia, y mi padre también. Los
dos eran religiosos iban juntos cada
domingos a la parroquia de Santa María Goretti a escuchar misa, y
santificaban todas la fiestas religiosas y leían la Biblia, libros religiosos y
rezaban muchos rosarios.
El potaje de garbanzos con bacalao y acelgas
no podía faltar en un día como este Viernes Santo. Recuerdo que a mi padre le
gustaba mucho el bacalao en todas sus variedades: con patatas, con arroz,
frito, seco, asada o al pil-pil, como fuera…, porque de niño comían mucho
bacalao en El Acebuchal, era el único
pescado que se conservaba bien por falta de frigoríficos. Contaba que cuando
estaba en la choza en verano en la Sierra de Almijara cuidando el rebaño de
cabras, hacían mucho arroz blanco con
bacalao y unos ajos, que para él era una delicia, por el hambre de los trabajos
tan duros del campo.
Esta tradición del potaje de vigilia se ha
mantenido en mi casa de siempre, y lo mismo hace Juli en casa, como una forma
de mantener la tradición, porque su madre también lo hacía en Sevilla. La
verdad es que cuando era niño no me gustaba el potaje de bacalao, pero con el
tiempo, reconozco que es muy nutritivo, y que si se cocina bien está muy rico,
y de postre hacía tortillitas de bacalao
rebozadas con miel de caña de Frigiliana.
A mi padre le gusta el buen comer, entre otros
platos preferidos estaban los callos picantes que muchas veces yo compartía con
él cuando iba a Málaga. El puchero con la pringá era otro de sus platos preferidos, el gazpachuelo por las noches, y
nunca la faltaba un vaso de vino, que compartíamos, bien dulce del terreno o
tinto corriente, pues decía que era
bueno para la circulación. Recuerdo que una vez que se acabó el vino se me
ocurrió decirle: «Papá, no queda vino», y muy ceremonioso me respondió: «En la
tienda también venden vino». A partir de esta insinuación expeditiva yo empecé
a comprar vino en la tienda de abajo.
Como padre lo recuerdo que nos ayudaba
económicamente a todos sus hijos, en lo que podía. Como poeta nos hacía reír
cuando nos reunía a toda la familia y nos
leía sus ocurrencias, el más popular de todos era «Ilusión de un año
entero» cuando pasábamos los
veranos en el cortijillo que teníamos en
el Mayarín, herencia de mi madre, que compartía pared con el cortijo de mis
tíos Antonio y Dolores, ellos 4 hermanos cruzados (mi hermanos me entiende). Yo
me lo pasaba muy bien con mi primo Alberto que éramos, más o menos de la misma
edad, además de jugar y trabajar en los paseros teníamos que hacer deberes
escolares. También estaban Primitiva y Dolorcitas a las que quiero como
hermanas.
Podría hablar mucho más de mis padres,
mucho, mucho…, y de los tiempos buenos y no tan buenos, pero las lágrimas me
inundan los ojos y no me dejan escribir más.
¡Siempre os tengo, a los dos, en mi
recuerdo y en mi corazón!
Ramón Fernández