NO HACE FALTA VENDER EL FERRARI. Por Ramón Palmeral
Yo también me leí el libro de El monje, que vendió su Ferrari (Una fábula espiritual)
de Robin Sharman, el libro está muy bien, y que nada tiene que ver con
un monje, sino con un abogado llamado Julián Mantel, norteamericano
licenciado en la Universidad de Harvard, que tras tener un infarto, se
lo piensa mejor, vende todas sus propiedades incluido el Ferrari y
marcha en un viaje espiritual a la India en busca de su iluminación. En
el Himalaya conoce conoció a los Sabios de Sivana en una remota
comunidad, es la ciudad ficticia de Shangri-La descrita en la novela de James Hilton, Horizontes perdidos.
Todo este entramado del
personaje de Julián no es más que un artificio o fábula literaria para
introducirnos en el mundo budista de los sabios de Sivana. Bien, el
viaje al Himalaya es bastante infantil, el personaje aparece de pronto
en Cachemira y se encuentra al yogui Krishnan, que se ve que hablada
inglés y no tenía nada que hacer, y le acompaña al Himalaya, sin
sherpas que le guíen, ni lleva un equipaje adecuado para el frío del
Himalaya, ni nos dice la época del año que fue. El mal de altura es
casi inmediato cuando no se ha hecho un periodo de aclimatación en una
estación intermedia por la falta de oxígeno. Cuando llega a la
hipotética y ficticia ciudad de Sivana, Julián, que no sabe nepalí,
entiende los consejos de los sabios. Creo que un monje budista lo
único que sabe es rezar.
Yo os digo, que no hace falta
vender todas tus pertenencias y marchar al Nepal para aprender lo que
cualquier abuelete de la Axarquía malagueña te puede responder a tus
preguntas. Allí, en una tierra dura, forjada en la agricultura heroica
de la vid y el olivo, y la pesca con la jábega, se han hecho sabios
estoicos. Y te dirá: «La vida está mal pero para sobrevivir te tienes
que adaptar a los que hay».
Es muy importante vivir en el
presente, las aventuras están bien cuando eres joven, y es conveniente
viajar e incluso trabajar en el extranjero para aprender idiomas y ver
cómo se desarrolla la vida laboral en otras partes, o cómo viven ellos
en relación a nosotros, pues no siempre las cosas son como las pintan,
sino que hay que vivirlas, porque nadie aprende en cabeza ajena. Pero
es que lo peor de todo es el inmovilismo, el quedarte en casa
paralizado como si todo se fuera a solucionar solo, por su propio peso
caerán las oportunidades, y esto no es así, hay que moverse y probar,
siempre hay tiempo para retornar al origen. Y debes tener en cuenta
amigo lector/a que todo lo que hagas te será mirado con lupa, todo te
será criticado, pero hay que pasar, porque si uno no deja de hacer las
cosas que te gustan por temor a la crítica de los demás, nunca jamás
haríamos nada. Si Don Quijote hubiera hecho caso a su sobrina nunca
hubiera salido de aventuras. Y la aventura en todos los ámbitos de la
vida y del hombre: arte, literatura, viajes, pintura, nuevas amistades…
etc., siempre tiene sus compensaciones, porque a esto se le llama
vivir la vida que nos han regalado y para dejar huella de nuestro paso
por el mundo.
Nada se aprende tan fuertemente
como la geometría puntiaguda de las lanzas de las propias batallas de
la experiencia. Los libros y la clases son necesarias para obtener un
título, y si puede ser universitario mejor que mejor, porque la mano de
obra la puede hacer cualquiera. Lo importante es la especialización, ser especialista en algo, aunque sea en fabricar botijos.
Las fabulas espirituales como la del Monje que vendió su Ferrari, no
está mal leerlas, saber no ocupa lugar, pero no te va a solucionar la
vida. La fábula de Robin Sharman se basa en las experiencias de la
escritora y teosofa rusa Helena Blavatsky, que en 1885 estuvo en el Tibet, conoció a Ralput, mahatma o maestro, es autora de Isis sin velo,
de 1877, sobre ciencias ocultas y esoterismo. Está bien leer libros
teóricos pero luego hay que salir fuera a poner en prácticas nuestros
conocimientos adquiridos: No hay práctica sin teoría ni teoría sin
prácticas.
Porque la realidad de la vida
está llena de trampas, te lo dice un hombre que pasa de los setenta
años, un jubilado que goza de su jubileo. El mundo que nos rodea está
lleno de falsedades y medias verdades, todo es pura apariencias, la
gente quiere con el que tiene no con la mendiga que pide en el sótano
de un parking. Aunque uno es desconfiado por los años del vivir en
ciudades industriales, también es cierto que de vez en cuando te
encuentras a gente buena, a personas puras e inocente de corazón limpio
y transparente. Son las menos abundantes, pero te aseguro que existen
como hadas. Otras son las que te ponen palos como traviesas para que
caigas. Hay que nadar y a la vez guardar la ropa, y tener una mano en
la cartera y otra en la navaja.
Una de tus grandes zonas de
éxito que podemos poseer, es la de estar muy preparados, tener idiomas,
estar al día en los asuntos de empleo, ser responsable y tener ganas,
muchas ganas, que se desborden las ganas. A mí me gusta mucho estar
junto a optimistas, a los pesimistas le rehúyo. Cuando tú dices, hoy me
siento muy bien, le estás mandando a tu cerebro mensajes subliminales
positivos a tus zonas de éxito. Si te equivocas busca siempre otro
camino, otra alternativa, el mayor poder eres tú mismo, tú confianza en
ti mismo, porque tienes en la cabeza un superordenador biológico que
pesa 1.5 kilos de células, neuronas y otras estructura. Estas células
transmiten las señales a través de hasta 1.000 billones (1015) de conexiones sinápticas. Los seres humanos somos únicos.
No estoy de acuerdo en vender
en Ferrari para hacer un viaje espiritual, porque los desiertos
espirituales y los paraísos tienen su asiento en nosotros mismos.
Firmado: Ramón Palmeral es autor de Tus zonas de éxito, para El Monárquico
15-09-2019