miércoles, 22 de junio de 2016

ALMANZOR, EL INVENCIBLE.



ALMANZOR, EL INVENCIBLE.


                                       CAPÍTULO  I.

                         
      La floreciente Córdoba era trono de la Estrella Feliz, apodo el califa Al-Hakam II,  época en la que se inauguró una biblioteca pública donde se encontraban los incunables más raros y exóticos de los griegos, indios y orientales, como el "Kitaba al-ganai"  de Isfahani.  Pero la fecha más importante de mi vida, fue el día de mi matrimonio con Mohammad Ibn Abi Amir, luego  llamado Al-Mansur o Almanzor el victorioso. Era la fiesta del Neiruz, el primer día de la luna de muharram de año 367 de la Hégira, lo recuerdo porque coincidía con el  primer día del año, se celebró en los jardines risueños de la almunia de al-Almiría, que le regaló el califa como presente de boda, un alcázar rodeado de frondoso bosque y deliciosas sombras, rica agua, un valle resguardado del viento de las sierras, nunca un jardín tuvo un emplazamiento más acogedor o seductor.  Jardines de sonreían con rostro guarnecidos de flores, arcos en forma de herradura, decorados de estucos, hermosos decorados y mejores aposentos que hacían gala de arte y riqueza, un poeta de Babdag dijo al verlos que eran lugar de viciosa frondosidad.
Yo fui paseada por la ciudad  montada en una yegua muy bien enjaezada, mis vestidos de seda y velos cubrían mis rostros, lucía ricas algorfas, me acompañaban, familiares, amigos y nobles caballeros, delante de mí iba el cadí de Córdoba, los jeques y testigos de mi boda. Después de la ceremonia en la que hubo banquetes, zambras, alimas y jeceles, hubo regalos para los poetas y limosnas para las aljamas, hospitales e imanes. Luego fui llevada al pabellón nupcial, donde custodiada por mis damas y esclavas esperé a mi esposo el resto del día y de la noche, la fiesta continuaban fue en los jardines, las risas y los cantos resonaban en las bóvedas de mis aposentos. Tenía cierto temor a encontrarme con mi esposo, más que tenor dudas de no gustarle lo suficiente ya que no soy lo bella que son otras mujeres de Córdoba,  lo había visto tan sólo una vez a través de la celosía en el alcázar real, porque mi padre era el hayib Gálib del califa. Nuca entré en el conocimiento de por qué quiso tomarme como esposa, pero que duda mi esposo quería tener como amigo a una persona influyente en el califato.  La primera noche llegó mi esposo tan sano que no me tomó no pudimos sellar ni consumar el matrimonio.   Al día siguiente un mensajero le dijo a mi esposo que había revuelos en la frontera y se marchó con un reducido ejército de taifas y beréberes africano a Medina Salamanca por la puerta de Toledo, no me explicaba cómo prefería el reposo de las armas al reposo de los brazos de su esposa, cabía la  posibilidad de perderlo sin consumar el matrimonio, mi padre me hizo que ningún muslí podía renunciar  a la llamada de la yihad o guerra santa.
   
   El cerco de Salamanca duró tres lunas sin que pudiera reblandecer la muralla con los almajaneques y no tomar la plaza, y regresó a Córdoba, no sin antes sin saquear los arrabales y campos de Salamanca, ganas gastillos y apresar esclavos. A la primavera del año siguiente volvió para ganar León encontrándose en primer en campo abierto a las huestes de don Ramiro III…



 Mi amado esposo era un hombre de ardiente ambición, disciplinado, creyente, justo y de férrea voluntad.  En su primera expedición a la lejanas fronteras del reino de León, regresó victorioso y se creó enemigos en la aljama donde está el califa Al-Hakam II con su hijo, mi padre, los jefes de la guardia real y el haydb Chafar al-Muchafí, se sintió ofendido por el escaso jamos o que quinto que se pagaba al califa del botín, “sabed que siempre me ocupe a estas guerras contra los cristianos, pues consideré que siempre es peligrosos atacar a estos leones en sus cavernas, estas expediciones cuenta  mucha sangre, son gloriosas para Almanzor y perniciosas para el pueblo”. E que iba a ser mi esposo llamó valientemente mal muslime a Chafar y éste le desafió sacando la gumía, sin respetar que estaba delante el califa. A los pecosos días de este suceso, supe por mi padre que mi enlace matrimonial era inminente, me pedía como mujer y sultana predilecta.
    Mi esposo llamó nuestra almunia de Al-Almir a un afamado astrólogo y matemático conocido por Maslama el  madrileño para que hiciera horóscopos y oráculos del futuro de las conquistas en territorios castellanos, sin duda era el más reconocido de los creyente que copió en su juventud de su propia mano un ejemplar del Corán, se duda quería asegurarse grande y futuras empresas ante la llamada de la yihad.
     Maslama hizo varias predicciones, la primera que conquistaría muchos reinos de cristianos, pero se abstuviera de saquear el templo del Apóstol Santiago en Compostela, si así lo hacía veía su muerte  en el castillo de los buitres que no era otro que el de Calatañazor. La segunda predicción que sucedería a su muerte una guerra civil y la división del califato en pequeños reinos o Taifas.
     Todas esas predicciones se cumplieron sin que Malama lo pudiera ver, ahora yo, Leonor de... en esta almunia de retiro de medina Zahara, en el funesto cruces de caminos entre la viuda y la muerte, abrazando el cerrojo de la vida respirando la puerta hermética de la cegante luz, de la puerta abierta y la cenital luz, contaré mi vida en Córdoba junto a mi esposo  muley Almanzor, el invencible, muerto con su alfanje en la mano sobre una silla no de caballo sino de remos en el que fue trasladado al reitero de medina Salim para salvarlo de los crueles médicos, para que nadie hurgara en sus graves heridas de guerra, heridas en la gloriosa “yihad” sin que el Alabado se apiadara de él.
 Mis esposo y señor había nombrado consejero particular a Maslama, un viejo demonio, si se me permite la expresión,  porque adaptó las tablas indias de “al-juwarizmi” al meridiano de Córdoba o línea imaginaria de referencia para solucionar los problemas cartográficos de las coordenadas geográficas, según oí hablar desde mis habitaciones del harem, porque las mujeres no nos está permitido el conocimiento de las ciencias, es decir, la situación de barcos en el mar, después traduje del helénico al árabe el Planisferio de Tolomeo. Un sabio respetado en todo el califato, al que yo siempre admiré, sobre todo por la lealtad  o libertad al hablar de todos los asuntos con mi señor.  
          ....Las victorias sobre los rumíes o cristianos,  se  debieron a la creencia popular  de que Almanzor poseía un talismán que procedía de las  manos del Profeta, una media luna de marfil, incrustada en un collar de oro....