ALMANZOR,
EL INVENCIBLE.
CAPÍTULO I.
La floreciente Córdoba era trono de la
Estrella Feliz, apodo el califa Al-Hakam II,
época en la que se inauguró una biblioteca pública donde se encontraban
los incunables más raros y exóticos de los griegos, indios y orientales, como
el "Kitaba al-ganai" de
Isfahani. Pero la fecha más importante
de mi vida, fue el día de mi matrimonio con Mohammad Ibn Abi Amir, luego llamado Al-Mansur o Almanzor el victorioso.
Era la fiesta del Neiruz, el primer día de la luna de muharram de año 367 de la
Hégira, lo recuerdo porque coincidía con el
primer día del año, se celebró en los jardines risueños de la almunia de
al-Almiría, que le regaló el califa como presente de boda, un alcázar rodeado
de frondoso bosque y deliciosas sombras, rica agua, un valle resguardado del
viento de las sierras, nunca un jardín tuvo un emplazamiento más acogedor o
seductor. Jardines de sonreían con
rostro guarnecidos de flores, arcos en forma de herradura, decorados de
estucos, hermosos decorados y mejores aposentos que hacían gala de arte y
riqueza, un poeta de Babdag dijo al verlos que eran lugar de viciosa
frondosidad.
Yo
fui paseada por la ciudad montada en una
yegua muy bien enjaezada, mis vestidos de seda y velos cubrían mis rostros,
lucía ricas algorfas, me acompañaban, familiares, amigos y nobles caballeros,
delante de mí iba el cadí de Córdoba, los jeques y testigos de mi boda. Después
de la ceremonia en la que hubo banquetes, zambras, alimas y jeceles, hubo
regalos para los poetas y limosnas para las aljamas, hospitales e imanes. Luego
fui llevada al pabellón nupcial, donde custodiada por mis damas y esclavas
esperé a mi esposo el resto del día y de la noche, la fiesta continuaban fue en
los jardines, las risas y los cantos resonaban en las bóvedas de mis aposentos.
Tenía cierto temor a encontrarme con mi esposo, más que tenor dudas de no
gustarle lo suficiente ya que no soy lo bella que son otras mujeres de
Córdoba, lo había visto tan sólo una vez
a través de la celosía en el alcázar real, porque mi padre era el hayib Gálib
del califa. Nuca entré en el conocimiento de por qué quiso tomarme como esposa,
pero que duda mi esposo quería tener como amigo a una persona influyente en el
califato. La primera noche llegó mi
esposo tan sano que no me tomó no pudimos sellar ni consumar el
matrimonio. Al día siguiente un
mensajero le dijo a mi esposo que había revuelos en la frontera y se marchó con
un reducido ejército de taifas y beréberes africano a Medina Salamanca por la
puerta de Toledo, no me explicaba cómo prefería el reposo de las armas al
reposo de los brazos de su esposa, cabía la
posibilidad de perderlo sin consumar el matrimonio, mi padre me hizo que
ningún muslí podía renunciar a la
llamada de la yihad o guerra santa.
El cerco de Salamanca duró tres lunas sin que
pudiera reblandecer la muralla con los almajaneques y no tomar la plaza, y
regresó a Córdoba, no sin antes sin saquear los arrabales y campos de
Salamanca, ganas gastillos y apresar esclavos. A la primavera del año siguiente
volvió para ganar León encontrándose en primer en campo abierto a las huestes
de don Ramiro III…
Mi amado esposo era un hombre de ardiente
ambición, disciplinado, creyente, justo y de férrea voluntad. En su primera expedición a la lejanas
fronteras del reino de León, regresó victorioso y se creó enemigos en la aljama
donde está el califa Al-Hakam II con su hijo, mi padre, los jefes de la guardia
real y el haydb Chafar al-Muchafí, se sintió ofendido por el escaso jamos o que
quinto que se pagaba al califa del botín, “sabed que siempre me ocupe a estas guerras
contra los cristianos, pues consideré que siempre es peligrosos atacar a estos
leones en sus cavernas, estas expediciones cuenta mucha sangre, son gloriosas para Almanzor y
perniciosas para el pueblo”. E que iba a ser mi esposo llamó valientemente mal
muslime a Chafar y éste le desafió sacando la gumía, sin respetar que estaba
delante el califa. A los pecosos días de este suceso, supe por mi padre que mi
enlace matrimonial era inminente, me pedía como mujer y sultana predilecta.
Mi
esposo llamó nuestra almunia de Al-Almir a un afamado astrólogo y matemático
conocido por Maslama el madrileño para
que hiciera horóscopos y oráculos del futuro de las conquistas en territorios
castellanos, sin duda era el más reconocido de los creyente que copió en su juventud
de su propia mano un ejemplar del Corán, se duda quería asegurarse grande y
futuras empresas ante la llamada de la yihad.
Maslama hizo varias predicciones, la
primera que conquistaría muchos reinos de cristianos, pero se abstuviera de
saquear el templo del Apóstol Santiago en Compostela, si así lo hacía veía su
muerte en el castillo de los buitres que
no era otro que el de Calatañazor. La segunda predicción que sucedería a su
muerte una guerra civil y la división del califato en pequeños reinos o Taifas.
Todas esas predicciones se cumplieron sin
que Malama lo pudiera ver, ahora yo, Leonor de... en esta almunia de retiro de
medina Zahara, en el funesto cruces de caminos entre la viuda y la muerte,
abrazando el cerrojo de la vida respirando la puerta hermética de la cegante
luz, de la puerta abierta y la cenital luz, contaré mi vida en Córdoba junto a
mi esposo muley Almanzor, el invencible,
muerto con su alfanje en la mano sobre una silla no de caballo sino de remos en
el que fue trasladado al reitero de medina Salim para salvarlo de los crueles
médicos, para que nadie hurgara en sus graves heridas de guerra, heridas en la
gloriosa “yihad” sin que el Alabado se apiadara de él.
Mis esposo y señor había nombrado consejero
particular a Maslama, un viejo demonio, si se me permite la expresión, porque adaptó las tablas indias de
“al-juwarizmi” al meridiano de Córdoba o línea imaginaria de referencia para
solucionar los problemas cartográficos de las coordenadas geográficas, según oí
hablar desde mis habitaciones del harem, porque las mujeres no nos está permitido
el conocimiento de las ciencias, es decir, la situación de barcos en el mar,
después traduje del helénico al árabe el Planisferio de Tolomeo. Un sabio
respetado en todo el califato, al que yo siempre admiré, sobre todo por la
lealtad o libertad al hablar de todos
los asuntos con mi señor.
....Las victorias sobre los rumíes o
cristianos, se debieron a la creencia popular de que Almanzor poseía un talismán que
procedía de las manos del Profeta, una
media luna de marfil, incrustada en un collar de oro....