domingo, 2 de diciembre de 2012

El desertor y la moza


 

¿En que estás pensando?, estoy pensando en las musarañas, y eso que es, nada cosas mías, pero algo será ¿no?, no es nada, tú sigue caminado que nos quedan dos leguas para Munerta. Es que si me callo y no hablo, pues se me hace el viaje más largo; tú como todas las mujeres lo que quieres es cascar para distrase con critiqueos, pues no, no te lo voy a decir, tú a caminar, a rezar  y a callar que ahorraeras callos en los pies que ya se está haciendo de noche, aligera. Si es que tengo que descansar, claro que si yo fuera hombre pues iría como tú sobre la burra y con las manos metidas en el bolsillo, ya lo dice el cura los hombres somos los reyes de la creación y la mujer salió de una costilla del hombre. Que no puedo más con el hato y me voy a parar, no te pares porque ya estamos llegando y te tienes que poner a trabajar; otra ves de puta no, que me no gusta como huelen los soldados que vinieron de Flandes; pero mujer es que no me vas a dar esta noche unos maravedíes para vino; no, sino me dices que son las musarañas. Me da igual, yo también los puedo ganar haciéndome el cielo, claro si encuentro a alguna alma caritativa en la puerta de la iglesia.

Melisa Arcantara era muy cabezona y no se le podía llevar la contraria, pensó que no quería llegar por la tarde a Munerta porque no tenía ganas de acostar con ningún borracho de ninguna venta.

Cecilio Gomapelada pensó que si se bajaba de la burra al llegar el pueblo estaría cansado de caminar y se dormiría en cuanto oliera el vino de taberna. Además no estaba bien visto que una mujer subida a la burra y hombre caminando detrás como un perro.

Nuestros vagabundos, caminaban por una senda en una llanura manchega, estaba entrando el otoño, y el frío del crepúsculo se hacía notar cuando el astro rubio se ocultara. El último mendrugo de pan se lo habían comido al medio día, y la tripas era ya un organo de catedral.

Estoy cansando de leer siempre los diálogos en estilo directo, por ello cuando tengo ocasión me pongo en la tarea de escribir en estilo indirecto libre. Me levanto, voy al frigorífico y me como una manzana, este tiempo suspendido ante el teclado del ordenador me sirve para volver a la narración con nuevas ideas, en esta historia que es verdad y que sucedió en el siglo XVI, en la peor crisis de España, y que he encontrado en una librería de viejo, que me cuesta traducir, y me obliga a hacer una versión actualizada.
 
Sabes que te digo Chato Mendrugo, que  me voy a subir en la burra. ¿Qué dirá la gente del pueblo si nos ven a los dos subidos en la burras, pobrecita la burra o..? Pues me niego a seguir, al menor sube el hato ¿no? Si me pongo blando tú te subes en la burra y me poner a caminar detrás de ti, no, que no.  Suelto el hato y voy a quédame a dormir en el campo, bajo ese olivo;  mujer, joder,  no te pongas a así que tenemos que ganar algunos maravedíes  en Munerta, además si nos quedamos aquí lo más seguro que los de la Santa Hermandad de Santiago nos muelen a palos, nos roban la burra y a lo mejor hasta te ponen un Sambenido,  Dirás que los voy a ganar yo con el coño, y un carajo, no me metas más miedo que ya he cumplido 23 años; mira que fina ella, si ya sabe contar, si tú no sabes ni quien es tu madre, ni tu padre, te recogí del Orfanato de San José en Valladolid. Mira quien va a hablar: un desertor del Rey, condenado a galeras y que abusa de una mujer; quién, yo,.yo..,. te refieres a mí, sí a ti proxeneta que eres un chulo; a que te  doy, que te doy no que te voy a arrear un mamporro.

Melisa soltó el hato que llevaba a la espalda y salio corriendo, lejos de las manos de Cecilio, pues tal era su enfado, que le iba a propinar un par de tortas. Cecilio tenía ya sus cuarenta años y no estaba para carreras. Era un fugitivo de la Justicia del Rey Felipe II, y no podía hacerse ver, por eso viajaba vestido con andrajos y en la cabeza un sombrero amplio de mendigo, pues su oficio era el de hacerse el ciego y pedir en lo pueblo…

 Esto ha sido solo una prueba del diálogo indirecto libre, a lo mejor mañana me entran ganas de seguir el relato de Cecilio del que cuenta el libro que se hacia el ciego y Melisa que iba de puta por lo pueblos de la Mancha en el siglo XVI.

Ramón Fernández Palmeral