Los defensores de la democracia: adherentes de la propiedad privada y la sociedad de clases
En mi tercer artículo de polémica contra Nicolás
González Varela sobre su artículo de "Nietzsche y el comunismo“ quisiera
alejarme de la filosofía de Nietzsche y ocuparme más con el concepto
político de G.V., su interpretación del comunismo y su compromiso con el
sistema democrático.
Cuando Marx y Engels se declararon „comunistas“ lo
hicieron para expresar su antagonismo hacia la propiedad privada que
consideraron dañina para toda la sociedad, no solo para la clase obrera.
Querían establecer una sociedad y un sistema económico basado en la
propiedad común. Eso y nada más significan las palabras "comunismo“ y comunista“ originalmente.
En el siglo XX, sin embargo, al aparecer la Unión
Soviética, el „comunismo“ recibe el significado de „propiedad estatal“.
Eso también es una forma de propiedad común, pero no la única. De todas
maneras, cada persona que se oponía – con cualquier razón – al sistema
soviético era considerado un anticomunista, y por este motivo, era
tachada automáticamente de ser partidaria del sistema capitalista –
aunque los estados de la órbita soviética preferían llamarse „socialismo
real“ y no comunismo real“.
Al caer el Telón de Acero ya nadie quería ser
comunista. Significaba ser adherente a un sistema fracasado: un perdedor
en la sociedad global de competición donde todos quieren ganar.
Pero las razones que tenían Marx y Engels para
criticar el capitalismo y la propiedad privada no han cambiado en
absoluto. La explotación sigue en vigor. El sistema de libre mercado
excluye a los obreros de la riqueza que producen. Los propietarios de
empresas de cualquier índole contratan empleados mientras sacan de ellos
provecho y les echan a la calle cuando se acaban los beneficios.
La sociedad de libre mercado también impone el reino
del valor de cambio, del dinero, al mundo y así excluye a los que no
tienen propiedad ni empleo de la riqueza que les rodea.
Lo único que ha cambiado desde los tiempos en que Marx
escribió su „Crítica de economía política“ es el sufragio universal y,
en general, el sistema democrático y el estado social que se ha
establecido en Europa. En su establecimiento el pensamiento socialdemócrata [Alemán SPD) ha tenido un papel crucial. Los socialdemócratas también eran la base del partido bolchevique, así como del sistema soviético.
Al contrario de lo que G.V. quiere sugerir, Nietzsche
no se opuso al pensamiento de Marx. Es casi seguro que nunca ha leído
algo de él. Lo que conocía era la agitación socialdemócrata y se opuso a
ella.
La socialdemocracia
1. La crítica de Marx
Me gustaría aclarar las diferencias que existían entre
Marx y los socialdemócratas ya en tiempos de Marx. La "Crítica del
programa de Gotha" que Marx mandó en 1875, en forma de carta a un
socialista – como se llamaban entonces – alemán, Wilhelm Bracke, no se
publicó hasta después de la muerte de Marx, por Engels en 1891, con
motivo del congreso socialista de Erfurt.
Primero a Marx no le gustaba nada que los socialistas pensaran y propagaran el hecho de que al quien trabaja se le otorgara derechos. Marx llamaba a eso "pensamiento burgués“.
La primera parte del párrafo: "El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura".
El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La
naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que
verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el
trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la
fuerza de trabajo del hombre. Esa frase se encuentra en todos los
silabarios… Pero un programa socialista no debe permitir que tales
tópicos burgueses silencien aquellas condiciones sin las cuales no
tienen ningún sentido. En la medida en que el hombre se sitúa de
antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de
todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su
trabajo se convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en
fuente de riqueza. Los burgueses tienen razones muy fundadas para
atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente
del hecho de que el trabajo esté condicionado por la naturaleza se
deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de
trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de
civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han adueñado de las
condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por
consiguiente, vivir, más que con su permiso.“ (1)
„"Para preparar el camino a la solución del problema
social, el Partido Obrero Alemán exige que se creen cooperativas de
producción, con la ayuda del Estado bajo el control democrático del
pueblo trabajador."
… En primer lugar, el "pueblo trabajador", en Alemania, está compuesto, en su mayoría, por campesinos, y no por proletarios.“ (2)
Marx ya sentía que sus supuestos adherentes
glorificaban al trabajo para autodefinir a sus políticos representantes
del pobre y explotado obrero y así hacer carrera política, haciéndose
pasar por buenos pastores y dejando a sus seguidores en la misma
situación miserable para tener siempre clientela.
Este hecho también le motivó a hacerse cargo de la idea de la „distribución“:
„Aun prescindiendo de lo que queda expuesto, es
equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y
poner en ella el acento principal.
La distribución de los medios de consumo es, en todo
momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de
producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción.
Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de
que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los
que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del
suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de
producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los
elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo
es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de
producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto
determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo
distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una
parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a
considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de
producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que
gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que esta
dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relación de las
cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás?“ (3)
Marx aquí quiere explicar que las clases se distinguen por su fuente de ingresos
y no por su poder adquisitivo, sus posibilidades de consumir. Una vez
repartida la propiedad de los medios de producción el asunto del consumo
ya esta decidido: Unos disponen de estos medios y por este motivo
tienen el poder de excluir a los otros de dichos medios y, así,
forzarles a aceptar sus condiciones de empleo. Con el asunto del salario
que recibe el obrero su poder adquisitivo ya está limitado a lo que
necesita para su existencia como mano de obra.
Cuando en el mundo capitalista se habla de
distribución, normalmente siempre se vincula con las palabras „justa“ o
„injusta“, se niega el antagonismo entre obrero y empresario y se define el problema de pobreza y explotación como una mera diferencia de cantidades, haciendo caso omiso a su calidad perjudicial.
Existe otro motivo en conexión con esa idea de „distribución (in)justa“: Quien se queja de ella le gustaría ser repartidor, tener en sus propias manos el grifo del bienestar y decidir según los méritos del dichoso receptor en cuanto
a los bienes o gratificaciones a otorgar. Son los dulces sueños de
poder que motivan esos filántropos que lamentan la pobreza supuestamente
generada por fallos en el sistema distributivo.
Cuando Marx escribió su crítica contra el programa de
Gotha no aplicaba la dureza que usaba contra sus adversarios. Es una
critica „constructiva“ que se hace con aliados. Hay que tener en cuenta
la situación política de entonces: En 1871, se derrumbó la Comuna de
París desencadenando una represión feroz en Francia contra los obreros
rebeldes. Por este motivo, en 1972, se celebraron los congresos de
Londres y La Haya que llevaron a la escisión de la Internacional y
prácticamente dejaron a Marx sin organización. Como recompensa Marx puso
su esperanza en los socialistas alemanes. Quería que ellos formaran un
movimiento obrero y llevaran adelante la causa de la revolución.
Pero Marx se equivocó sobre las motivaciones
de los socialistas alemanes, los Liebknecht, Bebel, Bracke y otros en
promulgar un programa que el mismo Marx consideraba torpe. No se dejaron
engañar por los seguidores de Lasalle como supone Marx, tampoco dieron
„marcha atrás“. Por el contrario, establecieron su rumbo para el futuro,
como partido político en el contexto del estado capitalista, como
representantes del Cuarto Estado, del proletariado. Una vez alcanzada esta tarea se convirtieron en guardianes del status quo, de la sociedad de clase.
2. Derechos y dignidad
Según González Varela, Bismarck tenía rasgos socialistas:
Bismarck promulgó una legislación social
extraordinaria para la época, modélicamente populista, incluso en
comparación con EE.UU. Decretó … un seguro por accidentes de trabajo,
seguro de enfermedad, invalidez y vejez. Por primera vez amplias clases
de trabajadores tenían cubierto el riesgo a lo largo de su vida y una
vejez más o menos digna. Además suprimió el derecho patrimonial de la
nobleza terrateniente e impuso un Código Civil inspirado en el
napoleónico. Esto era acompañado de una política represiva contra la
naciente y cada vez más poderosa socialdemocracia inspirada en Engels y
Marx“. (4)
Mientras que los socialdemócratas más o menos reivindicaron lo mismo, según sus programas.
El Código Civil establece una relación entre
propietarios. Ajusta las condiciones en que se firma un contracto. De
este modo el que tiene propiedad puede contratar a alguien que no tiene
otra cosa a vender que su propia fuerza de trabajo, y así tiene que
conformarse con las condiciones que establece el comprador por su mano
de obra. En el mundo legal la gran diferencia respecto a su pertenencia
de clase entre los dos contratantes se convierte en completa igualdad
entre dos individuos libres. Por eso era esencial abolir el
derecho patrimonial que otorgaba a la nobleza la jurisdicción sobre el
campesinado y así impedía su contratación como obreros a sueldo, – así
la legislación social de Bismarck fue fundamental para establecer el
capitalismo en Alemania.
A pesar del hecho de que con las leyes se persiguen a
los infractores, a base del sistema judicial se llenan las cárceles, se
prohíbe el robo y los pobretones son forzados a vender su mano de obra
(o, en casos extremos, bastante común en países pos-socialistas, como no
hay empresario que les contrate, incluso su cuerpo, sus hijos o sus
riñones), la palabra „derecho“ conserva una reputación muy buena, casi
intocable y religiosa. Reivindicar derechos, luchar por derechos se
considera una ocupación muy rebelde y noble para los quienes no tienen
nada. No hay consciencia del simple hecho de que tener derechos equivale
ser ciudadano, súbdito y preso dentro del sistema de la propiedad
privada. Luchar por los derechos es lo mismo como conformarse con o, aún
más: confirmar ese estado de ser.
Algo parecido sucede con la dignidad.
Hoy día se ha convertido en moda o casi en el deber de
cada persona que se considera „progresista“ o „izquierdista“ de prestar
atención a la „conducta políticamente correcta“ y a no insultar a nadie
con una palabra descuidada. A los gitanos, que siguen viviendo en
infraviviendas y nadie les quiere dar trabajo, hay que llamarles „roma“ o
„sinti“, por lo menos en Europa Central. Los indios en América Latina
se quedan sin tierras o algunos ladrones siguen robando las pocas que
aún les quedan, pero ahora hay que llamarles indígenas, porque
„indio“ supuestamente demuestra desprecio hacia estos individuos. Los
negros de EE UU siguen en sus guetos y se encuentran frecuentemente en
las cárceles, pero hay que llamarles „gente de color“. Uno puede ser un
pobretón, un proletario, un parado sin recursos, pero a esta gente hay
que llamarles „empleados“, „colaboradores“, „en busca de empleo“ etc.
¡Hombre! ¡No tienes para comer, pero todavía te queda tu dignidad!
El autoengaño es peor todavía cuando no se trata de la dignidad de la persona sino de la dignidad del trabajo.
Dejarse explotar, ayudar a aumentar la riqueza del patrón – eso sí,
pero por este motivo el trabajador merece un trato respetuoso, ser
palmoteado de vez en cuando, como reconocimiento de su utilidad y
docilidad.
3. El sufragio universal
Para los socialdemócratas fue muy importante la introducción del sufragio universal, como herramienta para llegar al poder.
Como el sufragio universal significa „una persona, un
voto“ en el acto de elegir elimina la diferencia entre noble y humilde,
rico y pobre, y solamente decide la cantidad de votos. Esa
igualdad que concede el acto de votar regularmente llena de orgullo a
los votantes de clase baja que ejercen su derecho con mucha – si,
¡dignidad! – y se sienten importantes con su voto singular, pudiendo
decidir qué representante popular llega a las palancas del poder y a los
bien llenados comederos.
Pero también los ricos y poderosos acuden a las urnas
con cierta solemnidad y entusiasmo: Saben muy bien que el sistema
electoral y la legitimación del gobierno a través de este proceso les
concede y conserva el poder económico y político de que disfrutan.
Con elecciones, por supuesto, no cambia nada en el
sistema de propiedad, la existencia de las clases sociales: Todo sigue
igual, solamente los administradores del antagonismo de las clases
cambian. Y eso asegura a la democracia su ventaja sobre otras formas de
gobierno: Los descontentos siempre tienen la opción de votar por otra
persona en que mejor confían . Después pueden quejarse algunos años de
que los políticos no cumplen con su deber y en las siguientes elecciones
votan por otra persona, y así sucesivamente. El sistema permanece y
queda confirmado en cada acto de elección, que al mismo tiempo es un
acto de afirmación de las instituciones democráticas.
Para el partido socialdemócrata alemán en 1875 la situación se presentaba de la siguiente manera:
Una creciente masa de proletarios atraídos por el desarrollo tempestuoso de la industria y sin representación en la política. Después de la unificación alemana se introdujo el sufragio para cada hombre cumplido los 25 años. ¡Adelante! Los socialistas convencieron a las masas proletarias que su única esperanza de mejorar sus condiciones de vida era su representación en el parlamento. En 1890, a pesar de las restricciones de la propaganda impuesta por la „ley socialista“ el partido socialdemócrata fue el que más votos recibió. Dos décadas más tarde las reformas de la ley electoral hicieron que se convirtiera en el partido más fuerte del parlamento. Todavía faltaban dos años hasta dar su visto bueno a los créditos de guerra y así a la I. Guerra Mundial.
Una creciente masa de proletarios atraídos por el desarrollo tempestuoso de la industria y sin representación en la política. Después de la unificación alemana se introdujo el sufragio para cada hombre cumplido los 25 años. ¡Adelante! Los socialistas convencieron a las masas proletarias que su única esperanza de mejorar sus condiciones de vida era su representación en el parlamento. En 1890, a pesar de las restricciones de la propaganda impuesta por la „ley socialista“ el partido socialdemócrata fue el que más votos recibió. Dos décadas más tarde las reformas de la ley electoral hicieron que se convirtiera en el partido más fuerte del parlamento. Todavía faltaban dos años hasta dar su visto bueno a los créditos de guerra y así a la I. Guerra Mundial.
Conclusión
La socialdemocracia como movimiento político tenía
como fin, y finalmente lo consiguió, integrar el proletariado en el
estado burgués/capitalista y de esta manera mantenerlo como clase
explotada y explotable a disposición de los propietarios.
El sufragio universal y la igualdad ante la ley eran
hitos en este proceso y siguen siendo fundamentos de la democracia, la
representación política de los propietarios de esa tierra.
Marx llama las ilusiones sobre ella
„… la democracia vulgar que ve en la república
democrática el reino milenario y no tiene la menor idea de que es
precisamente bajo esta última forma de Estado de la sociedad burguesa
donde se va a ventilar definitivamente por la fuerza de las armas la
lucha de clases.“ (5)
Nietzsche, González Varela y el comunismo
Todo este procedimiento socialdemócrata no tiene nada que ver con el comunismo, con la abolición de la propiedad privada.
Nietzsche se oponía al procedimiento socialdemócrata
porque lo consideraba contra la naturaleza. No entendía la astucia
pérfida del sistema democrático que, promulgando la libertad por los
cuatro vientos, a la vez cimienta la subyugación del trabajo bajo el
capital y pone al proletario a la merced del propietario.
„La cuestión obrera. La estupidez, en el fondo; la degeneración de
los instintos, que hoy día es la causa de todas las estupideces, reside
en que exista una cuestión obrera. Hay cosas de las que no se hace
cuestión: imperativo primordial del instinto. Yo no veo en absoluto qué
quiere hacerse con el obrero europeo, una vez que se le ha convertido en
cuestión. Se encuentra en una situación demasiado ventajosa como para
no plantear su cuestión de una manera cada vez más categórica e
imperiosa. Cuenta, en definitiva, con la ventaja de la superioridad
numérica. Se ha desvanecido por completo la esperanza de que en el
obrero se cristalice como clase un tipo humano modesto, y que se baste a
él mismo, al modo de los chinos, lo cual hubiera tenido sentido, pues
resulta francamente necesario. ¿Qué se ha hecho? Se ha hecho todo por
matar en germen hasta la idea de tal evolución; por obra de la más
irresponsable despreocupación y ligereza se ha causado la destrucción
total de los instintos, gracias a los cuales el obrero es factible,
factible para sí mismo, como clase. Se ha desarrollado en el obrero la
capacidad militar, se le ha acordado el derecho de coalición, el
sufragio; no es de extrañar así que el obrero sienta en realidad su
existencia como un apremio (moralmente hablando, como una injusticia).
¿Qué es lo que, en definitiva, se quiere? Si se intenta un fin, hay que
procurar también los medios conducentes a su logro; si se quiere
esclavos, es una locura educarlos para amos.“ (6)
Nietzsche quería una „jerarquía natural“ en que cada
uno reconoce su posición dentro de este orden y se conforma. Aquí se
equivoca de manera grave. Si el esclavo tuviera consciencia cierta de
que es esclavo jamás se conformaría con eso. Exactamente por eso es el
deber de la educación democrática, y los medios de comunicación lo
promulgan con fuerza al proporcionar al ciudadano la ilusión de que él
es el dueño de su suerte, de que todo depende de él, de que con
esfuerzos se gana sobre los demás, de que puede ascender en la política,
de que tiene derechos que le otorgan superioridad sobre moros, sudacas y
otros forasteros pobres, y un largo etcétera de ilusiones que en EE UU
se denomina „la búsqueda de la felicidad“.
Nietzsche era elitista, pero sincero. No se puede
decir lo mismo de sus críticos, como González Varela. González Varela,
en su crítica contra Nietzsche, elogia a la democracia, de manera
indirecta, en forma de juicios negativos y evidencias imputadas.
„¡El pobre quiere derechos! ¡Qué escándalo, nos dice Nietzsche!“ (7)
Con eso, sin dar un argumento, solamente con unos
signos de admiración y la certeza de que el lector está convencido
también que los derechos son una cosa buena, satanizando a Nietzsche que
se opone a la concesión de derechos para el obrero – se afirma de
manera clandestina el Estado de derecho.
Otra manera de González Varela es el enfrentamiento de
palabras como „moderno“ y „reaccionario“. Así introduce un sistema de
valores superiores a cualquier lógica, un bien y un mal evidente, y
declara que el mundo de hoy y la democracia es lo mejor de todos los
mundos. Es también una afirmación encubierta del status quo.
Finalmente, se nota una vez más que los
autoproclamados amigos del obrero y del pobre, los humanistas y
defensores de derechos humanos hay que temerlos más que a los declarados
reaccionarios: Se esfuerzan continuamente en echar tierra en nuestros
ojos.
(7) Nietzsche y el comunismo (I)
Artículos anteriores:
La gran relevación de Nicolás González Varela: ¡Nietzsche leía libros!
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Este artículo apareció en la revista CNT nº 361 en noviembre de 2009.
Lo agradezco muchísimo a mis compañeros que me han
dado la posibilidad de publicar un artículo de tal índole, intentando
de dar una opinión sobre las ideas de Marx que demuestra sus ideas en contra de los socialdemócratas.
En contra de los bolcheviques no se podía pronunciar, porque llegaron bastante de tiempo después de su muerte.
......................
La Socialdemocracias es:
Corriente política moderada dentro del socialismo que defiende que
la transformación de la sociedad puede llevarse a cabo desde una
democracia parlamentaria y no necesariamente desde la revolución. Es decir, que la única forma que tiene el obrero o el proletariado de mejorar sus condiciones sociales y laborales, es votando a partidos que, de verdad, puedan defender a sus intereses es el parlamento. Pero que luegos no nos engañen con recortes, aumentos de impuesto, aumentando la edad laboral o con los despidos libres o no pagar las horas extras.
.......................
Por Eduardo Montagut Contreras. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea. @Montagut5
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Las condiciones laborales de los obreros en el siglo XIX
El número de horas de trabajo de los
obreros en la Europa del siglo XIX fue muy variable, y sus condiciones
laborales muy precarias, en función de la actividad desarrollada. En las
fábricas algodoneras la duración de la jornada podía llegar a las
quince horas. La duración de la jornada fue disminuyendo a lo largo del
siglo XIX. Hacia 1870, los obreros ingleses trabajaban como media unas
doce horas diarias y con pocos días de descanso. En la década de los
años ochenta, la jornada se fue rebajando hasta las diez o nueve horas.
Una de las grandes reivindicaciones de las organizaciones obreras
durante todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX fue la
jornada de ocho horas de trabajo, seis días a la semana. En algunos
países de Europa se tardaron décadas en conseguirlo.
Mujeres y niños constituían una buena
parte de la mano de obra de la época de la Revolución Industrial. En el
año 1839, la mitad de la clase obrera británica estaba constituida por
mujeres. En el inicio de la década de los años cincuenta, se sabe que
trabajaba el 28% de la población comprendida entre los 10 y 15 años.
Los salarios eran muy bajos y muy
ajustados para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores.
El trabajo infantil estaba mucho peor remunerado, lo mismo que el de las
mujeres, que percibían alrededor de la mitad del salario de los
hombres. A partir de los años cincuenta, los salarios tendieron a subir,
especialmente para los obreros cualificados, pero el nivel de vida de
los trabajadores continuó siendo muy bajo.
En las zonas industriales se pensó que
sería conveniente que las viviendas de los trabajadores estuvieran cerca
de las fábricas. Así surgieron los barrios obreros, con edificios de
dos o tres plantas al principio, pero que aumentaron progresivamente en
altura y volumen, a la vez que se extendían por los suburbios de las
principales ciudades. Los barrios obreros crecieron de forma
desordenada, sin que los poderes municipales se preocupasen de atender a
los servicios como eran el trazado ordenado de calles, alumbrado
público, conducción de aguas, alcantarillas, basuras, etc. Las calles y
patios estaban muy degradados por el amontonamiento de basuras y
desperdicios. Al no haber desagües, las aguas sucias se estancaban. Esa
situación, unida al hacinamiento y la mala ventilación, aumentaban el
peligro de infecciones. El interior de las viviendas era muy pobre, con
pocas habitaciones, siendo frecuentes las cocinas y letrinas
comunitarias.
A finales del siglo XIX y comienzos del
XX se extendieron por Europa las conocidas como colonias industriales
fuera de las ciudades. Se trataba de una especie de barrios para los
empleados de una fábrica, y se edificaban junto a la misma. Eran
colonias construidas por iniciativa del empresario. El propietario vivía
en una gran mansión, los directivos ocupaban casas amplias y los
obreros tenían pequeñas casas. También tenían iglesias, tiendas,
escuelas y hasta cementerios, en algunos casos.
Las primeras etapas de la
industrialización trajeron consigo unas pésimas condiciones de vida para
los obreros, como hemos comprobado. A finales del siglo XIX su
situación mejoró en cierta medida, en parte debido al descenso de los
precios agrícolas y también gracias a las conquistas sociales, y a una
mayor preocupación de los poderes por la situación de los obreros,
temerosos de la fuerza del movimiento obrero.
En relación con la dieta, el alimento
principal siguió siendo la harina en forma de pan o de gachas, y la
patata, que se difundió de forma extraordinaria hacia la mitad del siglo
XIX. El consumo de carne, frutas, verduras y pescado fue, en cambio
siempre muy escaso. El gasto en vestidos era muy reducido. La
indumentaria del trabajador se diferenciaba claramente de la de los
burgueses: la blusa y la gorra eran elementos distintivos de los
hombres; y un vestido largo, era el atuendo de las mujeres.
El centro de ocio de los obreros era la
taberna, único lugar que permitía relacionarse fuera del trabajo. Este
hecho, junto con las duras condiciones labores, tuvo mucho que ver con
el alto grado de alcoholismo existente entre las clases trabajadoras. El
movimiento obrero intentó mejorar el ocio de los obreros a través de
nuevos centros como las casas del pueblo, donde además de reunirse para
debatir sobre aspectos laborales y políticos, se podía encontrar una
alternativa a la taberna con clases, charlas, teatro, biblioteca, etc..